Oriol Junqueras fue reelegido presidente de ERC el pasado domingo y solo ha dejado pasar un par de días para corregir su férrea negativa a considerar al PSC como una opción para negociar los presupuestos de la Generalitat, ni siquiera como una hipótesis teórica de trabajo. “Aprobar unos presupuestos es mejor que no aprobarlos”, sentenció en TV3 y luego puso una condición previa a los socialistas catalanes para ser merecedores del honor de hablar de las cuentas autonómicas: “Reconciliarse con el 80% de los catalanes”. La boutade con la que pretendió desdibujar su cambio de posición no engañó a sus ex socios de Junts (la única alternativa a los socialistas para permitir la aprobación de los presupuestos); al poco de oír las afirmaciones del presidente de ERC, en Junts ya daban por inevitable un nuevo tripartito de izquierdas.

Ni tanto ni tan poco. Ciertamente Junqueras ha cambiado de posición, abriéndose tácitamente a hablar con el PSC, y desdiciéndose de su ligereza de hace un mes, cuando aseguraba que era mejor unos presupuestos prorrogados que unos presupuestos aprobados con los votos socialistas. Desde aquel día, el presidente de la Generalitat ya se ha reunido con Salvador Illa, el líder de los socialistas, y él ha conseguido una reelección cómoda como presidente del partido. Su pragmatismo recién recuperado no puede ser considerado de todas maneras como la antesala de un acuerdo con el PSC, tal vez sea solo un amago para hacer creer a Junts que en ERC están dispuestos a todo para sacar adelante los presupuestos, de negarse ellos a votarlos favorablemente.

Para Pere Aragonés, obtener tras la ruptura del gobierno el apoyo de Junts a los presupuestos sería el mayor éxito de su carrera política, tras haber conseguido ser investido presidente de la Generalitat por los ahora exsocios. Hacerlo con los votos del PSC supondría abrir la puerta a todas las especulaciones sobre el retorno del tripartito y conceder a Salvador Illa una victoria que, supuestamente, consolidaría sus expectativas electorales. Resignarse a la prórroga presupuestaria sería un fracaso por todo lo alto del gobierno en solitario de los republicanos que, probablemente, mermarían algo más sus cálculos electorales. La prórroga significaría asumir su incapacidad para sumar apoyos y condenar a la Generalitat a perder los 3.000 millones de crecimiento previsto en el borrador que dejó listo el exconseller Jaume Giró.

Lo único cierto por ahora es que ERC ya ha comprobado que gobernar con 33 diputados es un improbable profetizado por todos los oráculos y que por mucho que negocien con los comunes no les alcanza ni para acercarse de lejos a la mayoría necesaria. Ayer mismo, tuvo que retirar una nueva moción por falta de votos, en este caso el apoyo al plan piloto para comprobar la eficacia de la Renta Básica Universal en 5.000 catalanes que recibirían 800 euros al mes durante un máximo de dos años. El ambicioso proyecto, pactado con la CUP, debería incorporarse a los presupuestos de 2023, en el caso de poderse tramitar las cuentas.

El cambio de posición de Junqueras respecto a la bondad de disponer de unos presupuestos nuevos, aunque haya que hablar con el PSC, sea un guiño a los socialistas o una advertencia a Junts para que se repiensen su negativa, fue presentado con una condición previa para los socialistas. Que se sumen, ni más ni menos, al 80% de los catalanes que Junqueras presume de representar. Descontando que el PSC obtuvo en las últimas elecciones un 23,04% de los votos válidos emitidos en las autonómicas, la utilización de este porcentaje de catalanes que según ERC están a favor de un referéndum de autodeterminación se ha convertido en un recurso habitual para eludir su actual posición minoritaria en el Parlament. De hecho, el gobierno de Aragonés se presenta como “el gobierno del 80%” para soslayar su minoría absoluta.

Junqueras exprimió este lunes un poco más la magia de este 80% con el que el PSC estaría en deuda. Según el presidente de ERC, este porcentaje incluiría, a partir de ahora, no solo a los partidarios de la autodeterminación y los contrarios a la represión atribuida al estado por el independentismo, sino también, para más inri para el PSC, a los defensores de la negociación sincera con el gobierno de Pedro Sánchez, y también a quienes aspiran a que los trenes funcionen y que los fondos europeos lleguen a la Generalitat.