El gobierno presentó su plan de respuesta a la crisis generada por la invasión de Ucrania y acto seguido comenzó a surtir efecto. Los momentos caóticos vividos en algunas gasolineras este fin de semana no deben empañar el hecho de que desde el viernes los españoles y española pagan los combustibles 20 céntimos más baratos que el jueves, con lo que esto puede conllevar de alivio a algunas economías. La medida es controvertida, pues la distribución del consumo de los combustibles está sesgada hacia las rentas medias y altas, mientras que las rentas bajas no utilizan tanto el vehículo privado, pero lo que hubiera sido deseable, que es la puesta en marcha de un mecanismo de apoyo directo a las familias más vulnerables, habría tardado un tiempo en poder ser ejecutada que España no se podía permitir.
Otras medidas, como el apoyo directo a los sectores, tiene todavía que instrumentarse, pero supone un pequeño colchón frente a las dificultades generadas por el alza de precios, a la espera de que la principal medida a tomar, que el el tope de los precios del gas natural en el mercado eléctrico, sea aprobado por la Comisión Europea y efectivamente puesto en marcha. De acuerdo con algunos anáisis preliminares, como el desarrollado por el profesor Hidalgo de la Universidad Pablo Olavide, la caída generada en el precio de la electricidad sería notable y llevaría a la inflación a una senda de moderación que será muy bienvenida por todos los agentes económicos. Otros analistas señalan que el precio de 30 euros es demasiado alto todavía y que, aunque logrará una caída del precio, no será suficiente para generar un descenso pronunciado en el precio de la electricidad.
En cualquier caso, el efecto de la caída del precio de la electricidad hará que la inflación retroceda, si bien la traslación de los altos precios de la energía al resto de la producción se mantendrá y veremos un proceso por el que el indicador de inflación general -headline- terminará cayendo, pero la inflación subyacente crecerá todavía algunos meses.
Si esta fórmula funciona, en verano podremos ver una moderación de precios, a expensas de lo que ocurra con los precios del petroleo, cuyos futuros para el verano señalan un precio de entre 80 y 90 dólares por barril, descontando de esta manera una posible resolución de la guerra de Ucrania. Si se cumplen estas previsiones, el paquete propuesto por el gobierno para hacer frente a la situación será el correcto y con un coste fiscal moderado podrá aliviar en gran medida las tensiones generadas por la crisis de la guerra. A medio plazo, lo importante sigue siendo invertir en la transición energética y en la transformación de nuestro modelo productivo, de manera que puede que, aunque el panorama internacional de inestabilidad persista durante meses -incluso años o décadas- lo peor del momento económico haya pasado tras el verano.
De no ser así, el paquete propuesto tendrá que ser o bien ampliado o bien reformulado, pero, llegado ese caso en el que la situación se cronifique, las medidas previstas no sólo no serán suficientes, sino que incluso pueden ser contraproducentes. El abaratamiento artificial del precio de los combustibles puede sostenerse y entenderse en un contexto de crisis aguda provocada por la invasión de Ucrania, pero no puede mantenerse durante largo tiempo sin distorsionar la señal que emiten los precios sobre el mercado y sin tener un efecto negativo en la transición energética a medio plazo.
Sería por lo tanto interesante que se trabajara en un paquete de medidas de segunda vuelta, como lo sería el apoyo a la intensificación del transporte público, los incentivos a la eficiencia energética y a la electrificación del transporte, la preparación urgente de viviendas menos preparadas para el próximo invierno, y, esta vez sí, la focalización del apoyo en las familias más vulnerables. En definitiva, si la crisis se cronifica, lo ideal sería un paquete que permita transitar desde las medidas de urgencia tomadas en la primavera hasta los planes de medio y largo plazo vinculados a la transición y la autonomía energética.
Existe la probabilidad de que este segundo paquete de medidas no sea necesario: todo dependerá del impacto que genere el cambio del modelo de precios de la energía eléctrica y el devenir de los mercados de hidrocarburos. Si la inflación se modera, quizá no sea necesario un nuevo paquete de actuaciones. Pero si no es así, y la inflación sigue su camino -algo improbable, pero posible- el gobierno tendrá que pensar en medidas de mayor alcance temporal y más coherentes con sus objetivos de medio y largo plazo. Lo mejor para ello es que barajen desde ya este escenario y comiencen, si no lo han hecho ya, a preparar ese paquete de actuaciones, aunque sólo sea para tenerlo preparado si llega el caso.