Las quinielas pucelanas situaban al exalcalde de Valladolid, Óscar Puente, en algún ministerio del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, incluso en el que finalmente ocupa, Transportes y Movilidad, sobre todo después de su lanzamiento en el Congreso de los Diputados durante la fallida investidura de Alberto Núñez Feijóo; pero Ana Redondo, quien fuera portavoz del PSOE en las Cortes de Castilla y León y, en los últimos ocho años, mano derecha y concejala de Cultura de Puente en el Ayuntamiento, no parecía estar en el bombo. Dicen que estas cosas sólo están en la mente del presidente, y que a menudo sorprende.

Los dos ministros vallisoletanos se han forjado en los últimos tiempos en el Ayuntamiento de Valladolid, que desde mayo está en manos de la coalición PP-Vox, nuevo gobierno municipal a consecuencia de ajustadísimos resultados electorales que retrotrajo a Puente a la oposición y devolvió a Ana Redondo a su puesto en la Universidad, donde ejercía, antes del Ayuntamiento y después, hasta hoy, como profesora de Derecho Constitucional.

De las cenizas de León de la Riva

Puente tomó los mandos del Grupo Municipal Socialista en 2008, en la oposición de Javier León de la Riva, cuando la hoy eurodiputada de Ciudadanos, Soraya Rodríguez, hasta entonces presidenta del PSOE en el Ayuntamiento, fue reclamada como secretaria de Estado de Cooperación por José Luis Rodríguez Zapatero.

Ana Redondo aterrizó en el Consistorio vallisoletano en 2015, como número dos de Puente, dejando atrás las Cortes castellano y leonesas, para ejercer de portavoz durante las negociaciones del PSOE y la coalición de izquierdas Valladolid Toma la Palabra, con la comanda de conseguir el consenso que había de terminar con los veinte años de gobierno de De la Riva.

Los dos concejales

Los ocho años siguientes, Puente y Redondo dirigieron los destinos del Ayuntamiento de Valladolid y, por tanto, de la ciudad del Pisuerga; el primero, desde la Alcaldía, y la segunda, desde la Concejalía de Cultura y Turismo, de la que salió en mayo de 2023 para regresar a la Universidad de Valladolid.

Óscar fue el transformador de la movilidad de la ciudad, creando carriles bici o reservados a autobús y taxi, en clara apuesta por la movilidad sostenible, así como facedor de acuerdos sociales y empresariales; y Ana, la imagen de la SEMINCI, los concursos nacional e internacional de pinchos, la Sociedad Mixta de Turismo o la Feria del Libro, que con ella regresó a la plaza Mayor.

A Puente se le pueden achacar muchas cosas, pero difícilmente se puede discutir su capacidad para la gestión municipal, que ahora tiene el reto de trasladar a lo nacional.

En Valladolid, el ahora ministro movilizó negociaciones con grandes empresas extranjeras que anunciaron su instalación en la ciudad y la creación de miles de empleos, le dio una vuelta al transporte en la ciudad, apostó por los servicios sociales y las pequeñas obras en los barrios, fue el azote de la Junta de Castilla y León, consiguió para la ciudad la Gala de los Goya 2024 y llevó las riendas de los conciertos internacionales en las fiestas de septiembre.

Los retos

Puente sobrevuela ahora el Ayuntamiento de Valladolid desde un ministerio que tiene todo que ver con el hecho de que, aún ganando las elecciones en cuanto a votos, no consiguiera revalidar la Alcaldía.

Desde su decisivo puesto en el Gobierno, él será quien decida si el soterramiento del tren en Valladolid, principal promesa de su antagonista en los comicios de mayo, Jesús Julio Carnero, del PP, tiene euros en su cartera o no.

Y pinta que la promesa de Feijóo de sacar el soterramiento adelante (el proyecto lleva décadas en el cajón) si llegaba a la Presidencia del Gobierno, va a ser que no, puesto que el proyecto de Puente como alcalde era la integración ferroviaria, ante el imposible coste del soterramiento, cargado de deudas de la época del PP.

El nuevo ministro tiene, además, el reto de sacar adelante autovías eternamente postergadas en la comunidad autónoma que él mismo ha reclamado, como la Valladolid-León o la A-11, de Valladolid a Soria, en la que se agolpan los accidentes mortales.

Redondo, políticamente correcta y cordial en el plano corto, ha sabido mantener lo fácil y escatimar lo difícil en una ciudad que no es fácil de tratar en lo que a la cultura se refiere.

Las críticas al inmovilismo desde algunos sectores y las sonrisas se sucedieron a su llegada al equipo de Gobierno, en el que ocupó el lugar de la ahora diputada nacional Mercedes Cantalapiedra, quien fuera mano derecha de Javier León en el PP.

Ana Redondo, durante estos años, fue una cara amable, comprensiva, pero implacable en lo que a sus decisiones compitiera. Su perfil no se asemeja, ni de lejos, al de su predecesora en el Ministerio de Igualdad, Irene Montero, si bien, una nunca sabe cuándo las cosas pueden estallar.