El presidente de CaixaBank, Isidro Fainé. (foto: prensa CaixaBank)



El presidente de la poderosa empresa farmacéutica Almirall, Jorge Gallardo, alertando en un vídeo acerca de los peligros de la independencia, ha sido el último episodio de un auténtica campaña horribilis para Artur Mas. Nadie en el sector de la economía le apoya. ¿Qué ha pasado para que Convergencia haya perdido ése apoyo tradicional?

El vídeo de Gallardo
Los medios digitales afines al proceso independentista catalogan al presidente de Almirall como un coaccionador, como alguien que se da aires de jefe de estado, como alguien que pretende ser falsamente transcendental. ¿Qué pecado ha cometido? Muy simple. Decir en una vídeo conferencia a los quinientos empleados de la farmacéutica que estaba sinceramente preocupado por los resultados del próximo 27-S. Gallardo no atacaba a ningún partido, no mencionaba a ningún político, simplemente expresaba lo que a muchos empresarios les inquieta: la posibilidad de que Mas declare unilateralmente la independencia.



Los grandes empresarios, los de la pasta, para entendernos, que habían estado siempre al lado de Jordi Pujol, hoy se baten en retirada ante lo que califican de aventura suicida. Ni Joan Rosell, del Foment del Treball, ni  Antón Costas, del Cercle d’Economía, ni todos los que pintan algo en el mundo del dinero como Isidre Fainé, Joaquim Gay de Montellá o Salvador Alemany, éste incluso consejero económico de Mas hasta no hace mucho, dan apoyo a la independencia.

Existen algunos sectores empresariales, empero, partidarios de la independencia, capitaneados por la omnipresente familia Carulla, del grupo Agrolimen, los propietarios de la conocida marca Gallina Blanca. Una familia, por cierto, que fue llevada ante los tribunales por fraude fiscal, con un juez instructor que daba largas, y con Hacienda y el Fiscal tirándose de los pelos. La cosa acabó con el reconocimiento de los hechos y el pago de 9’4 millones de euros. Ésta familia es la que apoya a Mas.

De ella no dicen nada los voceros digitales subvencionados con el dinero de todos. Qué cosas.

Los empresarios independentistas
Una de las preocupaciones de Artur Mas ha sido no perder a los empresarios por el camino. Mas ha propiciado la creación de grupúsculos afines al independentismo, con el tono empresarial adecuado para dar el pego. Suya es la frase de que el proceso era la revolución de las clases medias, intentando atraerse a pequeños y medianos empresarios. No paró hasta controlar el Centre Catalá de Negocis, echando a su presidente Ramón Carner, independentista de verdad, para ir colocando a su gente. Carner ignoraba, en su buena fe, que no era de los de Mas, de los suyos, de los de siempre, los que le llamaban a sus espaldas “el pollaire”, por tener negocios de éste tipo en el mercado de La Boqueria.

Porque ésa es la otra característica del proceso. Si no eres un pata negra de las trescientas familias que mandan secularmente en Catalunya, no eres nada. Y eso lo saben los autónomos, los pequeños y medianos empresarios, los comerciantes que, a día de hoy, solamente han recibido de Mas palabras vacías, pero ninguna mejora social.

La sectorial de la Asamblea Nacional Catalana “Empresaris per l’independència” sigue la consigna. Repiten los mantras gastados de que cuando seamos independientes todo irá mejor, Europa nos espera con los brazos abiertos, no tenemos mercado en España, Israel nos dará apoyo,  hemos de volcarnos hacia fuera… Lógicamente, los empresarios serios, que ven como no llegan para pagar impuestos, y tienen un fuerte segmento de ventas en todo el territorio nacional, como Almirall,  y trabajan con resultados de cuentas y no con consignas, tampoco han comulgado con ésas indigestas ruedas de molino.

En resumen, ni la gran empresa, ni la mediana ni la pequeña dan su apoyo a la candidatura de Mas que, digan lo que digan, es una de las más derechistas de las que concurren en éstos comicios catalanes. Trágico destino, el de éste político. Rompió Catalunya, a su partido, su coalición, su electorado y hasta, por romper, rompió con sus más fieles aliados.

En Andalucía dirían que el chiquillo tiene mal fario.