Es una cruz que cuelgan muchos libros y autores. Todo un tipo de literatura, en resumen. Son capaces de vender un gran número de ejemplares, pero eso no es suficiente para que se ganen el respeto de la crítica, de la academia ni de los lectores en general. Son los best seller o superventas, sobre los que se da por hecho que, por muchos ceros a la derecha que puedan acumular en ventas y recaudación, no dejan de tener un contenido hueco, poco profundo, y un estilo simplón. Según expuso el crítico y escritor Sergio Vila-Sanjuán, en 2011, en su ensayo Código best seller: las lecturas apasionantes que han marcado nuestra vida, desde hace dos siglos viene difundiéndose la idea de que, tanto en literatura como en otras artes, prestigio y éxito son dos conceptos contrapuestos, y son muy pocos los autores que consiguen aunar, a la vez, éxito de venta y crítica. Entre ellos, García Márquez, Paul Auster, Hemingway o Salinger, y, en España, ahora, Eduardo Mendoza, Ruiz Zafón, Javier Cercas o Pérez Reverte, cuya novela Falcó se halla en el cuarto puesto de la lista Amazon de los más vendidos este año. También hay títulos concretos que escapan a las coordenadas que ubican superventas y mala calidad en el mismo punto. El nombre de la rosa, Orgullo y prejuicio, Diez negritos, El principito, Cien años de soledad, El perfume, Harry Potter y la piedra filosofal, son ejemplos de ellos.

Fast seller, long seller

Así que vayamos despojando prejuicios y definiendo, en un sentido literal, qué son estrictamente los superventas: son libros que venden más que el resto, lo que, aplicado, por poner un caso, a la industria editorial española actual, significa superar entre cuatro y cinco veces la tirada media, que está en torno a los 3.000 ejemplares en editoriales de tamaño medio y grande (en las pequeñas, la tirada se limita a 500 – 1.000 ejemplares). Se genera, así, un gran volumen de facturación, pero no necesariamente de rentabilidad, pues ésta depende de la inversión que se haya realizado en el libro. Eso sí, un libro puede venderse bien en sus primeras tiradas, pero no resistir el paso del tiempo y desaparecer de las librerías para no volver. Son los llamados fast sellers, y La chica del tren, en la décima posición en la mencionada clasificación de Amazon, tiene muchas papeletas para convertirse en ello. Y al contrario, algunos textos se consagran como best sellers solo con el paso de los años. Son los llamados long sellers, como Lolita o El Principito.

La dificultad de mantener la tensión

Y desde el punto de vista estilístico, ¿cómo son estos libros? Para Vila-Sanjuán, el canon literario se cuece mucho en las universidades, y tanto allí como entre los críticos literarios se tiende a primar libros en los que el estilo y el lenguaje son importantes, libros que desde el punto de vista estilístico hacen avanzar el arte de la novela. Sin embargo, los superventas, a menudo, no tienen estas dos características, porque tienden a usar un lenguaje claro y una estructura relativamente sencillos, tienden a ser libros muy comunicativos, y esto a los profesores les suele parece simplón, olvidando la incidencia que consiguen en el imaginario social y lo costoso que es escribir manteniendo de tal manera la tensión narrativa. Y es que esta literatura popular ha logrado, gracias al alcance de sus ventas, crear millones de lectores y generar códigos anclados en la lectura compartidos por mucha gente, que enriquecen el imaginario social.

Más comprensivos en las letras americanas

No en todos los países se desprecia con igual desdén al superventas. En Estados Unidos, la brecha entre alta y baja cultura, en general, es mucho más suave. La Universidad, probablemente mucho más abierta que en España, acoge, por ejemplo, seminarios sobre Stephen King. Además, para muchos, lo que potencia un superventas no es tanto el estilo del autor como una buena campaña de marketing o la prescripción en los medios de alguna persona influyente, como ocurrió cuando Vargas Llosa escribió un artículo favorable a Purga, de Sofi Oksanen, y el libro se disparó en ventas. De igual manera, determinados sellos editoriales contribuyen a dar una pátina de calidad al superventas Por ejemplo, una editorial tan poco cuestionada como Anagrama publica a éxitos de venta como Richard Ford o Emmanuel Carrère. Y también algunos premios ejercen influencia en el mercado: en las eltras castellanas, no el Nobel o el Cervantes, pero sí el Planeta, que, a diferencia del Nadal, no se ideó para impulsar a una firma prometedora, sino para crear lectores a partir de títulos escritos por nombres conocidos, estuvieran o no vinculados previamente a la literatura.