Falta poco para que se cumplan dos años de los espantosos días del incendio de Quintanilla del Coco, Burgos, en julio de 2022, y los pocos obreros disponibles se afanan en reconstruir, apilados los materiales en palés esparcidos por sus calles, aquí y allá, en Quintanilla, Silos y Santibáñez del Val, viviendas y edificaciones auxiliares que aún están a medias, pero van recobrando sus formas, sus cubiertas de madera en el tejado y sus paredes de piedra, si bien, sus alcaldes lamentan lo difícil que es encontrar cuadrillas de albañiles dispuestos a trabajar con la urgencia que los vecinos demandan.

Quintanilla del Coco. F.V.
Quintanilla del Coco. F.V.

“No hay gente”, dice, moviendo la cabeza, apenado, el alcalde de Quintanilla del Coco, Domingo del Pozo —51 habitantes en 2023 frente a los 400 de hace un siglo, en intensa progresión descendente—, afirmación a la que se suma el regidor de Santo Domingo de Silos, Emeterio Martín, municipio emblemático del turismo de la zona —261 habitantes según el INE en 2023 que fueron 1.110 hace un siglo—, cuna del canto gregoriano y sede del Monasterio cuyos monjes benedictinos fueron evacuados, también, de la Abadía, durante el incendio del vecino Quintanilla, a ocho kilómetros y medio.

El drama de Santibáñez

La alcaldesa de Santibáñez del Val, Ana María García, que aquel día de julio estaba fuera del pueblo, reconstruye también el pasado a partir del momento en que recibió una llamada de su madre, de 82 años —cuya casa devoró el incendio— contándole que se oía que se estaba quemando Quintanilla, a poco más de 3 kilómetros, y que en el pueblo se estaban preparando, por si acaso.

La alcaldesa de Santibáñez, mostrando las obras de reconstrucción de las viviendas destruidas por el fuego. F.V.
La alcaldesa de Santibáñez, mostrando las obras de reconstrucción de las viviendas destruidas por el fuego. F.V.

“Le dije a mi madre dónde estaban las llaves del depósito de las mangueras y ella y una amiga suya, que tiene 84, se las llevaron a las bocas de riego que hay por el pueblo con mi sobrino de 17 años”, relata, como si aún lo estuviera viviendo.

“Entre todos empezaron a regar las edificaciones y los jardines, por si el fuego llegaba, para que estuvieran fresquitos, mientras yo les iba informando de lo que me contaban por los chats de WhatsApp de las asociaciones de la zona y lo que me iban diciendo el alguacil y el guarda del coto, que estaba en el monte”, recuerda.

La regidora evoca que, gracias a esa visión de conjunto, cuando supo que se evacuaba Silos, avisó por el chat del pueblo a sus 72 vecinos, que dirigía fuera la Guardia Civil: “¡A Silos no vayáis, id a Yecla!”, les dijo.

“Creo que en el fondo, hubo suerte, porque si yo hubiera estado aquí, sólo habría reaccionado, moviéndome de un lado a otro, pero no habría podido coordinar, como hice desde lejos”, reflexiona.

Los huertos que separan la calle que las llamas asolaron de una vía paralela, más allá del Mataviejas, detuvieron la lengua de fuego que llegaba por el río a Santibáñez, pero buena parte de las casas sucumbió a la catástrofe.

García regenta dos casas de turismo rural en el pueblo que ‘salvaron los muebles’, aunque el fuego destruyó los jardines y el mobiliario que los decoraba. “Ahora, cuando vengo a Santibáñez, me quedo en las casas turísticas, si están libres, porque la casa de mi madre ya no está”.

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Todos a salvo

Sin embargo, afortunadamente, el trabajo en equipo, “el único camión de bomberos que llegó al pueblo” —lamenta la alcaldesa—, la Guardia Civil y el arrojo de los propios vecinos permitieron que en el balance del pavoroso incendio sólo cuenten los daños materiales.

“Mi madre, que era la única que tenía carnet de conducir, se puso al volante del coche familiar, con mi padre detrás, la vecina, tres perros y mi sobrino que le decía: ‘Abuela, no mires a los lados’, porque estaban rodeados por el fuego; pero otros vecinos que se dirigieron a Silos se lo encontraron en el camino y tuvieron que abandonar el coche, que se les quemó, y tuvieron la suerte de ser rescatados por una ambulancia que los devolvió a Quintanilla”.

Santibáñez es tuyo”

“Así que me vine desde Asturias al centro de mando de Burgos, parando a cada rato para responder mensajes”, cuenta, “y les decía: ‘¡Pero mandad bomberos!’, porque cuando llegué, aquí aún no había más que un vehículo de bomberos; seis horas sin bomberos”, subraya, “porque de Quintanilla se fueron a Silos y podían haberlo parado para que no nos afectara tanto”.

Cuando Ana García llegó a Santibáñez, a la mañana siguiente, recuerda que había más periodistas que bomberos. “Me di un paseo por el pueblo, me dediqué a contar las 86 casas, hice fotos de todas y no sé qué dije en la Cadena Ser de Aranda, que empezó a llamar gente ofreciendo su ayuda”.

“Yo he llorado con los bomberos de Huerta del Rey, porque lo vivieron y sintieron impotencia. Y esos bomberos hicieron camisetas con una frase que dije en la radio, ‘Santibáñez es tuyo’, y se vendieron muchísimas”, dice con entusiasmo.

Pero añade, con expresión de desconsuelo: “Yo estaba triste, pero también enfadada”, y señala la casa del vecino de la esquina, junto al Mataviejas, que salvó su vivienda, pegadita al río, pero hoy intacta, con ayuda de ese único camión de bomberos y las mangueras del pueblo, porque cuando fue desalojado, regresó.

“Lo más importante es que la gente recupere el pueblo, vuelvan quienes vivían fuera y asentar nuestras raíces, nuestros valores de grupo; estoy muy orgullosa de lo que hemos hecho y de quienes han creído en el sueño que teníamos y que han ayudado a que nuestro sueño se haga realidad, de quienes han venido al pueblo y comprado la camiseta de los bomberos de Huerta del Rey, que nos han ayudado, a la gente buena que ha trabajado al unísono, a todo el trabajo que no se ve”.

“Es el momento de poner en valor”, dice María Pardo, directora general de Vivienda de la Junta de Castilla y León, “el trabajo de estos alcaldes y alcaldesas, su dedicación, muy superior a lo que se puede exigir a un responsable público, y su empeño encomiable para que la vida de su pequeño pueblo pueda ser normal dentro de la desgracia”.

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