En enero de 2014 la Comisión Europea lanzó la comunicación "Para un renacimiento industrial europeo" que buscaba la reintroducción de la producción de bienes en Europa con el fin de volver a tener una planta industrial sólida y ayudar a superar las consecuencias de la crisis financiera de 2008.

El plan de la UE fijaba una meta para 2020: que la industria representase el 20% del PIB de cada estado. Nuestro país siguió las directrices europeas con su Agenda para el Fortalecimiento del Sector Industrial en España, un documento con diez bloques de medidas que en 2018 el Ministerio de Industria daba por implantado en un 80%.

Pero estamos en 2020 y la industria española supone solo el 16% del PIB. No hemos alcanzado la meta y, lo que es más grave, la pandemia del Covid-19 y su emergencia sanitaria han dejado al descubierto la cruda realidad de nuestras carencias industriales. Dependemos de Asia, la fábrica del mundo, hasta para los productos menos tecnológicos como guantes de látex o mascarillas. He mirado la caja de los guantes para el confinamiento y están fabricados en Malasia e importados por Mercadona.

Hemos llegado hasta aquí tras décadas de desmantelamientos de fábricas, deslocalización de empresas y destrucción de nuestro tejido industrial. Se nos decía que las chimeneas estaban mejor en China, que lo moderno era apostar por los servicios y el turismo y que la globalización era la única receta.

Ahora nos toca desandar el camino recorrido que estaba adoquinado con desigualdad, injusticia social, maltrato laboral y desprecio de los derechos humanos de millones de trabajadoras y trabajadores. El regreso a casa de las industrias que se fueron, la reconstrucción de nuestro parque fabril, requerirá optar sinceramente por la economía circular, la transición energética y la transformación digital.

En las últimas y repetidas convocatorias electorales en España casi todos los partidos han incluído en sus programas la reindustrialización y el cambio del modelo productivo, dos remedios olvidados en la práctica y solo recordados en el papel y en los discursos.