Dos veces por semana, Manolo imparte un taller de "alfabetización económica" en el barrio de Vallecas. Sus alumnos son jóvenes de entre 65 y 85 años con inquietudes intelectuales. Son jóvenes, les decía, porque a pesar de sus edades prefieren estudiar a Keynes y el "Flujo Circular de la Renta", que jugar a las cartas en la taberna de Gregorio. El objetivo de las clases no es que los discípulos salgan doctores en la materia, ni siquiera que le hagan sombra Krugman, sino que comprendan la lógica de los fenómenos económicos. Aunque sea un curso de iniciación, el alumnado no parte del kilómetro cero sino que saben de que se habla cuando su profesor nombra el gasto, los ingresos, la deuda, las compras y las ventas. Lo saben, cierto, porque a lo largo de sus vidas han tenido que gestionar su propia casa; y la Oikos Nomos – etimología de la palabra economía – no es otra cosa que el arte de administrar el patrimonio. Al fin y al cabo, gastar diez euros del bolsillo – por poner un ejemplo – es una decisión económica. Lo es, les decía, porque nuestras necesidades de compra son – virtualmente – infinitas y los recursos con los que contamos escasos; luego tenemos que pensar con acierto qué compramos y a qué renunciamos. Pues bien, tales decisiones, que todos aprendemos desde niños, son similares a las que toma el Gobierno cuando administra su casa – la nuestra -, la suma de todas las economías domésticas. Hoy, la clase versa sobre política económica. Una clase interesante, si tenemos en cuenta que hace pocos días se ha presentado el planteamiento económico de
Podemos.
Los sistemas económicos – en palabras de Manolo – son el conjunto de soluciones a los problemas sobre orientación, organización y distribución de la producción. Responden a las cuestiones: qué, cómo y para quién producir. Mientras
Adam Smith - precursor de la Escuela Clásica – defendía que el Estado es un problema para los mercados,
Maynard Keynes, por su parte, defendía la intervención del Estado como solución a los problemas del mercado. Es, precisamente, este debate sobre la dosis de intervencionismo estatal en la economía, el que ha separado a neoliberales y socialdemócratas desde los tiempos de la Bastilla. En tiempos de bonanza económica – en palabras del maestro – es necesario aplicar medidas contractivas. Medidas consistentes en restricciones del gasto público y aumentos de los impuestos progresivos. Aumentos de los tributos, cierto, como estabilizadores automáticos para frenar los brotes inflacionistas y, por tanto, la pérdida de valor adquisitivo de las monedas circulantes. En tiempos de recesión y crisis económica son recomendables medidas expansivas. Medidas consistentes en aumentos del gasto – consumo e inversiones públicas, transferencias e intereses de deuda pública – y bajada de impuestos para estimular la demanda agregada. En resumen, soluciones keynesianas para los tiempos pesimistas y clásicas para las coyunturas favorables.
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