La economía y la sociedad española se enfrenta a importantes retos en los próximos años. Algunos son propios de nuestra economía, como lo son la alta deuda pública, un desempleo todavía demasiado alto y un marco fiscal todavía demasiado frágil. Pero estos retos son solamente algunos de los que tenemos, propios de nuestra economía. Pero el conjunto de las economías occidentales tiene por delante importantes desafíos comunes: el desafío de la transición ecológica, el desafío de la transición digital y el desafío de la transición social. Una triple transición que, nos guste o no, ofrece un marco en el que España tendrá que desenvolverse en los próximos años. En concreto, durante la década que se inició en 2020 hasta el horizonte del año 2030.

¿Cómo de preparados estamos para esta triple transición? Puede que no tanto como nos imaginamos, o puede que mejor de lo que nos imaginamos. Por ejemplo, en materia de digitalización, España ha progresado notablemente en los últimos años, pasando, de acuerdo con el índice de economía y sociedad digital de la Unión Europea (DESI), del puesto 10 en 2018 al puesto 7 en 2022. El índice mide los progresos en materia de conectividad, servicios públicos digitales, capital humano y aplicaciones digitales. La buena posición de España se centra en las importantes inversiones en conectividad y en los avances en servicios públicos digitales, aunque estamos en peor posición en materia de capital humano y de aplicaciones digitales en la economía. En cualquier caso, España se sitúa -sorpresivamente- por delante de Francia y Alemania, por ejemplo, aunque por detrás de países punteros como Finlandia, que lidera el ranking, o Suecia. Las políticas digitales se han impulsado no sólo a través de la puesta en marcha de la Agenda Digital España 2025 -luego actualizada a 2026- sino también con los fondos provenientes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la economía española. España, además pretende liderar el uso ético de los algoritmos, con la Agencia Nacional de Supervisión de la Inteligencia Artificial, y ha sido uno de los primeros países europeos en aprobar una Carta de Derechos Digitales, que todavía debe ser desarrollada plenamente en el ámbito de las políticas públicas. De nuevo, nuestro talón de Aquiles es el factor humano, en el que progresamos, pero todavía estamos lejos de los países líderes.

Si atendemos a la sostenibilidad, España se sitúa en el puesto décimo en el índice de ecoinnovación, en niveles cercanos a la media de la Unión Europea. El índice de ecoinnovación señala el potencial del país para generar innovación en el ámbito de la sostenibilidad, la economía circular, la eficiencia energética o la eficiencia en el uso de materiales. Aunque España ha mejorado en los últimos años, lo cierto es que su situación con respecto de la media de la Unión Europea ha empeorado en los últimos años. Si hablamos del despliegue de las energías renovables, España se sitúa en el octavo lugar mundial, tras Canadá y por delante de Francia. Por tecnologías, destacamos en la energía eólica, con un meritorio puesto número 5, según la Agencia Internacional de Energías Renovables. España se encuentra, de acuerdo con el índice de atractivo para inversiones en renovables de la consultora EY, en el top 10 mundial. Sin embargo, en 2021 España había reducido sus emisiones respecto de 2018 en un 15%, lejos todavía de la trayectoria prevista en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. En materia de Objetivos de Desarrollo Sostenible, y de acuerdo con la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, España pasó del puesto 25 en 2018 al puesto 16 en 2022.

Atendiendo a la tercera transición, la transición social, España ha mostrado una fuerte resiliencia en los últimos años, con una importante reducción de la desigualdad y la pobreza, pero con todavía un alto nivel de tasa AROPE (Personas en riesgo de pobreza y exclusión social), siendo el cuarto país con una tasa AROPE más alta. Atendiendo al índice de progreso social, España se situaría en el puesto 17 del mundo, mejorando dos puestos desde 2018. En el índice “Better life index” de la OCDE, España puntúa razonablemente bien en salud, combinación entre la vida profesional y la personal, y la seguridad, y falla en el ámbito del empleo o de -sorprendentemente- la satisfacción vital. En términos del Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas, España se sitúa en el puesto 27 en la última edición, sin variaciones desde 2018.

¿Todo esto puede sonar bien, pero, qué pasa con nuestra competitividad? El Banco Mundial discontinuó la serie “Doing Business” debido a algunas irregularidades, pero otras instituciones, como el instituto IMD y el Foro Económico Mundial, han seguido elaborando sus informes. Así España mantiene desde 2018 el puesto 36 como economía más competitiva, y el WEF lo situaba en el puesto 23, pero con datos de 2019, mientras que en 2018 se situaba en el puesto 26.

¿Estamos, por lo tanto, preparados para las transiciones? Es difícil ponderar los progresos de los últimos años. Atendiendo a los datos del centro de estudios conjuntos de la Comisión Europea, que evalúa de manera integral los pilares de la triple transición, España se situaría en el grupo de los países con una fuerte transición, aunque lejos de los países líderes. España se sitúa en el puesto número 15 europeo y en el puesto 19 mundial, pero por debajo de la media de la Unión Europea. Este índice trabaja sobre los pilares ambientales, económicos, sociales y de gobernanza, atendiendo a los diferentes desempeños de cada país en esos ámbitos.

En definitiva, España ha logrado progresos en los últimos años en materia de los diferentes retos que tenemos por delante. Hay motivos para la esperanza y motivos para la preocupación y la actuación. Con este escenario, una campaña responsable debería ir enfocada a que cada partido político exponga cuáles son sus planes y propuestas para acometer, avanzar, estancar o negar estas diferentes transiciones. Veremos.