Dicen, y no en sentido literal, que la política madrileña nunca defrauda. Tampoco en campaña. Este martes la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha presidido los actos institucionales por el Día del Dos de Mayo con la mirada puesta en el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. Tras dos días de acusaciones mutuas entre Moncloa y Sol, la Comunidad había rectificado esta misma mañana sobre su posición haciendo hueco al ministro, que había anunciado su presencia después de que la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, delegara en él la presencia al acto. Sin embargo, en el equipo de Ayuso no se lo iba a poner tan fácil.

Para empezar con la foto. Dejando a un lado el incidente provocado por el equipo de protocolo de la Puerta del Sol, en el que se ha cortado el paso a Bolaños en la escalinata de la tribuna instalada sobre la placa del kilómetro cero para la parada militar impidiendo que subiera, Ayuso se ha rodeado de Anna, Snifana, Yevien, David, Ruslan y Sofía, seis niños ucranianos que estudian en colegios de la región, que, a modo de cortafuegos han alejado a la ministra de Defensa, Margarita Robles, y al propio Bolaños de la presidenta, ataviada con una hombrera homenajeando el traje de goyesca, ha preferido por adornar a los miembros del Ejecutivo. Un 'dejad que los niños se vengan a mí' que ha servido para que ambos, Gobierno central y autonómico, escenifiquen su desencuentro a las puertas de la cita electoral.

Ambos salen ganado: Ayuso, que ha llenado la plaza con autobuses fletados y lleno de militantes ataviados con abanicos de papel que repartía una carpa del PP instalada en Sol, puede escenificar su enemistad con Moncloa, tal y como lleva haciendo toda la precampaña. En el lado contrario, los socialistas, venden el "circo" y la "superficialidad" en la que la presidenta madrileña, dicen, ha convertido la fiesta de todos los madrileños. Dos patas de la misma mesa que han supuesto un quebradero de cabeza para los líderes de otros partidos, conscientes de que lo que contaran a los periodistas aprovechando el espacio no iba a calar. Ni siquiera la puesta en escena de Lobato, que ha comparecido con el alcalde de San Fernando de Henares, Javier Corpa, para exigir "dignidad y respeto" por los afectados por la Línea 7B de Metro que se manifestaban a tan solo a unos metros de la madrileña Puerta del Sol ha servido como cortahumos a la tensión entre administraciones.

Dentro más de lo mismo. Los habituales corrillos entre periodistas y políticos, Gallardón y Esperanza Aguirre compartiendo asiento sin tener nada que decirse, Begoña Villacís, nuestra Meghan Markle, luciendo una capa en la que se hacía referencia a su campaña electoral; Alberto Casero, que aguantaba alguna que otra broma sobre su sonado error en la votación de la reforma laboral; Carmen Lomana explicando por qué Alejandra de Rojas no es hija de Juan Carlos I; camareros dándose codazos con los asistentes por portar una bandeja con palmeras de Morata de Tajuña; mucha fotito con el traje recién sacado del tinte entre parejitas; alguna goyesca arrancándose con el Madrid de Agustín Lara y mucha autoridad. Ni siquiera la posibilidad de ver en el mismo campo de visión a Andrés Pajares y Koke Resurrección  -"no parecen ni de la misma especie", indicaba una asistente- empañaba lo del protocolo. La noticia estaba fuera.

La escena que se ha vivido en la Puerta del Sol no tiene precedentes. A pie de escalera de la tribuna, dos empleadas de la Administración regional estaban cortando el paso al integrante del Gobierno de Pedro Sánchez. Mientras tanto, y con Ayuso, subían al lugar de honor Robles, ataviada con unas enormes gafas de sol dignas de una Motomami; Alberto Núñez Feijóo, el líder nacional del PP y jefe de la oposición; José Luis Martínez Almeida, alcalde de la capital; Enrique Ossorio, vicepresidente regional; Eugenia Carballedo, presidenta de la Asamblea; y el jefe de los ejércitos, Teodoro López Calderón. La imagen de Bolaños a pie de calle y junto a la tribuna servía como deleite para los fletados por el PP para permanecer sentados en las gradas. Aparte de intentar callar las voces con loas a Ayuso que provenían fuera del recinto vallado al grito de "sanidad pública", decenas de madrileños increpaban a Bolaños cada vez que aparecía su plano en alguna de las pantallas gigantes instaladas en la Puerta del Sol. "Vete ya", "Bolaños dimisión" o "ya tienes la foto", se han repetido varias veces a lo largo de la parada militar. No obstante, la presencia del ministro de Presidencia ha servido de lección pedagógica para varios de ellos. "Vete ya, delegado", gritaba un asistente frente a una de las gradas. "Ese no es, es el del suelo", le increpaba un ciudadano con el abanico del PP. "Pues ese digo", le aclaraba el primero. "Ese no es delegado de nada, es el Bolaños", le corregía dejando a su mujer el cartón tras quitarse el calor. "Qué más da, son todos igual de mangantes", se conformaba a decir mientras seguía increpando a Bolaños.

Los gritos en favor de la sanidad pública que lanzaban ciudadanos desde fuera del cordón han evidenciado el otro gran olvidado de los actos institucionales: las víctimas de la pandemia. En los laterales de la puerta de la Real Casa de Correos hay dos placas. Una recordando a los héroes del 2 de mayo de 1808 y otra a las víctimas de la pandemia. Mientras la primera ha recibido la tradicional corona de laurel, la otra estaba abandonada, con dos hierros esperando a que alguien se acuerde de ellos. Mientras tanto, Ayuso ha optado en su discurso por no hacer referencia expresa a ellos y ha decidido hacer lo mismo que con los miembros del Gobierno: dejad que los niños vengan a mí.