Las últimas semanas de la primavera han dado como resultado una actualización de los datos de las previsiones económicas para el año 2023. Así, atendiendo a las instituciones española, tanto el Banco de España como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal han anunciado fuertes revisiones al alza de sus previsiones de crecimiento económico para el año 2023, situándose la AIReF en el 1,9% (frente a su inicial 1,5 %) y el Banco de España en un entorno, todavía no concretado, del 2%, muy cerca ya de las previsiones elaboradas por el gobierno para el cuadro macroeconómico del año, que se situaban en el 2,1%. La Comisión Europea, en sus previsiones de primavera, también a revisado al alza las previsiones para España, situándose en el 1,9% del PIB este año. La razón de estos incrementos tiene que ver con la buena marcha de la economía española, pero sobre todo con los efectos que tienen, sobre las estimaciones futuras, las revisiones que ha ido realizando el Instituto Nacional de Estadística sobre los crecimientos de los trimestres posteriores a la pandemia.

En efecto, a lo largo de los años 2020 a 2022, la evolución registrada del Producto Interior Bruto ha mantenido cierta divergencia entre los datos publicados por el instituto estadístico y el resto de indicadores que coyuntura económica, que, a través de los datos de empleo y de la recaudación, entre otros, apuntaba consistentemente hacia una recuperación económica más robusta. Las dificultades de estimación del PIB en el contexto pandémico han llevado a dar como buenos datos que se han tenido que ir corrigiendo a posteriori, de manera que el crecimiento del PIB de 2021 se estimó inicialmente en un 5,1% para posteriormente fijarlo en el 5,5%, y el de 2022 se sometió también a varias revisiones al alza de los últimos trimestres. Los efectos de estas revisiones a posteriori se trasladan a las previsiones de otras instituciones, que inicialmente proyectaron crecimientos económicos mucho más débiles que el propio gobierno. Así, en octubre de 2022, el consenso apuntaba a un crecimiento del 1,1% para 2023, mientras la proyección del gobierno se situaba ya en el 2,1%. El tiempo -y las sucesivas correcciones- parece estar dando la razón al ejecutivo.

Nada de esto debería sorprendernos, pues tanto las estimaciones del PIB como su previsión en el medio plazo es una actividad sujeta a constantes reajustes a la luz de los nuevos datos que van apareciendo. Ni estimar el PIB ni proyectarlo hacia el futuro es un ejercicio libre de incertidumbre, bien al contrario. Sin embargo, convertirlo en un test sobre la credibilidad del gobierno le confiere una dimensión política para la que las proyecciones económicas nunca estuvieron preparadas. En otoño de 2022 se alzaron voces cuestionando duramente la credibilidad del cuadro macroeconómico del gobierno, que hoy, a la luz de las previsiones revisadas, no han corregido sus apreciaciones. Lo cuestionable no es el silencio de ahora, sino la imprudentes declaraciones de entonces, que apostaban todas las cartas a un derrumbe de la actividad económica, un default de España y una severísima crisis. Nada de esto ocurrió. No hubo apocalipsis. Tanto en términos de crecimiento económico, como de empleo y de inflación, la evolución económica de nuestro país ha sido razonablemente positiva, teniendo además en cuenta cómo ha evolucionado el panorama en el conjunto de nuestros países socios, con Alemania con dos trimestres de crecimiento negativo y por debajo de la actividad económica que tenía en el cuarto trimestre de 2019.

Decía uno de los mayores economistas del Siglo XX, Robert Solow, que nunca realizaba predicciones, pues lo consideraba una práctica perniciosa. Lo que es difícil de estimar en condiciones estables se convierte en un arte todavía más complejo cuando vivimos una serie de acontecimientos que hacen prácticamente imposible, consolidar los supuestos sobre los que se asientan las proyecciones. Así que conviene, por lo tanto, tomar las proyecciones con cierta cautela. Dada su importancia en términos de política económica, es exigible una mayor transparencia sobre los métodos utilizados por unas y otras instituciones para realizar sus previsiones económicas, aceptando que diferentes métodos, y diferentes supuestos, darán paso a diferentes resultados. Lo que no parece ya tan beneficioso para el debate ciudadano es alimentar polémicas interesadas sobre la falta de credibilidad o incluso la mala fe de las instituciones basándose en elementos tan volátiles como son las proyecciones sobre el futuro de la economía. Es probable que veamos más revisiones en los próximos meses, tanto del PIB pasado como del PIB futuro, así que más nos valdría manejar los datos con más prudencia y menos algaradas.