Marina Romaguera sabe que no es un caso normal. “Soy una privilegiada dentro de lo que cabe, porque tengo un trabajo estable ahora en la universidad y soy del colectivo de trabajadores cualificados. No tengo mal futuro”.

Sin embargo, ella mejor que nadie sabe que esa no es la situación más común para los jóvenes [entre 18 y 29 años] de nuestro país. No solo porque lo vive cada día, sino porque es una de las autoras del informe Análisis de las necesidades sociales de la juventud, publicado por el Observatorio Social de “laCaixa”. Por eso, durante nuestra conversación alterna la segunda persona del singular con la tercera del plural, según hable como parte del colectivo analizado o como investigadora.

Marina Romaguera sabe que es una privilegiada entre la juventud española de hoy

Marina Romaguera sabe que es una privilegiada entre la juventud española de hoy

Los dos problemas a los que se enfrentan los jóvenes son el empleo y la vivienda

Un panorama poco alentador
Ella está en su último año de doctorado en Economía y ahora trabaja en la Universidad de Alcalá. Pero los resultados de la investigación que ha llevado a cabo con otros cuatro colegas de profesión arrojan un panorama muy poco halagüeño para otros jóvenes. “Los dos problemas fundamentales a los que se enfrentan las cohortes más jóvenes son la baja calidad del empleo y las dificultades de acceso a la vivienda. En cuanto al empleo, muchos tienen contratos precarios, de corta duración y a menudo de parcialidad involuntaria; y sus salarios mensuales son más bajos que los de la población en general”. Por si eso fuera poco, “a la misma edad las nuevas generaciones ganan menos que otras anteriores”.

Algo que se deja notar en el día a día. “Siento la inseguridad económica, la incertidumbre sobre lo que va a pasar en el futuro, que marca mucho las decisiones que vamos a tomar en cuanto al mercado laboral, a tener hijos, independizarte… Y gente que esté en peor situación, todavía más”.

Eurostat sitúa el umbral de pobreza laboral en el 60 por ciento de la mediana de la distribución de la renta del país

Conclusiones
De las conclusiones recogidas en el informe, la más relevante a su juicio es “la dimensión de la pobreza laboral, jóvenes que aun estando empleados viven en hogares que no consiguen ingresos suficientes para estar por encima del umbral de la pobreza. Al contrario que antes de 2008, actualmente son más los jóvenes entre 18 y 29 años que el resto de ocupados los que sufren esa situación”.

Esta situación no es tanto de pobreza severa, que es la que estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación y las campañas de ONGs, sino que “hablamos de pobreza moderada. Son personas cuyos ingresos no les permiten llevar una vida digna en el país que viven y que Eurostat sitúa en el 60 por ciento de la mediana de la distribución de la renta. Para entendernos, esto supone a día de hoy que un hogar de dos adultos y dos niños no consiga ingresar al menos 1500 euros mensuales con los que pagar el alquiler de la vivienda y todas las facturas”, explica Romaguera.

Un 34 por ciento de jóvenes que encabezaban hogares dedican más del 30 por ciento de su renta a cubrir gastos de vivienda

Precariedad
Esa precariedad laboral tiene un impacto inmediato en la capacidad de los jóvenes para acceder a una vivienda. Sobre todo, en combinación con “los altos precios en el mercado inmobiliario”. En esta situación, “los jóvenes no pueden acceder”. Y, quienes lo hacen, “tienen problemas por sobrecarga de gastos en vivienda. En 2018, un 34 por ciento de jóvenes que encabezaban hogares dedicaban más del 30 por ciento de su renta a cubrir gastos de vivienda”.

El problema, como señala Romaguera, no afecta solo a los jóvenes: “Los jóvenes son el futuro y eso va a repercutir en el progreso del país. Si los jóvenes no pueden emanciparse, formar un hogar y tener hijos, la natalidad va a caer, ya está cayendo, y esto va a lastrar el desarrollo del país. No es algo que afecte sólo a un colectivo concreto, va a repercutir sobre toda la población”.

Políticas públicas
El informe también analiza las políticas públicas. “El sistema de prestaciones e impuestos español está diseñado para acceder a prestaciones contributivas. Los jóvenes que cuentan con historias laborales inestables tienen muchas dificultades para acceder a ellas y nuestro sistema no tiene prestaciones no contributivas que suplan de ingresos cuando se presentan estas dificultades. Otros países de la Unión Europea, como el Reino Unido, tienen un sistema no contributivo que les cubre en esos momentos”.

Es común que los jóvenes en cualquier país europeo estén peor que la población en general. “Lo que pasa es que el diferencial en España es mayor. Donde estamos un poco mejor situados es en salarios por hora, en una posición intermedia en el contexto de la UE. Pero lo que vemos en España es que los contratos suponen un número de horas insuficiente para que el salario mensual sea adecuado”.

Romaguera asegura que hay muy pocas políticas juveniles. “Por ejemplo, para el acceso a la vivienda y la emancipación son muy limitadas”. Dentro de las de empleo está el contrato para formación y aprendizaje, los contratos de garantía juvenil. “Pero no están funcionando muy bien. El porcentaje de ninis cubiertos por la garantía juvenil en España es del 34 por ciento, por debajo de la media de la Unión Europea. En Austria, por ejemplo, está por encima del 80 por ciento. La sensación que da es que no se está haciendo suficiente esfuerzo en que las políticas para jóvenes lleguen a sus destinatarios”.

Bien de salud
En algo sí superan al resto. “En salud, obviamente, están mejor, porque son jóvenes y el porcentaje de sedentarismo es menor. El indicador de obesidad está por debajo de la media de la sociedad, pero vemos que hay también una tendencia al alza de la obesidad que puede venir porque declaran comer menos frutas y verduras que el resto de la población. En cuanto al tabaco, por ejemplo, sí consumen menos que la sociedad en general”.

Como investigadora en desigualdad económica, su visión es más completa, pero no más optimista. “Hay informes del Banco de España que indican que los salarios de esta generación son más bajos que los de otras anteriores. La percepción que tenemos en este colectivo es que estamos peor que nuestros padres. Mis padres a mi edad ya tenían una casa en propiedad y yo no la tengo. Creo que de ahí viene mucho la inseguridad que sentimos”.

Y finaliza con una llamada de atención que refleja el estado de ánimo de toda una generación: “Siento frustración y abandono por parte de las instituciones. Nos tendrían que prestar más atención y apoyo. Sobre todo, en diseñar políticas de vivienda y de empleo que sean eficaces”.