Dara Gabarri tiene 21 años y, en su momento, dejó de estudiar por las dificultades económicas e incluso físicas que le suponía: vivía lejos del instituto y era complicado llegar. “Afectaba a las relaciones con los compañeros, porque si quedaban, yo no podía ir”, explica. Ahora, ha vuelto a estudiar y ha aprobado la ESO. Pero sus sueños no se quedan ahí: “Me gustaría hacer educación infantil, porque se me dan muy bien los niños. O inserción social, algo social donde pueda tratar con personas que han pasado por la misma situación que yo, poder ayudarlos de alguna forma”, añade.

Ahora Dara es un espejo en el que se miran muchas chicas y chicos de su comunidad. “No sé si soy un referente, pero me gustaría serlo”, dice tímida.

No sé si soy un referente, pero me gustaría serlo

Diez años de trabajo

Su caso no es fruto de la casualidad. Es el resultado de más de diez años de trabajo para generar comunidad. Una labor realizada por el ayuntamiento de Tortosa [Tarragona] y el resto de entidades sociales de la localidad; y una iniciativa más de las que el Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (Proyecto ICI), impulsado por la Fundación ”la Caixa”, lleva a cabo en los 36 territorios de España en los que está presente.

La entidad presidida por Isidro Fainé y dirigida por Antonio Vila ofrece, a través de Proyecto ICI, apoyo a las personas en riesgo de exclusión social como Dara. Y, esa labor ha demostrado su importancia más que nunca durante este confinamiento. 

Hemos conseguido que la información veraz y de confianza vuele

Asegurar la información

“Desde el primer momento, era muy importante asegurar que la información llegase bien”, explica Neus Miró, coordinadora del Proyecto ICI en Tortosa. “El hecho de tener una estructura de participación estable de confianza hace que en menos de 30 segundos puedas enviar un whatsapp a un grupo, ese grupo lo envía a otro y llega a la mediadora de la comunidad, que explica a los vecinos y vecinas las cuestiones. Eso hace que la información veraz y de confianza vuele”.

Algo clave en una situación tan compleja como la que se vivió en los primeros momentos de la crisis del Covid-19: “Ha sido muy fácil ayudar a mitigar el efecto de los bulos o de las noticias que pueden llevar a confusión. Porque hasta las informaciones que venían de las administraciones han sido en algunos momentos confusas o contradictorias”.

Buscamos relaciones positivas entre las partes

Relaciones positivas

Un ejemplo práctico de ese trabajo conjunto de todas las partes ha sido la creación de un directorio de tiendas de alimentación locales que están abiertas y reparten a domicilio. “Es una iniciativa que salió de la ciudadanía. Buscamos relaciones positivas entre las partes y eso posibilita que el impacto sea lo menor posible, dentro de lo que es”.

El hecho de tener una comunidad organizada de estas características “nos permite, por una parte, diagnosticar rápidamente las necesidades y dar respuesta a la urgencia del momento; y, por otra, ahora tras un mes y medio, analizar las consecuencias desde las diferentes ópticas. Ya estamos identificando los impactos, no tanto de la crisis sanitaria en sí, sino del confinamiento”, relata Miró.

El impacto del confinamiento ha sido mayor en la economía sumergida

Economía sumergida

El impacto del confinamiento ha sido mayor en la economía sumergida. “Muchas familias no pueden salir de casa como hacían antes para obtener ingresos. Esta es una zona muy rural y la posibilidad de salir al campo a ayudar proporcionaba una cierta estabilidad para muchas familias”, señala Miró. Una situación que empeorará en el futuro: “Como no tienen ninguna documentación que acredite esos ingresos, estamos intuyendo que las ayudas y prestaciones no les van a llegar”.

El apoyo emocional a las familias también ha sido clave. En especial, entre el pueblo gitano. “Cuando han tenido un momento de ansiedad, de desconfianza, a quien han acudido por teléfono o por whatsapp ha sido a nosotras, a las personas que estamos vinculadas en el proyecto con ellas. Hemos hecho mucho de puente”, explica Irene Segarra, técnica comunitaria del ayuntamiento de Tortosa.

Ujaripén

Todo, gracias al proyecto Ujaripén. “Queríamos hacer un proyecto de atención comunitaria e integral del pueblo gitano de Tortosa y que atendiera a todas las franjas de edad de la comunidad”, nos cuenta Segarra.

Algo que ha sido posible gracias a esos años de crear confianza. “El pueblo gitano ha recibido muchos palos. Cuando las propuestas vienen del mundo payo, ponen un poco de distancia. Ver que es un proyecto que es de todas las partes, no solo de las administraciones, que es para ellos y que lo van creando junto con nosotras, es lo que hace que se pueda construir”.

Ahora, el proyecto no solo ha ayudado a dar respuesta a las necesidades de las familias gitanas durante el confinamiento. También ha mejorado la vida de personas como Dara. “Me siento orgullosa de pertenecer a algo tan importante como es Ujaripén, porque abre muchas posibilidades a la comunidad gitana que antes no teníamos”.

Y termina con un consejo: “Ahora mismo, los gitanos y las mujeres gitanas en especial estamos pasando un proceso en el que tenemos que luchar por nuestros derechos, por nuestros sueños de estudiar. Porque hay muchas cosas que podemos lograr y estudiar es una de ellas. Si lo intentas, puede abrirte muchas posibilidades”.