Junts ha decidido no reeditar el pacto que tenía con el PSC en la Diputación de Barcelona, arriesgándose a quedarse fuera de la institución provincial, su mayor púlpito de poder municipal. La pérdida por parte de Xavier Trias de la alcaldía de Barcelona a manos de Jaume Collboni ha dejado marca en el partido de Carles Puigdemont, hasta el punto de afirmar su portavoz, Josep Rius, que “habrá un antes y un después de aquella operación de estado”, se entiende que respecto de sus relaciones con los socialistas y con el gobierno de Madrid.

Está por ver si este golpe sobre la mesa de Junts tiene su continuidad con un acuerdo con ERC, primero en la diputación barcelonesa y después en la política en el Congreso. El Consell per la República, desoyendo las propuestas de llamar a la abstención en las elecciones generales, promueve una entente independentista para que los diputados de Junts y ERC puedan condicionar la investidura de un presidente español, hasta el punto de comprometerse a no votar a nadie de no aceptar ninguno de los candidatos el derecho a la autodeterminación.

Este cálculo de un optimismo maximalista de Puigdemont contrasta con los temores del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, que hace unas semanas propuso sin éxito que todas las fuerzas independentistas unieran para resistir el embate contra Cataluña de un eventual gobierno de PP y Vox. La música de las propuestas del presidente del Consell per la República es conocida, sin embargo, desde hace años es rechazada sistemáticamente por ERC. De la misma manera que Junts desoye automáticamente las iniciativas de Pere Aragonés.      

Aunque no tenga el empaque de un frente común de los diputados independentistas en Madrid, la decisión de Junts de no hablar con el PSC del gobierno de la Diputación de Barcelona, obliga a Junts a negociar con ERC para intentar configurar una mayoría alternativa a la que puedan crear los socialistas. El PSC tiene 17 diputados provinciales y Junts, 12. ERC tiene 11 y En Comú Podem, 5. El árbitro principal volverá a ser el PP, que con sus 4 votos puede decantar el resultado, como hizo en el Ayuntamiento de Barcelona. Hay que hacer un gran esfuerzo de imaginación para creer que los Comunes repitan jugada, aunque nada está escrito.

De todas maneras, la situación de la corporación provincial no es exactamente la del ayuntamiento barcelonés. En el pleno de la diputación hay tres votos de diputados provenientes de candidaturas locales. Junts per Igualada y Impulsem Penedés están contados dentro de los 12 de Junts y el tercero, Tot per Terrassa, va por libre, aunque hay que tener en cuenta que su líder, el ex socialista Jordi Ballart, gobierna Terrassa con los votos de los partidos independentistas. En función de lo que decidan estos tres diputados locales, la presidencia del ente provincial caerá del lado del PSC o de Junts, siempre y cuando ERC lo apoye. Existe una tercera hipótesis, el pacto de izquierdas, promovido por En Comú Podem, que alcanzaría la mayoría absoluta con los votos de PSC y ERC, pero que se presenta casi como una entelequia tras lo sucedido en el Ayuntamiento de Barcelona.

Las negociaciones cruzadas están en marcha y no debería descartarse ningún desenlace. El antecedente más inmediato en la elección de Jaume Collboni así lo aconseja. De momento, la maniobra del PSC en Barcelona, cuyos riesgos eran evidentes, está condicionando el futuro de la Diputación de Barcelona, que, aunque no tiene el peso político de la alcaldía barcelonesa, tiene una influencia decisiva en la política municipal de centenares de consistorios de la provincia. El PSC arriesgó entonces y ahora arriesga Junts, que omitiendo los consejos de Xavier Trias favorables a renovar el acuerdo con los socialistas, pretende arrebatarles esta posición de poder municipalista. De no salir bien la jugada, Junts quedaría en la nada municipalista.