La semana pasada, el gobernador del Banco de España presentó el informe anual de la institución, en el que se hace un repaso de la situación económica del país, señalando además algunas de sus principales debilidades a medio y largo plazo.

Entre ellas, el servicio de estudios de la institución señalaba el preocupante descenso de la tasa de ahorro de los hogares españoles, particularmente de los más pobres, que se están endeudando no para invertir en una casa, sino para consumir. El Banco alertaba de que las expectativas de mejora económica pueden poner a las familias vulnerables en una situación de vulnerabilidad que, llegado el momento de una nueva crisis económica, podrían empeorar todavía más sus posibilidades de capear un nuevo momento negativo.

La Ministra de Economía y Empresa contestó a esta advertencia señalando que si hay familias que no llegan a fin de mes, el problema es el bajo nivel de renta y no el alto nivel de endeudamiento. En realidad, la situación se puede ver desde los dos puntos de vista: si las familias con rentas más bajas no llegan a fin de mes, es bastante probable que su nivel de endeudamiento sea mayor, sobre todo para reponer bienes de consumo duradero que quizá alargaron su vida útil durante demasiado tiempo en los años de la crisis, como automóviles, muebles del hogar o electrodomésticos. Estos bienes se consideran consumo -al contrario, por ejemplo, que la compra de un piso, joyas o títulos del tesoro, que se consideran una inversión- porque al cabo del tiempo los vamos “consumiendo” (amortizando). Es bastante normal que estos bienes se paguen a través de diferentes opciones de financiación, facilidades que ofrecen los propios establecimientos a 12 o 24 meses -en muchos casos sin intereses- y, aunque no tengan el carácter de activo inmobiliario o financiero, para muchas familias son el único “activo” que tienen. En otras palabras, puede -sólo puede- que este endeudamiento de las familias no se deba a que pagan la compra de la semana con la tarjeta de crédito, o piden un préstamo personal para irse de vacaciones, sino que una parte de este endeudamiento se esté dedicando a reponer estos bienes de consumo duradero. Pese a la desaceleración, la venta de automóviles creció un 7% en 2018, muy similar a la cifra ofrecida en materia de ventas de los electrodomésticos de línea blanda (7,22% en 2018).

Tendremos que esperar a ver los datos de la encuesta de presupuestos familiares de 2018 para identificar si las tendencias de consumo han mantenido su crecimiento en otros segmentos, pero atendiendo a la serie hasta 2017, el consumo familiar en bienes duraderos, como los muebles y los vehículos, estaba en 2017 todavía por debajo de los niveles previos a la crisis. 

Renta media hogares

La pregunta clave no es sólo hasta qué punto el crecimiento de este consumo de bienes duraderos se está haciendo a través del endeudamiento, en un contexto de bajos tipos de interés que se van a prolongar al menos hasta el año 2020. También tenemos que preguntarnos si este nivel de consumo de los hogares puede mantenerse como motor del crecimiento económico en estos momentos de debilidad de la demanda externa debido a la desaceleración del comercio internacional. Si los hogares están endeudándose para poder hacer frente a su consumo, es previsible pensar que los ritmos de crecimiento de dicho consumo tenderán a reducirse más pronto que tarde, por lo que llegará un momento en el que el consumo no sea el motor del crecimiento económico. En otras palabras, estamos agotando la capacidad de la demanda interna para seguir tirando de la economía española, y la demanda externa se encuentra sometida a fuertes tensiones debido al parón del comercio internacional.

¿Qué solución tenemos ante esta situación? Podemos repetir la experiencia de los años previos a la crisis, aprovechando los bajos tipos de interés para incrementar nuestro endeudamiento privado. Sería un gravísimo error que pagamos con una década perdida para la economía española. La otra solución es menos evidente, pero más efectiva: si los salarios crecen, y crecen lo suficiente, los niveles de consumo podrán mantenerse y las familias no tendrán que seguir endeudándose para hacer frente a sus necesidades de consumo.

Pese a que el PIB de España recuperó sus niveles previos a la crisis en 2017, la renta disponible para los hogares sigue por debajo de la disponible en 2008. La OCDE acaba de señalar que España es el país de la OCDE donde más han crecido el porcentaje de población son salarios bajos, y la renta media por hogar estaba en 2016 -ultimo dato disponible- un 10% por debajo del dato de 2008. Desde la recuperación, el consumo ha crecido por encima de la renta disponible. No podemos repetir el error de sustituir una adecuada distribución de la renta con el recurso al endeudamiento. Así que si queremos evitar que las familias más golpeadas por la crisis, y que no han accedido a los beneficios de la recuperación, vuelvan a “vivir por encima de sus posibilidades” (frase condenable donde las haya), lo mejor que podemos hacer es mejorar sus posibilidades presentes y futuras a través de una adecuada distribución de la renta. Todos saldremos ganando con ese cambio.