“Hay familias senderistas que cantan mientras recorren carriles y sendas en zonas boscosas y márgenes de ríos alegres”, afirma el columnista Alfonso Ussía, quien se autorretrata en La Razón sobre la caza, el cuidado de la naturaleza y sus criaturas.

Sí. Ussía mezcla la caza con la virtud de considerarse a sí mismo como un "enamorado de la naturaleza y de sus criaturas: una antítesis algo inexplicable. 

Todas estas argumentaciones hacen referencia al incidente sufrido por un grupo de senderistas que tuvieron la "mala idea" de ingerir cerezos salvajes -conocidos como 'guindos'- que nacen y crecen en las inmensas frondas de Liébana (Cantabria), y que son un alimento que "enloquece" a los osos.

"El oso y el hombre comparten aficiones gastronómicas. La miel, los guindos y otras delicias. Y los del grupo se afanaron en comer guindos desconociendo de ahí el inconvenienteque un oso merodeaba por los alrededores", sostiene en su columna.

Y es que, como describe Ussía, una osa recién parida merodeaba por los alrededores con dos "graciosos" oseznos. Es entonces cuando los senderistas escuchan el gruñido del animal que reclama lo que es "suyo" y salen despavoridos senda hacia abajo. 

Es en esta parte de la historia cuando el autor comienza a utilizar argumentos que, o bien forman parte de alguna broma bien prevista, o simplemente intenta convencer al lector de que la caza es la mejor forma de preservar y mejorar las sierras y dehesas españolas

Pero antes de llegar a esta conclusión, Ussía describe a los dos tipos de animalistas, que a su juicio, existen en nuestra sociedad: "Hay dos tipos de animalistas. Los que aman a los animales y mantienen una rigidez elemental en contra del equilibrio de sus poblaciones, y los que viven de las subvenciones. Unos y otros aborecen a los aficionados a la caza, que son los únicos que colaboran en la mejora de las diferentes especies de nuestras sierra y dehesas", afirma con seguridad. 

Para finalizar un texto que intenta entre líneas— mostrar las maravillas del mundo de la caza y justificar el control de esos animales "que un día atacarán a un niño y el problema será aún peor"; Ussía alaba a los propietarios de los cotos "que gastan su dinero en aumentar y mantener la calidad de sus reses". 

Y es que, "mientras el dinero llegue de Europa, los osos estarán en peligro de extinción... hasta que se extinga algún senderista. Y entonces, el lío".