El insólito debate a cuatro confirma lamentablemente que la política española sigue en quiebra y sin capacidad de disponer de un líder no sólo admirado y querido por la mayoría de los ciudadanos, sino también respetado.

Albert Rivera, todo hay que decirlo, ha ganado envergadura política y, con su pequeño partido, procurando no caer del todo en las redes populares, de donde surgió, ha conseguido mantenerse.

Incluso ha conseguido presentarse públicamente como “la otra cara del neoliberalismo”. Y desde luego, más vale esto de ahora que sus discursos en El gato al agua, de Intereconomía, donde, por cierto, conoció a Pablo Iglesias, profesor de la Universidad Complutense y más bien un aventurero en busca del poder.

Fue entonces cuando apareció, de pronto, el mencionado Iglesias, que iba y venía de Venezuela. ¡Ojo! Él y sus amigos se introdujeron por la Puerta del Sol, rebosante de marchas y manifestaciones del 15-M.

El debate confirma que la política española sigue sin un líder no sólo admirado y querido, sino también respetado

Ha tenido suerte Iglesias de que el PSOE pase por sus horas más bajas, mientras se mezclan algunos de la vieja guardia con demasiados resentidos. Percibió Pablo Iglesias que podría quizás quedarse con el Partido Socialista y dio de inmediato órdenes a sus gentes para que no olvidaran que el objetivo era éste: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto.”

Pero el líder de Podemos sí fue castigado en la noche inacabable de los Cuatro presidentes. Rivera le puso contra la pared. Pedro Sánchez aguantó el chaparrón general de los populares y continuó haciendo muy bien su excelente trabajo.

En cuanto a Mariano Rajoy, se limitó a tirar balones fuera e insistió en demostrar que él y los suyos habían salvado a España de los malvados socialistas. Mientras tanto, el ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, alertaba de que “vuelve la inestabilidad financiera”. ¿QuoVadis, Mariano?