Chaves Nogales (1897-1944) es, para muchos, el mejor periodista español y uno de los cronistas en castellano más importantes del siglo XX. Viajero incansable, es dueño de la patente periodística que resume el oficio en “andar y contar”. Su trabajo está siendo rescatado de la sombra en los últimos años. Ahora, un nuevo libro saca a luz hechos insospechados de alguien que fue mucho más que un periodista.

Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (1940-1944) de Yolanda Morató nos ofrece un trabajo de investigación impecable que descubre la etapa del exilio inglés del periodista sevillano, que huyó de Francia por la amenaza nazi al igual que tuvo que dejar España por la amenaza de la represión franquista. Tras bucear en los archivos secretos británicos, en autobiografías y hemerotecas de todo el mundo, Morató nos descubre los últimos y desconocidos años de una figura cuya vida parece esculpida por el mejor guionista.

Los años perdidos, de Editorial Renacimiento, nos ofrece numerosas joyas ocultas. Rastrea los pasos de un periodista que se definía como “liquidable” por falangistas, nazis y comunistas. También rescata su ingente trabajo para las agencias de noticias y sus reflexiones en su última entrevista antes de morir, a un medio brasileño.

Las respuestas de Chaves Nogales sobre la guerra, Europa y España son de una fineza y lucidez imperecederas. ‘Todo lo que sea hablar de unificación, en España, resulta funesto. España no es una, sino varias. Querer unificarla es matarla. Al no saber esto, el falangismo no pudo crear un Estado. Hay que aceptar el separatismo catalán, el separatismo vasco y el «separatismo» innato de todo español, esa formidable y milagrosa fuerza centrífuga, que es lo mejor que tienen los españoles’ dijo en 1944. 

“Entiendo el impacto que causan sus palabras, hasta ahora la visión que teníamos de él era la de alguien bastante plano, casi diluido, y de repente, nos habla de una España plural y diversa” cuenta desde su despacho en la Universidad de Sevilla, Yolanda Morató, quien lleva años rastreando al escurridizo periodista. 

Portada del libro sobre Manuel Chaves Nogales

Cuando la autora empezó a investigar poco se sabía del exilio inglés de Chaves Nogales. De hecho, en esos años, su ingente escritura se diluía, se la consideraba una época triste –el exilio le separó de su familia– y crepuscular. Pero el trabajo de Morató revela todo lo contrario. Chaves Nogales se convirtió en una figura protagonista de la II Guerra Mundial gracias a su trabajo como periodista para las agencias de noticias de Francia e Inglaterra. 

De espías y propaganda

En el contexto de guerra, el periodismo y la propaganda se diluyen y la IIGM es un claro ejemplo. El periodista trabajó para la pionera agencia Havas, AFI o Reuters, convirtiéndose en referencia periodística del relato de los aliados en países de todo el mundo, donde su trabajo era traducido. Pero su relación fue especial con la prensa iberoamericana. La etapa británica es sinónimo de enorme presencia en la prensa brasileña, por ejemplo. 

Pero no ejerció solo como corresponsal y editor. Su nombre aparece en los archivos secretos del MI5, el servicio de inteligencia británico y en el todopoderoso Ministerio de la Información. “La palabra espía al igual que propaganda están muy significadas”, reflexiona Morató, que alude al contexto de la IIGM en la que no existían “islas de información independiente”, además “hay que entender que él no ejerce como un corresponsal que llega a Londres a informar, él es un exiliado que es asilado por el gobierno británico que le da techo y comida”. La acogida e instrumentalización de corresponsales extranjeros fue una “apuesta personal“ de Wiston Churchill, Chaves Nogales entró a formar parte del gigantesco engranaje informativo de Londres y París.

“No lo defino como espía porque espía no es nadie. Oficialmente se denomina agente de inteligencia y en ese ámbito hay muchas labores distintas. No sabemos hasta qué punto él estuvo implicado, pero sí sabemos que su nombre está en los diarios de inteligencia”, cuenta la escritora onubense.

El trabajo de Morató es posible gracias a los informes desclasificados de inteligencia: los informes de barrio, que detallan de qué se hablaba en cada zona de Londres y resto del país, los informes de sospechosos, que detallan sus movimientos y sus comunicaciones. Pero también ha buceado en correspondencia y todas las autobiografías en inglés, francés o alemán del entorno del periodista sevillano. 

El ecosistema Chaves Nogales

Los años perdidos es, por otro lado, una pasarela de personajes deslumbrantes que formaron parte del entorno del corresponsal español. Figuras como Churchill, Dalí, Ian Fleming o Luis Cernuda desfilan por sus páginas. Teniendo en cuenta el nivel de sofisticación de los servicios de inteligencia británicos, también aparece George Orwell. El autor de 1984 ejerció el mismo trabajo que Chaves Nogales aunque lo abandonó. Su famosa obra aparece ahora no como una distopía futurible, sino como una revancha contra sus antiguos jefes del Ministerio de Información.

Pero sin duda, son los “compañeros de viaje” anónimos los que cobran más peso en este libro. La huida de Francia ya había sido calculada por Londres, que embarcó hacia Gales a varios periodistas cuya vida también da para infinitas novelas, “ha sido un esfuerzo enorme decidir hasta dónde podía investigar”, confiesa Morató, que se vio atrapada por la vida de personajes inspiradores, “todos son fascinantes, porque así son las vidas de los que tratan de sobrevivir en tiempos de guerra”.

El estadounidense Ernie Pyle, pullitzer que perdería la vida cubriendo la batalla de Okinawa, Rachel Gayman, miembro de la resistencia francesa que se parapetaba como periodista de moda y estilismo, el buscavidas Emery Reves, que escribía en negro para líderes políticos de todo el mundo y fundaba agencias de noticias mientras huía de los nazis, entre muchos otros entre los que la escritora destaca a Paul-Louis Bret “por ser el verdadero periodista a la sombra, tuvo que emigrar a África y, a pesar de las dificultades, es el padre fundador de grandes agencias como AFP”.

Puzle de su vida, que es la de España y Europa

La reconstrucción de los últimos años de Chaves Nogales, ya nada difusos y ya nada crepusculares, nos muestra con rigor y certeza la vida de un personaje que ilustra la Historia de la primera parte del siglo XX. La historia del andante cronista sevillano es la de España y Europa

Gracias al rastreo de sus huellas sabemos, por ejemplo, cómo se fraguó la derrota nazi en el flanco occidental de Europa. El periodista viajó a Gales para ser testigo, un año antes, del ensayo general de los ejércitos angloestadounidenses para el desembarco de Normandía. La operación ultrasecreta contó con la visita del propio Churchill e implicó toque de queda para los vecinos de la zona. Nadie podía contar lo que allí sucedía, sin embargo, allí estaba un periodista que no pudo narrar el final feliz

Una breve reflexión: si fuera británico o estadounidense, ya existiría un buen puñado de películas sobre él y una pugna entre HBO y Netflix por hacer su serie. Fue un hombre de su tiempo, apuesto y lúcido, modernista y transgresor. Pionero del reporterismo internacional, atravesó Europa en avión, se estrelló en el Cáucaso y sobrevivió para narrar, como primer periodista en castellano, lo que vio de la Unión Soviética, sin maquillajes ideológicos.

Entrevistó a Alfonso XIII, a Churchill, Charles Chaplin, al torero Juan Belmonte, pero también estuvo en Roma y en Berlín, entrevistó a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, a quien definió como "ridículo y grotesco", una de esas personas devotas a "un ideal con el cual fusilan a su padre si se les pone por delante".  

Morató nos presenta una nueva faceta menos romántica del periodista que dejó de andar y contar para sentarse en un despacho y seguir contando desde una posición más alejada del periodismo, y más próxima al defensor y activista de la democracia que escribe dentro del sistema de inteligencia.

Una dolencia estomacal y los efectos de un accidente de tráfico en el oscuro Londres de los bombardeos nocturnos provocaron la pronta muerte del periodista. No murió solo, como se creía hasta hora, murió sin su familia, pero rodeado de compañeros, amigos y representantes diplomáticos de todo el mundo que lo despidieron en la iglesia de St. James.