ERC decidió tomar una salida de emergencia para huir de la negociación cansina con JxCat: el gobierno en solitario y en absoluta minoría. Justamente la vía que les habían sugerido sus tediosos interlocutores. Tardaron bien poco en descubrir que la puerta de emergencia señalada por JxCat está cerrada. La convocatoria electoral rechazada por ERC y por todos los partidos en un primer momento gana peso ante la imposibilidad de cuadrar el círculo vicioso en el que ha encallado la política catalana, aunque no todo está dicho y el miedo a la repetición electoral puede tener efectos milagrosos.  

El partido de Puigdemont materializó de inmediato la trampa planteada hace unas semanas a ERC, rectificando a su secretario general, Jordi Sánchez, quien había ofrecido los cuatro votos imprescindibles para salvar al menos la investidura de Pere Aragonés. JxCat asocia de nuevo investidura a gobierno de coalición. De mantener republicanos y legitimistas sus posiciones, lo que es mucho suponer, las elecciones estarían cantadas.

Sin embargo, el tercer socio de la hipotética coalición independentista, los anticapitalistas de la CUP, no desaniman y han intentado en las últimas horas evitar la repetición de los comicios, haciendo firmar a republicanos y legitimistas un vaporoso compromiso para salvar la investidura. La fórmula utilizada por los antisistema es la propia de la vieja política: aplazar los problemas para el día siguiente de la proclamación de Aragonés, cuando el calendario electoral no apremie. El acuerdo apuesta por separar la discusión de la nueva hoja de ruta del independentismo de la formación del gobierno y recoge, naturalmente, la intención de cerrar un acuerdo nacional por la autodeterminación, punto en el que acostumbran a estar todos de acuerdo, siempre que contemple el diálogo y el embate contra el estado como vías complementarias.

La alternativa a esta galimatías es el gobierno transversal de izquierdas, pero esta fórmula tropieza con la negativa de ERC a hablar siquiera con el PSC y con la propuesta del PSC de reclamar la presidencia para Salvador Illa. Los republicanos a día de hoy solo cuentan para investir a Pere Aragonés con los votos de la CUP (9) y los de En Comú Podem (8), en total 50 papeletas, insuficientes para superar los votos negativos de PSC, Ciudadanos, PP y Vox que suman 53. Los diputados de JxCat, como mínimo cuatro, son decisivos. Y el valor de los mismos se ha multiplicado desde que los negociadores de ERC se levantaron de la mesa hastiados del desdén público y privado con el que les trataba JxCat.

Las versiones de las causas de la ruptura que podría causar la más grave de las crisis internas sufridas por el independentismo difieren radicalmente. En la batalla para ganarse la credibilidad ante la opinión pública, al menos la del soberanismo porque la otra la tienen perdida de hace meses, JxCat repite una y mil veces que el acuerdo era inminente, que las propuestas están por escrito y que no entienden que ERC haya perdido los nervios cuando había tiempo suficiente para redondear los flecos pendientes y dar satisfacción a la mayoría parlamentaria del independentismo.

La dirección de ERC ha explicado en las asambleas territoriales un panorama muy diferente. Según este relato, JxCat se limitaba a marear la perdiz, sin dar nunca por buena definitivamente ninguna propuesta, esquivando las reuniones finales y blandiendo permanentemente el papel de Carles Puigdemont como sumo pontífice de la causa independentista. El temor a que JxCat pretendiera ofrecer una propuesta de difícil aceptación a ultimísima hora, cuando ya no hubiere tiempo de reacción, hizo que la dirección republicana aprobara por unanimidad tomar la iniciativa, dando por rotas las negociaciones para formar gobierno y abriendo el turno para pactar únicamente la investidura.

Este cambio de guion, tal vez transitorio, ha sido aprovechado por En Comú Podem para recuperar cierto protagonismo. Al minuto de conocer la ruptura, se ofrecieron a negociar con ERC la investidura enarbolando la bandera de la mayoría de izquierdas existente en el Parlament. El entusiasmo de los comunes por un gobierno que solo puede contar con la mayoría de sumar los 33 votos del PSC hizo que Jaume Asens se lanzara a especular sobre la auténtica hoja de ruta de ERC en la que, según su opinión, no da prioridad a la independencia, detalle que facilitaría el acuerdo.

Las palabras del presidente del grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso desataron un alud de reacciones en ERC. La portavoz del partido, Marta Vilalta, quiso dejar claro que el objetivo de “ahora y siempre” de ERC es obtener la independencia de Cataluña y construir la república catalana. La intuición expresada por Asens es un torpedo contra los republicanos al coincidir exactamente con la acusación formulada por JxCat: ERC ha perdido interés por la independencia y prefiere pactar con En Comú Podem que es un partido no independentista. Los fieles de Puigdemont utilizan el presumible apoyo de los comunes a la investidura de Aragonés como un argumento complementario para no ceder ni cuatro diputados a ERC.

Los socialistas observan todo este lio desde su atalaya de partido más votado, limitándose a denunciar a la presidenta del Parlament por no concederles un turno de investidura. Salvador Illaniega una y otra vez la posibilidad de facilitar la presidencia de Aragonés ni siquiera con la abstención, lo que haría innecesarios los votos favorables de JxCat en segunda votación.

Esta abstención es el gesto que en Comú Podem les pide a los socialistas catalanes quienes, por su parte, afean a los comunes que no exijan a ERC el respeto al primer partido de la izquierda y de la cámara, o sea al PSC, con la misma insistencia y en la perspectiva de la mayoría de izquierdas. El hecho científico de la colaboración de socialistas y republicanos en el Congreso de los Diputados no influye en ninguno de los dos partidos a la hora de abordar su política catalana.