Lleva toda la vida investigando la segregación ocupacional. Por qué hay profesiones típicamente masculinas o femeninas. Por qué las mujeres siguen en los puestos peor pagados, incluso en las ocupaciones manuales. Me desarma con preguntas como ¿cuántas parejas de policía local has visto que sean dos mujeres? Se llama Marga Torre Fernández y hemos hablado con ella sobre cómo romper estereotipos y colocar a las mujeres donde les corresponde.

Creía que habíamos avanzado en el papel de la mujer en el mundo profesional
Siempre que hablamos de segregación, se pone el centro de atención en las ocupaciones directivas, técnicas y profesionales. A mí lo que me llamaba la atención es que la segregación ha caído bastante en los últimos treinta años en los puestos relevantes: hay más mujeres que son ingenieras, que son matemáticas… Pero eso no quiere decir que no la haya: los puestos de dirección y los buenos puestos los siguen ocupando los hombres. Pero sí que ha habido un avance significativo en las últimas décadas.
Los avances se están consiguiendo en la parte alta de la estructura ocupacional. Pero en las manuales no los hay. Y se cumple en todos los países.

Los avances se están consiguiendo en las ocupaciones directivas, técnicas y profesionales, pero en las manuales no los hay

La siguiente pregunta es fácil: ¿por qué?
En el año 2011, en la revista Gender and Society - una de las más prestigiosas en estudios de género- se entabló un debate en el que se explicaba que, como para tener ser médico o ingeniero o abogado es necesaria una titulación, una vez que las mujeres han accedido a la educación terciaria, los empleadores tienen más difícil poder discriminarlas.

Sin embargo, para ser mecánica o carpintera o electricista es un trabajo que se aprende en el trabajo. Es decir, necesitas que te contraten. Empiezas de aprendiz. Y ahí a las mujeres no las contratan.
Me pareció muy sugerente. Al principio, me lo creí. Pensé que realmente ese era un mecanismo.

¿Pero…?
Era un debate puramente teórico y estaba centrado en el mercado americano, donde no existe formación profesional. En Europa hay países que cuentan con una formación profesional muy avanzada, en los que puede suponer hasta el 60 por ciento de la educación secundaria. Me planteé que en ellos, las mujeres deberían estar mejor integradas. Si para ser electricista o mecánica hace falta un título y existe la posibilidad de conseguirlo, debería haber más integración.
Analicé 25 países europeos y constaté que no, que independientemente del desarrollo de la formación profesional, el nivel de segregación era el mismo. Es decir, las mujeres trabajan menos en ocupaciones manuales y, dentro de ellas, lo hacen en las típicamente femeninas. Y los hombres tienen, dentro de las ocupaciones manuales, las mejor remuneradas.

Las mujeres trabajan menos en ocupaciones manuales y los hombres tienen las mejor remuneradas

¿Dónde está el problema?
La pregunta era ¿por qué somos abogadas, pero no somos electricistas? ¿Por qué no damos el salto a ocupaciones manuales mejor remuneradas? Lo que comprobé es que no era un problema de formación profesional, sino de socialización.
La conclusión de la investigación fue que las clases medias y altas, educan a sus hijas cada vez menos en estereotipos de género. Sin embargo, las clases trabajadoras siguen educando a sus hijas e hijos en roles tradicionales de género.

Las clases trabajadoras siguen educando a sus hijas e hijos en roles tradicionales de género

Sin embargo, hay políticas de formación profesional que buscan lo contrario
Al ser una cuestión de socialización, da igual las políticas que apliques en formación profesional, no van a tener efecto. Porque si una chica no está preparada para elegir una especialidad de formación profesional como mecánica, que es típicamente masculina, no lo va a hacer y se va a inclinar por otras opciones más feminizadas.

Pero, supongamos que una mujer se hace mecánica. ¿Qué pasa después?
Hay unos mecanismos de exclusión tremendos. No las integran. Las mayorías masculinas no las aceptan y se acaban yendo en gran medida. En Gran Bretaña, un colectivo de mujeres se organizaron para montar sus propios talleres. Llevaban los monos rosas, en vez de azules. Porque cuando trabajaban en los talleres, no les dejaban pasar del lavado de coches, nadie les dejaba tocar el motor. Porque los jefes no querían y porque los clientes hombres no confiaban en ellas.
Romper los roles de género tiene un coste. Un coste personal y profesional.  Personal, porque te ponen todo tipo de etiquetas, incluso hay problemas de acoso sexual. Profesional, porque si eres mujer la probabilidad de que abandones una profesión típicamente masculina es muy alta.

Romper los roles de género tiene un coste personal y profesional

¿Qué soluciones hay?
Definir políticas sociales que tengan en cuenta que estos mecanismos de segregación no se solucionan cuando eres adolescente y tienes que tomar una decisión. La educación en roles no tradicionales de género es muy anterior. Tiene que ser algo que trabajen las escuelas, en cooperación con las familias. Mientras sigamos viendo anuncios de juguetes en los que los chicos están montando edificios y las niñas cocinando y encima en casa no te refuercen el estereotipo contrario, no va a cambiar nada.
Si las familias no hubiesen hecho el trabajo previo y no hubiera mujeres pensando en ser matemáticas o ingenieras, da igual que el gobierno les regale el primer año de matrícula en esas carreras, porque no se lo van a plantear. Tienes que tener las mentes preparadas. Hay que educar a las mujeres para que sean lo que quieran.

Los resultados de la investigación de Marga Torre Fernández acaban de ser publicados por el Observatorio Social de "laCaixa".