Ya ha pasado un tiempo más que prudente para hacer balance de cómo está afectando la crisis del Covid-19 a los distintos sectores de la economía. Y, sobre todo, de lo que piensan los inversores mundiales de las actividades que pueden resentirse más o menos con esta pandemia que ha sido capaz de paralizar el mundo por etapas. Las cosas no pintan demasiado bien y eso pese al acuerdo en la Unión Europea que ha sido más rápido de lo previsto.

En España, el turismo vuelve a entrar en shock después de la decisión del Reino Unido de fijar una cuarentena a los que retornen de tostarse en nuestras playas. Los rebrotes, esa posible segunda oleada de contagios de la que ahora se habla nos ponen contra la pared en un país tan dependiente de la venida de visitantes. Pese a ello, en una visión global, no es el mundo de los viajes y el ocio el que más perjudicado ha salido en Bolsa en estos meses, según datos de la agencia Bloomberg. Este sector ha perdido el 21% de su valor desde febrero de este año.

Las expectativas peores se concentran en el grupo bancario que en conjunto se ha dejado el 32% en los mercados de acciones. Si cada día es más difícil encontrar un banco que logre rentabilizar sus recursos con unos tipos de interés a cero o negativos, la amenaza del Covid-19 da la puntilla y prolonga esta situación de falta de rentabilidad durante muchos más años. Los movimientos de los bancos centrales en todo el mundo de mantener o bajar aún más los tipos de interés ponen fin a la expectativa de una recuperación de estas tasas, claves para la mejoría de los bancos. Pero a esta situación ya heredada se suma una fuerte contracción económica que tiene dos claras consecuencias: el menor negocio en la concesión de créditos empresariales e hipotecas, y el previsto aumento de la morosidad si el crecimiento del número de parados se prolonga en el tiempo, así como el aumento de las quiebras, sobre todo de pequeñas y medianas empresas.

El petróleo y el gas es el segundo sector que peor ven los inversores de cara al inmediato futuro. Se ha juntado el menor consumo de una sociedad paralizada con la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita que se libró también en el mes de marzo y donde los futuros del petróleo llegaron a ponerse en valores negativos: lo nunca visto. Además, está en el horizonte la transición a tecnologías más limpias. Un fenómeno que ya estaba latente en la cotización de petroleras y gasísticas pero que ahora se puede acelerar, complicando una transición que se preveía más ordenada.

Muy ligado también al empleo y a la marcha de la economía, el sector inmobiliario con un 23,5% de caída es el tercero más castigado. A la fuerte caída en la compraventa de viviendas se añade un nuevo escenario provocado por el Covid-19 como el teletrabajo. Las dudas, pues, no solo indican la profundidad que puede ver el mercado como consecuencia de la caída de la actividad sino también si entramos en un fenómeno estructural de menos ocupación de oficinas. Una historia que ya se ha visto en el segmento comercial, empujado a la baja por el comercio electrónico que en los meses de confinamiento alcanzaba crecimientos muy importantes.

El único sector que sube con claridad en estos meses en las Bolsas mundiales es formado por las compañías tecnológicas, lo que explica que el índice Nasdaq estadounidense no se haya enterado de la pandemia. La tecnología sale reforzada al igual que las empresas químicas que también han conseguido arañar un 0,48% de ganancia en un panorama tan desolador. Distribución (tan importante durante el confinamiento), salud y consumo han sido los otros grupos menos perjudicados por el maléfico virus. Esta ha sido la reacción de un semestre a lo que ha ocurrido. Claros vencedores y perdedores, pero como siempre aún no se ha dicho la última palabra.