Durante gran parte de 2018, parecía que la economía mundial finalmente estaba saliendo de la situación en la que se había estancado durante una década desde la crisis financiera mundial.

Pero tras los episodios de volatilidad en los mercados de valores en el último trimestre y las malas cifras de los agregados macroeconómicos de los principales países del planeta, todo indica que la era del crecimiento persistentemente bajo, la débil inflación y los tipos de interés en niveles mínimos no ha terminado, después de todo.

El Banco Central Europeo dijo que los riesgos económicos se habían movido a la baja,el Banco de Japón recortó sus proyecciones de inflación y la Reserva Federal en la esperada última reunión que se celebró la semana pasada, sorprendió negativamente al mercado cuando anunció que los miembros integrantes del Comité de Política Monetaria no anticipaban ninguna subida de los tipos de interés para todo el año en curso en vista del parón de la economía reflejado en los últimos datos publicados, la falta de tensión inflacionista que se mantiene por debajo de su nivel objetivo del 2% y la incertidumbre sobre diversos acontecimientos geopolíticos a nivel mundial.

Los problemas que han atormentado a la economía mundial durante la última década - una población que envejece en muchas de las economías más grandes, un crecimiento débil de la productividad, ahorros globales y capacidad industrial, excesivos y escasez de la demanda mundial - no han desaparecido.

Todo esto ayuda a explicar por qué los salarios a nivel global, pero muy especialmente en países como Estados Unidos donde existe pleno empleo, se mantienen estancados y su nivel de subidas es relativamente lento en comparación con otros periodos. Malas perspectivas para lograr la inversión de la creciente tendencia de desigualdad que ha persistido en la última década.

La situación es inquietante ya que el ritmo de crecimiento es pobre, en casos cercanos a la recesión y los tipos de interés históricamente bajos, lo que significa que los banqueros centrales se encuentran desarmados para disminuir los impactos de una futura recesión.

El presidente de la Reserva Federal tuvo que anunciar que cesaría el proceso iniciado de subidas de tipos de interés porque podría poner en peligro no solo la economía estadounidense y afectaría al equilibrio económico mundial. Algunos pronostican que quizás hayamos visto la última subida de tipos de interés de este ciclo. 

Pero ¿un nivel de tipos de interés de aproximadamente el 2.4%, ligeramente por encima de la inflación puede suponer un peligro para el crecimiento económico?

La situación es aún más pesimista en la Unión Europea, donde los tipos de interés están ligeramente por debajo de cero y, sin embargo, el crecimiento de la economía se desvanece y países como Italia entran en recesión y Alemania amenaza también en el mismo sentido.

Si tenemos este crecimiento y esta inversión anémica en momento de políticas monetarias y fiscales claramente de estímulo, todo apunta a que la economía mundial carece de una sólida y fuerte estructura subyacente.

No es tanto un problema de políticas económicas desacertadas sino de falta de un soporte macroeconómico que haga eficaces estas medidas.  Sin ellas, con seguridad la situación sería aún peor.

En 2018, la inflación en los Estados Unidos y la de Europa finalmente volvió a subir al nivel del 2%, el objetivo de los bancos centrales, y la Reserva Federal continuó con su patrón de subidas de tipos de manera regular.

Todo indicaba que las viejas reglas económicas se volvían a cumplir. Un gran estímulo monetario y fiscal y en el caso de Estados Unidos, niveles de pleno empleo, se traduciría en una mayor inflación y por otro lado que la inversión privada empezaría a ganar terreno a los grandes déficits de los gobiernos. Pero a finales de año la debacle de las bolsas, la caída del petróleo y la caída de las rentabilidades de la renta fija cambiaron radicalmente el panorama.

Las inflaciones cayeron y aún mas las expectativas de inflación que volvieron a situarse en niveles alejados de objetivo Y a todo esto se le añadió la caída del crecimiento en China que eliminaba la principal fuente de fortaleza para la economía global.

Los últimos meses han dejado claro que las fuerzas que han frenado la economía mundial durante los últimos diez años no son temporales y no han desaparecido. La constatación la ha dado la Reserva Federal en el comunicado de su última reunión. Pero en realidad, la economía mundial no está en crisis, experimenta un prolongado periodo de bajo crecimiento que se podía extender aún mas en el tiempo.

Lo que pasa en Japón viene al caso.  El país cuyo PIB suponía el 17% del PIB mundial lleva sin crecer desde mediados de los años 90 hasta pasar a aportar tan solo el 4% del PIB mundial. Tipos de interés cero durante todo el periodo, una política monetaria ultra-expansiva que se ha mostrado ineficiente para elevar los niveles de inflación y estimular el crecimiento.

La pregunta ya se ha planteado entre economistas ¿Es necesario mantener un nivel determinado de crecimiento para que la economía funcione? El nivel de desempleo en Japón se mantiene en un envidiable 5%, el nivel de ingresos reales per cápita, medida utilizada para comparar niveles de vida entre países, iguala al de Estados Unidos en un 0,7%, el índice de criminalidad es de los mas bajos del mundo y la esperanza de vida de la población encabeza el ranking mundial.

Es cierto que la incertidumbre sobre su futuro económico no está del todo despejada y el nivel de endeudamiento del Estado se mantiene en niveles altos, pero la evidencia de que un periodo de no crecimiento de décadas no ha afectado al nivel de vida de la población lo tenemos reflejado en cifras.

El mundo de bajo crecimiento no parece que vaya a ser solo una fase. Es una nueva realidad que estará detrás de cada pregunta y debate macroeconómico para el futuro previsible.