Hay tantas ratafías como productores caseros de la misma. Aguardiente, manojo de hierbas y muchos días a la serena. Cada botella tiene su secreto, aunque el resultado final sea bastante parecido en todas las casas. La divulgación de la oda política dedicada por Quim Torra a este licor popular - “nos hace un poco más fuertes como país”, dijo el presidente de la Generalitat-, ha coincidido con la aprobación de la ponencia política de ERC que es también un canto a la libre combinación conceptual republicana para parecer que todos dicen lo mismo y para eludir divisiones en el partido.

Cada partido o facción tiene su fórmula para la república, sea para construirla o para alcanzarla, elaborada a reojo de lo que hacen los demás, especialmente pensada para evitar la sensación de renuncia del mandato del 1-O, primer mandamiento de cualquier estrategia independentista que no quiera verse señalada como traidora. ERC ha dado con una formulación muy compleja para dar satisfacción a sus bases, claramente partidarias de la vía unilateral, tal como se preveía, y poco dispuestas a fiarlo todo a la negociación defendida por la dirección. La unanimidad ha premiado la combinación de todas las hierbas aromáticas.

Somos, hacemos y haremos república proclama ERC siguiendo la letra de la Santa Espina (somos y seremos gente catalana), sin descartar ningún escenario: prefieren la negociación, pero si el estado no accede a un referéndum pactado, entonces ya veremos. Cualquier opción “democrática y pacífica” es posible, dicen, sin citar a la legalidad como factor determinante de dicha opción. De hacer caso a la literalidad de lo dicho y escrito, estaríamos en el desiderátum de referéndum o referéndum de los meses previos al 1-O. Pero estamos en verano del 2018 y ahora ya no se llevan los calendarios y los días D y, como ha dicho la portavoz, Marta Vilalta, “vamos a adaptarnos al escenario actual”.

ERC ha atendido, con su propia fórmula magistral, todas las sensibilidades existentes en el universo independentista respecto a la república para no dejar resquicio formal a las dudas perturbadoras: la de quienes creen que la república está vigente, la de los que piensan que está latente y la de aquellos que suspiran porque todavía está por llegar. Todo es posible en la literatura política, aunque no todos pueden estar en lo cierto al mismo tiempo, lógicamente.

Oriol Junqueras, desde la prisión preventiva, intentó evitar hasta última hora que las bases unilateralistas forzaran “proclamas vacías” que pudieran minimizar la sinceridad de la propuesta negociadora, la prioritaria, oficialmente. En su versión ideal, la negociación debería ser a tres bandas: independentistas, estado y agentes internacionales, algo difícil de encajar en la doctrina del estado sobre todo este asunto y en las limitaciones constitucionalistas de la oferta para hablar de Pedro Sánchez.

El resultado pretende ser dulce y delicioso para todos, extremo altamente difícil en el mundo independentista, muy sensible a los matices de cualquier formulación; aunque solo se tratase de ratafía y tuviera que responder a una determinada visión del país, del paisaje, del color, de la familia y la tradición como la que tiene el presidente Torra, muy delicada según su controvertida obra periodística.

A las pocas horas de la aprobación de la ponencia, la complejidad de la misma quedó al descubierto por el anuncio por parte del flamante militante de ERC, el consejero de exteriores, Ernest Maragall, de la reactivación de las comisiones Generalitat-Estado sobre transferencias, asuntos económicos e infraestructuras, congeladas desde 2011. La apertura de una puerta a la perfección del autonomismo vigente vino precedido de las palabras del presidente del Parlament, Roger Torrent, asegurando que ERC “seguirá asumiendo riesgos”, aunque sin citarlos.

Más tarde, la portavoz del partido rechazó cualquier desobediencia; lo que invita a pensar que el riesgo a asumir es el de no dejarse llevar por Puigdemont y la ANC a ninguna lista unitaria para las municipales. En cualquier momento entrará en la cámara catalana una carta del Tribunal Supremo comunicando la suspensión en el cargo de los diputados procesados, proporcionando a la mayoría independentista una ocasión para desobedecer, aunque dados los precedentes del proceso de investidura en el que Mesa aceptó todos los requerimientos del TC, es muy improbable prever una actitud diferente.

La CUP parece dispuesta a ofrecer a la mayoría parlamentaria tantas ventanas a la desobediencia como se les ocurran, a base de ratificar declaraciones y resoluciones unilateralistas ya suspendidas por el TC en su día. De todas maneras, si ERC se mantiene firme en su negativa a tomar decisiones comprometedoras, todo se limitará a los discursos inflamados destinados a disfrutar de la serena de muchos días y sus noches.