Todo es relativo. Si a nuestros mayores (o a mí mismo, para no engañar) les dijéramos que el Euríbor está en el 1,9% que con un diferencial positivo de un punto que cobre el banco se pusiera el préstamo hipotecario en el 2,9%, posiblemente se reiría. Tiempos no demasiado lejanos con hipotecas al 14% de interés y más hace veinte años, o con tipos del 9% que se consideraban una ganga. Pero nos han acostumbrado mal y ahora un 3% nos parece un suplicio imposible de soportar, sobre todo cuando nos hemos fijado solo en la cuota que podíamos pagar y ahora se elevará. Han sido 6 años de tipos de interés cero y el precio del dinero en la eurozona ya está en el 1,25% y con visos de seguir subiendo.

El brusco giro de timón de los bancos centrales tiene su explicación en una inflación desbocada que, por ahora, no se prevé que entre en cintura hasta bien entrado 2023. En estos años, la mejor estrategia ha sido no tener ahorros y vivir endeudado. El que tenía ahorros y no los quería arriesgar en los mercados se ha llevado un cero por ciento de rentabilidad en los depósitos bancarios, mientras que los endeudados apenas pagaban –sobre todo en hipotecas- ya que en los créditos al consumo siempre ha habido tipos más o menos holgados.

Estamos, pues, muy mal acostumbrados y esta modesta vuelta a pagar por las deudas tiene consecuencias en las economías familiares que verán detraer recursos y, por tanto, menos dinero disponible para ahorrar o gastar. Pero también el mundo de la empresa y también la creciente deuda pública que emite el Estado para financiarse cobran un nuevo protagonismo después de más de un lustro en el que, aunque importante, siempre pasaba a un segundo plano.

La deuda pública se eleva ya a 1,4 billones de euros y los analistas empiezan a dar vueltas hasta qué niveles una subida de los pagos será sostenible para los Estados, endeudados extraordinariamente para paliar, por ejemplo, el parón provocado por el Covid-19. El banco estadounidense Goldman Sachs hacía este ejercicio y, para el caso de España no atisbaba problemas de incapacidad de pago hasta que el plazo de 7 años (tomando este como referencia) alcanzase un tipo del 5,5% (actualmente se encuentra en el 2,39% y en el pasado mes de mayo se encontraba en el 1,7%. Mayores costes financieros del Estado que repercutirán en futuros presupuestos y detraerán dinero para inversiones públicas y bienestar social. Recordar que hace solo un par de meses aún los inversores en el letras del Tesoro español pagaban por invertir, es decir, tenían tipos negativos.

La otra gran pata se encuentra en el mundo empresarial. Si tomamos como referencia, las empresas que componen el Ibex 35, su deuda con datos del segundo semestre del año se elevan a 192.000 millones de euros, lo que supone un incremento del 5% respecto a las que tenían en igual periodo de 2021. Únicamente dos compañías, la textil Inditex y la constuctora y concesionaria ACS no tienen deuda, o sea, cuentan con una diferencia positiva entre lo que tienen en caja y lo que deben. Las demás han incrementado en general sus deudas en este periodo.

El mayor o menor endeudamiento será clave en los próximos meses para invertir en estas compañías. Por ejemplo, Telefónica tiene una deuda de 28.817 millones de euros con un aumento del 14% frente a igual periodo del pasado año. Pero se han conocido incrementos más importantes como el de la firma Cellnex que ha subido el 118% hasta los 14.300 millones de euros en tan solo un año. En Ferrovial ha aumento el 98%, en Fluidra el 58%, en Grifols el 38%, o en Siemens Gamesa el 124%. Eso sí, una larga lista de valores han logrado reducir sus deudas en el año. Tan importante como estos movimientos en el aumento o disminución de sus deudas es la capacidad de la compañía para atender a los pagos de sus bonos o créditos bancarios con normalidad. Así, las deudas no son en sí mismas un problema siempre que haya un negocio detrás que las respalde. Ahora bien, todas ese encarecimiento de sus deudas que ya se está produciendo supondrá reducir beneficios y ¿por qué no? también entrar en pérdidas.