La sociedad catalana ya no se asombra ni sorprende por ningún motivo. Lo vivido este lunes en el Parlamento autonómico supera todo lo visto o conocido en el campo del esperpento político. Tanto y tanto hablar de un choque de trenes entre el independentismo catalán y el Estado español, y a la postre lo que sucede es un choque frontal y a gran velocidad entre dos ferrocarriles de vía estrecha, los de las dos grandes formaciones separatistas, JxCat y ERC. La ruptura entre estos partidos, miembros de la coalición de gobierno presidida por Quim Torra, era más que previsible, incluso inevitable, desde hace tiempo. No obstante, nadie podía ni tan siquiera barruntar que sucedería públicamente y en forma de mala ópera bufa, tal como ha sucedido.

Parece que ni Quim Torra ni ningún otro miembro de JxCat podía imaginar que el republicano Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán, cumpliría con su deber de cumplir y hacer cumplir la legalidad. Este solo hecho demuestra el elevado nivel de corrosión democrática que se ha producido estos últimos años  en la política catalana. Con la única oposición de JxCat, Torrent, con el apoyo de los restantes miembros de la Mesa de la cámara, ha cumplido la instrucción recibida de la Junta Electoral de Barcelona, por la que Quim Torra dejaba de ser diputado. Una instrucción avalada por una resolución del Tribunal Supremo y vehiculada por el secretario general del Parlamento de Cataluña.

A la espera de la más que probable sentencia firme que le inhabilite para el ejercicio de cualquier cargo público, consecuencia judicial a su desobediencia contumaz a órdenes recibidas de la Junta Electoral Central, Quim Torra ya no es diputado autonómico, pero sigue siendo aún presidente de la Generalitat. Un hecho como este, avalado por casi todos los grupos parlamentarios pero considerado por el propio Torra y JxCat como un delito de lesa traición a la patria, ha dado lugar a escenas lamentables y difícilmente olvidables. Más allá de los broncos enfrentamientos entre algunos diputados de la oposición, sobre todo de C’s y PP, con Torra, Torrent y otros parlamentarios separatistas, lo más penoso y vergonzoso ha sido asistir, en vivo y en directo, al duelo a muerte entre JxCat y ERC, que todavía siguen siendo socios de gobierno aunque nadie pueda explicarse cómo se mantiene todavía esta extraña coalición.

Ver que al término de las intervenciones del aún presidente Torra le aplaudían, puestos en pie, únicamente los diputados y consejeros de JxCat, mientras que los diputados y consejeros de ERC que forman parte de su gobierno seguían sentados y en silencio en sus escaños, es algo que me costará mucho olvidar. La imagen del vicepresidente de la Generalitat, el republicano Pere Aragonès, con su semblante serio y sus brazos cruzados, como todos sus compañeros de partido, pero él sentado justo al lado de Torra, aclamado por los miembros de su gobierno y los parlamentarios de JxCat, era la imagen que ilustraba a la perfección el hundimiento final de esta interminable pesadilla protagonizada por Quim Torra como presidente de la Generalitat. Una pesadilla que, a pesar de todo lo ya relatado hasta aquí, puede seguir atormentándonos durante algún tiempo.

Queda ratificado lo que Lola García certificó desde el mismo título de su gran crónica periodística recogida en el libro “El hundimiento”. Lo que este lunes se ha vivido en el Parlamento catalán es la plasmación en imágenes, francamente penosas, del hundimiento definitivo, ya sin ninguna posibilidad de paliativos, del tristemente célebre “procés”. JxCat ha anunciado que ninguno de sus diputados votará en el Parlamento de Cataluña si Quim Torra no puede hacerlo. Torra ya no es diputado y no podrá votar. Sin su voto y los del resto de diputados de JxCat, la mayoría parlamentaria secesionista deja de existir, el gobierno de la Generalitat no podrá aprobar sus presupuestos -ni tan siquiera ha podido aprobar hoy los presupuestos del Parlamento-, ni podrá hacer nada de nada. Claro está que esto puede acabar siendo irrelevante: en su último sondeo, el Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat constataba que sólo el 1,6% de los ciudadanos de Cataluña opina que el Gobierno de la Generalitat resuelve los problemas de la sociedad catalana, el 61,6% considera que ni siquiera sabe cómo hacerlo y el 54,8% de los encuestados señala que la prioridad del gobierno presidido aún por Quim Torra debería ser la resolución del problema político entre Cataluña y el conjunto de España.

Después de esta sesión parlamentario, como surgidos de la nada, de nuevo se han producido incendios en distintos puntos de la ciudad de Barcelona y en algunas otras poblaciones catalanas. Como por casualidad, se supone que previa convocatoria de alguna que otra de estas organizaciones civiles siempre tan pacíficas y sonrientes, el fuego ha aparecido de nuevo. El choque de trenes independentistas, uno dispuesto a despeñarse por el abismo sea cual sea el coste de este accidente y otro con la voluntad de aminorar la magnitud de esta catástrofe, puede acabar siendo un suicidio asistido, sin posibilidad ya para los posibles paliativos, pero también puede acabar en un asesinato colectivo.