En su estrategia de hacer de todo un escándalo, haya hechos constatados detrás o no, esta semana una parte del conjunto de opinólogos que se esfuerzan con denuedo profesional por sembrar dudas sobre la ejecución de los fondos europeos ha clamado al cielo por la publicación de la lista de los cien primeros beneficiarios de los fondos. Esta información, comprometida en las programaciones, se ha hecho pública la última semana, señalando los principales perceptores de fondos por denominación legal.

El escándalo se ha generado al hacerse público que sólo habría 12 empresas entre los primeros 100 perceptores, de manera que la gran mayoría de los fondos -al menos entre esos 100 primeros perceptores- serían entidades del sector público. Las voces se han elevado en las redes sociales y en los digitales, apuntando a que los fondos europeos no llegan a la “economía real”.

¿Es así? En absoluto. Nos encontramos ante un nuevo movimiento de la maquinaria dedicada a desinformar sobre la realidad de nuestra economía. El sistema de desinformación funciona de la siguiente manera. En primer lugar, se obtiene un dato adecuadamente retorcido o malinterpretado, se titula -que es lo que la mayoría de la gente lee- con un tono escandaloso que suele combinar el dato negativo y la intención del gobierno de ocultarlo, estilo “Europa destapa los datos que el gobierno no quiere mostrar”. El titular suele llevar a una información en la que, en función de la calidad del periodista que escribe -tanto técnica como moral- puede contener información veraz y valiosa -y en no pocas ocasiones, contradictoria con el mismo titular. Ya tenemos creada la noticia.

Ahora llega la difusión, encargada a influencers con cierta reputación de autoridad económica entre su público, que la distribuyen acríticamente y sin mostrar ninguna matización ni reparo. Lo importante es “dar leña”, aunque la información sea incompleta, incorrecta, o directamente engañosa. A partir de ahí funciona la cámara de eco y las republicaciones amplían el efecto.

El tercer acto de esta farsa es la explicación de economistas con vocación pedagógica, que intentan, con rigor, señalar la verdadera naturaleza de la información, incluyendo su parte de verdad, su interpretación correcta y, en el caso de los mejores, una explicación que enriquece el debate. Normalmente estas explicaciones -que en muchos casos llegan a ser verdaderos desmentidos- no tienen la misma repercusión que los bulos originales. Ya sabemos que, como parece que dijo el presidente Johnson, para construir un granero se necesita un buen carpintero, pero cualquier idiota puede quemarlo. Lo mismo podríamos decir de la cultura económica de la opinión pública. Ni que decir tiene que, en muchas ocasiones, descubierto el pastel del bulo, el autor no tiene ninguna intención de rectificar.

En el caso que nos ocupa, cabría señalar que los 100 primeros perceptores de los fondos Next Generation apenas ofrecen información de su ejecución, pues sólo representan el 14% de los fondos ejecutados hasta el momento. Pero no es ese el caso mayor del bulo: si los fondos viajan de la Administración General del Estado a las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos o empresas públicas vía subvención, es porque esa es la vía que ofrece el régimen jurídico, tanto de los fondos, como del régimen económico de las administraciones públicas para vehiculizar estos fondos.

En definitiva, son la manera más segura de hacerlos llegar al resto de administraciones públicas. Por eso figuran como subvenciones. Es sorprendente que estas críticas provienen en buena medida de quienes denunciaron en su día que los fondos no se distribuían entre las comunidades autónomas. Pues bien, la manera de distribuir estos fondos entre las comunidades autónomas y ayuntamientos es entre otras maneras, esta.

Pero, logicamente, ese dinero no se va a quedar en las administraciones receptoras, sino que con ese dinero se acometen obras, se financian empresas, se contratan servicios… en definitiva, se transfiere el dinero al sector privado. Como todo el dinero del sector público, que no se quema en un incinerador ni se tritura en un sótano, sino que alimenta al sector privado a través de contratos, transferencias, subvenciones o nóminas que, entre otras cosas, sirven para que los empleados públicos compren bienes y servicios al sector privado. En definitiva, el dinero público siempre termina pasando por el sector privado. En definitiva, termina en el sector real.

Podremos hablar entonces de la eficacia, de la agilidad en la ejecución, de los impactos, elementos todos en los que hay que mantenerse vigilantes y exigir las correspondientes evaluaciones, en las que deberíamos ser muy exigentes. Ahí hay mucho que mejorar, y también en la pedagogía y la comunicación que debería evitar que estos bulos se hagan realidad. Pero levantar escándalos donde no los hay por el mero hecho de buscar generar un estado de opinión contrario a la ejecución de los fondos es, siguiendo la metáfora, quemar el granero de la cultura económica de nuestra sociedad.

Yago Álvarez acaba de publicar un libro, 'Pescar el Salmón' (Capitan Swing 2023) en el que se analiza, con amargura, pero sin señalar a nadie, las vicisitudes de la prensa económica de nuestro país. Ojalá estas reflexiones sirvieran para que nuestro debate económico mejorase.