Hace apenas un par de semanas, fui a comer con dos amigos, Yeni y Rober, que tienen dos hijos pequeños. En algún momento del encuentro, se quejaron de la falta de muchos artículos en tiendas y supermercados. ¿Qué está pasando?, me preguntaron con su acento gallego tamizado por los años en Madrid. Estamos hablando de la capital del Estado, no en una aldea remota de la España vaciada.

Quienes ejercemos esta profesión del periodismo tenemos la rutina de guardarnos estos comentarios en un saco de posibles temas, de forma casi subconsciente. La teoría es que, si preocupa a alguien cerca de ti, lo más probable es que también esté en las cabezas de más gente.

El FMI alerta de que la pandemia ha afectado a “enlaces críticos de la cadena de suministro global

Más madera

Solo un par de días después, recibí un correo del Fondo Monetario Internacional [como el resto de los medios de comunicación y suscriptores, no creas que me tienen en sus pensamientos] con una entrada de su blog en la que alertaban de que la pandemia ha afectado a “enlaces críticos de la cadena de suministro global”, lo que ha tenido como consecuencia fallos en la llegada de productos e inflación [en especial en alimentación] en varios países durante más tiempo de lo esperado.Por si todo esto no fuese señal suficiente, ayer mismo recibía otro correo, en esta ocasión de MITSloan Management Review, la revista de información económica y de negocios del MIT, que incluye un artículo titulado: “Lo que todo el mundo malinterpreta sobre la eterna crisis de la cadena de suministro provocada por el Covid-19”.

Yossi Sheffi, profesor de ingeniería de sistemas en el MIT y director del MIT Center for Transportation and Logistics, autor de la pieza, afirma que la situación “no muestra signos de cambio. La escasez de productos generalizada está centrando la atención en problemas de la cadena de suministro como nunca antes; y, aunque esta publicidad ha arrojado algo de luz sobre el problema, también ha desatado (desviado) llamadas a poner fin a la práctica del just-in-time inventory. Es decir, algo así como mantener el inventario exacto para cubrir las demandas del día a día.

El coste de transportar un contenedor de Asia a la coste este de Estados Unidos pasó de 1.400 a 20.000 dólares

Causas

Sheffi señala entre las causas a la congelación del transporte, como consecuencia de las restricciones y los confinamientos, tanto para aviones, como barcos y camiones. Con la recuperación de la actividad en los países occidentales, los puertos no eran capaces de dar respuesta al volumen de mercancías. Algo que se agudizó como consecuencia de la falta de personal.

¿La consecuencia?: los costes de distribución se dispararon. Transportar un contenedor de Asia a la coste este de Estados Unidos pasó de tener un precio de 1.400 dólares a alcanzar los 20.000 dólares. El resultado fue que muchas empresas importadoras de artículos muy voluminosos pero de valor relativamente bajo no tenían la posibilidad de incrementar los precios para evitar perder dinero, así que dejaron de realizar pedidos

Un ejemplo de las pérdidas provocadas por los efectos prolongados de la pandemia son las registradas en el sector de la automoción. Se calcula que los fabricantes perderán alrededor de 110.000 millones de dólares en ingresos por culpa de la escasez de microchips.

Los problemas seguirán por lo menos hasta fin de año

En busca de culpbles

Lo obvio parece ser culpar a esa estrategia del just-in-time inventory antes mencionada. Sin embargo, Sheffi asegura que no es la culpable. En primer lugar, porque su objetivo no es reducir costes, sino fabricar productos con menos defectos e incrementar la satisfacción del cliente. Además, afirma que es un sistema más flexible y capaz de adaptarse a las necesidades del mercado, lo que se traduce “en resiliencia, no en fragilidad”. A su juicio, los inventarios más profundos son una carga financiera y un riesgo medioambiental.

Sheffi anticipa que los problemas seguirán por lo menos hasta fin de año y el mercado habrá recuperado la normalidad hacia el segundo trimestre de 2022. Para entonces, “los fabricantes y sus proveedores pueden alcanzar un mejor entendimiento de la demanda real y las restricciones de inventario”. Además, se minimizarán los “pedidos fantasma”, en los que las empresas solicitan muchas más unidades de las que realmente quieren, porque saben que los proveedores solo envían una parte del total.

El FMI destaca las peligrosas divergencias en las perspectivas económicas entre países

Previsiones a la baja

El FMI, por su parte, ha revisado ligeramente a la baja su previsión de crecimiento para 2021 hasta el 5,9 por ciento y ha mantenido la de 2022 en el 4,9 por ciento. Pero destaca las “peligrosas divergencias en las perspectivas económicas entre países”. En el caso de las economías en desarrollo [sin contar China] se han rebajado en un 5,5 por ciento las previsiones para 2024.

Según la institución, el impacto de la pandemia se ha dejado notar, sobre todo, en los precios de la comida, que “se han incrementado en la mayoría de los países de bajos ingresos, en los que la inseguridad alimentaria es más aguda, lo que se ha añadido a las cargas de los hogares más pobres y ha elevado el riesgo de inquietud social”.

Me temo que tendré que decir a Yeni y Rober que todavía les queda un tiempo por aguantar de no encontrar algunos productos. Y, los que sí puedan comprar, es más que probable que sean más caros que antes de la pandemia. Como explica Sheffi, “los precios pueden permanecer altos cuando se reduzca la escasez y, como los precios altos atemperan la demanda, debería volver el equilibrio de mercado”.