Cinco de las ocho provincias andaluzas son costeras, pero solo hay desaladoras en Almería y Málaga. Andalucía es una de las comunidades con menor porcentaje de reutilización del agua regenerada de sus plantas de depuración de aguas residuales. La cuenca del Guadalquivir es a día de hoy la que menos agua embalsada (25,6% frente a un 60% de media de los últimos 10 años) tiene de todo el Estado. La comunidad andaluza es la más expuesta a la desertización de toda España. Sin embargo, su economía descansa sobre dos pilares: la agricultura intensiva, el sector con mayor consumo de agua, y el turismo, cuya población flotante gasta un tercio más de agua al día que la residente.

Con estos datos y ante la pertinaz sequía derivada del calentamiento global, parece que reunimos todos los factores para la catástrofe perfecta. La Junta de Andalucía anunció el otoño pasado un Plan SOS de Soluciones, Obras y Servicios para hacer frente a la sequía, con una especial referencia a incrementar la reutilización de las aguas regeneradas, pero muchas de sus inversiones en canalizaciones y obras tienen como freno la falta de agua.

Las aguas subterráneas están sobreexplotadas y a punto también de su agotamiento. En la mayoría de los casos los acuíferos resultan contaminados por la agricultura y la ganadería intensivas. Uno de los casos más llamativos se ha dado en la localidad zamorana de Toro, en la que las aguas subterráneas no son potables por exceso de arsénico y el ayuntamiento ha tenido que recurrir a potabilizadoras portátiles. El origen del problema, en palabras de su alcalde, está en "la saturación agrícola, ganadera y urbana que ha explotado al 187% el manantial subterráneo."

Aunque Juan Manuel Moreno Bonilla y su Gobierno reclaman al Gobierno central trasvases pendientes, la realidad es que no hay agua para trasvasar. Por eso, en febrero del año pasado, Kurt Grötsch se preguntaba aquí en El Plural ¿por qué Andalucía con costas a dos mares no es líder en desalinización del agua del mar? 

Ha llegado el momento de replantearse el modelo productivo de nuestra agricultura y del turismo. No se puede seguir con un modelo de crecimiento continuo y sin límites, porque nuestros recursos, como en el caso del agua, son muy limitados. Hay que empezar a hacer las cosas de manera distinta a como se han abordado hasta ahora.

Pero, mucho me temo, que el tema del agua no saldrá en la campaña electoral para el 28 de mayo, pese a la existencia de restricciones en muchas localidades y que los dirigentes de organizaciones agrarias y ganaderas califican la situación de dramática. Candidatas y candidatos de los distintos partidos coincidirán en que no conviene alarmar a la población con la realidad acuciante y que siempre es mejor dejarle el marrón a los que salgan elegidos. Un clásico español: el que venga detrás, que arree