Hace unos años, no pocos ya, Internet evolucionó. Hasta aquellos días había sido una extensión más de la organización social que predominaba en el mundo, y el ciudadano de a pie un mero receptor de información cuyo canal de entrada se había ampliado considerablemente. Medios de comunicación digitales, tiendas online, más porno del que cualquier ser humano en su sano juicio podría digerir... pero, en esencia, si no se quedaba satisfecho con la experiencia tenías las mismas desalentadoras opciones para reclamar legítima compensación, o venganza, que es más español. Y llegó lo que se denominó la web 2.0. Una vuelta de tuerca en la que usted, yo y ese señor de Murcia adquiríamos las mismas armas que cualquier gran grupo de comunicación o multinacional para hacer oír nuestra voz. Bueno, quizás no tanto, pero sí en esencia. Las herramientas que acompañaban la evolución permitían publicar contenido de forma sencilla, compartirlo con personal que tuviese las mismas inquietudes y conversar para movilizarse de forma coordinada si el atropello por parte del gigante requería de una respuesta más contundente. Ahí están los de la Puerta del Sol, sin ir más lejos. Mientras gran parte del pueblo asumía con naturalidad el cambio, empresas, políticos y medios de comunicación sufrían en silencio su desconcierto. De hecho hoy, y ya ha llovido, muchos siguen en esa peligrosa encrucijada mientras su habla de sus productos o gestión en cientos de foros, redes sociales o blogs. Viven ajenos por completo a la marea de conocimiento, no sólo críticas, que anida en tantas aportaciones individuales.

Era evidente que se precisaba ayuda, y en estas lides comenzó a forjarse un nuevo perfil profesional, denominado Community Manager, o gestor de comunidades online. A algunos no les gusta el anglicismo, y muchos prefieren otro nombre, pero lo que la inmensa mayoría tiene claro es que nadie con una actividad que requiera del concurso de los ciudadanos para su buena marcha puede vivir de espaldas a lo que estos dicen. Porque ahora se les oye, y mucho. Prestar atención a la gran conversación que se genera alrededor de una marca - o un político - es indispensable para poder mejorar y rectificar si es necesario. Contestar y atender las demandas que se realizan de forma pública y a la vista de todos se ha convertido en un deber. El rol del Community Manager no tiene más misterio que la interlocución entre los estamentos de cualquier organización y los destinatarios de su actividad. ¿Quién puede hacerlo? Cualquiera. No es un trabajo destinado sólo a las élites de iniciados o gurús a tiempo parcial. Únicamente hay que tener cuidado y no caer en las garras de quienes al calor de la moda y la necesidad dejarán nuestros bolsillos tiesos con unos programas de formación tan poco serios como sus promotores. Si tiene usted ganas y tiempo, algo de mano con esto de Internet y le recomiendan algún curso digno, podrá ampliar sus aptitudes profesionales en un campo al que le queda recorrido. No está de más en estos tiempos. Podrá decir que ya es Community Manager, o como quiera llamarlo.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger. En Twitter @ionantolin