El mes de abril es el mes en el que, cada año, la Agencia Tributaria arranca la campaña para presentar la declaración de la renta, un impuesto de los denominados “directos” porque su recaudación está directamente vinculada a la renta de la persona declarante. Así, cada año, aquellos que están obligados por su nivel de renta presentan una declaración en la que señalan cuánto ganaron en el ejercicio anterior, cuánto le retuvieron a cuenta y, dependiendo de ambos factores, si su declaración está ajustada, sale a pagar -la retenciones no son suficientes para saldar la cuenta con el fisco- o a devolver -se ha retenido más de lo que sería necesario.

Es, además, el impuesto más progresivo que existe: cuanto más se gana, mayor es el porcentaje de impuestos que se debe pagar, en función de determinados tramos y en función de los denominados tipos marginales. El tipo marginal es el tipo que se aplica a una cuantía hasta que alcanza el siguiente tramo de renta, incluyendo el ultimo tramo, que termina en los 60.000 euros, y desde el que se aplica el tipo marginal correspondiente, en función tanto del tipo estatal como del tipo de cada comunidad autónoma.

El IRPF es un impuesto que tiene dos tramos: uno que se paga a nivel estatal, y otro que se paga a nivel autonómico. Aunque los tramos de renta son similares, no tiene por qué serlo el tipo marginal, de manera que existen algunas diferencias entre comunidades autónomas. Así el tipo marginal en la Comunidad de Madrid, para rentas superiores a 60.000 euros, es del 45%, mientras que el tipo máximo en la Comunidad Valenciana es del 52%. Estos son los tipos marginales, pero no los tipos efectivos, que son sustancialmente menores. Unos rendimientos del trabajo de 100.000 euros suelen pagar, en función de las circunstancias, un tipo efectivo de alrededor del 33%, mientras que unos rendimientos del trabajo de 28.000 euros -el salario medio en España- paga un IRPF de alrededor del 15%, de nuevo dependiendo de las circunstancias. El salario más frecuente, que se situaba en 2020 en 1350 euros, no tiene retención de IRPF.

Por esto mismo, y dadas estas características de alta progresividad, es muy difícil establecer criterios medios para evaluar el IRPF. Cuando se dice que los madrileños se han ahorrado 557 euros de media en impuestos es completamente engañoso. Veamos: los ahorros de impuestos de la Comunidad de Madrid se centran en las siguientes cifras desde el año 2004: 45.000 millones provenientes del impuesto de donaciones y sucesiones, 12,200 millones de euros en patrimonio y 9100 millones en IRPF. ¿Magníficas noticias para los madrileños? No tanto, ya que utilizar las medias para analizar impuestos tan progresivos es un camino completamente erróneo. Por poner un ejemplo: el impuesto de patrimonio, en 2020, supuso en la Comunidad de Madrid una carga impostiva de 992 millones de euros, que no se cobraron porque el impuesto está bonificado en esta región. El resultado: según la media, cada madrileño (hay 6,62 millones de madrileños) se ahorró 162 euros por ese impuesto. Según la realidad, los 19.000 madrileños más ricos, con patrimonio medio declarado de más de diez millones de euros, se ahorraron en promedio 52.000 euros. Es decir: el 0,2% de los madrileños se ahorraron 52.000 euros de media, el 99,8% de los madrileños se ahorró cero. Por esto mismo no se puede hablar alegremente de los ahorros de impuestos “en promedio” cuando los promedios se basan en datos cuya distribución es tan desigual.

Lo mismo podría decirse de la tasa impositiva media: supongamos dos personas, una que gana 100.000 euros y tiene un IRPF de 32%, y diez que ganan 15.000 y tienen un IRPF del 2%. El tipo “medio” del impuesto sería del 14% (resultante de sumar el 32% de 100.000 y el 2% de 150.000 y dividirlo entre 250.000). Si subimos el tipo a la persona que gana 100.000 dos puntos, y le bajamos medio punto a las personas que ganan 15.000, sus nuevos tipos serán de 34% para el que más gana y de 1,5% para los que menos. La recaudación total, sin embargo, sube y el tipo medio es del 14,5%, aunque diez de las once personas con las que hacíamos nuestros cálculos ha salido ganando. De nuevo las medias son malas consejeras.

Pero, entonces, ¿cómo saber si los impuestos realmente suben o bajan? Para los cálculos agregados, el indicador más adecuado es la ratio impuestos/PIB. Ni los números fríos, ni los cálculos estúpidos y engañosos -como el índice de “esfuerzo fiscal”- nos dicen gran cosa. La referencia fundamental para conocer la presión fiscal de una economía es la ratio entre ingresos fiscales en relación con el PIB. Y aquí, de nuevo, sorpresa. Después de un año escuchando que el gobierno se estaba “forrando” con los impuestos gracias a la inflación, ya tenemos el dato de presión fiscal para 2022: en España, en 2022, la presión fiscal bajó hasta el 38,7% desde el 39,02% de 2021. Es decir, que la presión fiscal en España ha bajado en 2022. ¿Sorprendente, no? Sólo para los que han abusado en sus análisis de tipos promedios de IRPF, cifras nominales sin corregir por el nivel de precios, y otros trucos contables para apuntalar un discurso que señala a España como un infierno fiscal, cuando, en realidad, sigue manteniendo una presión fiscal por debajo de la media de la Eurozona