Lo lamentable es que muchos ciudadanos necesitan que le refresque la memoria para no sentirse seducidos por la banderola que ondea en las farolas de ciudades y pueblos andaluces, en las que Javier Arenas se nos propone como el cambio que Andalucía necesita.
Posiblemente sirviéndose de la ignorancia, y la orquesta mediática pueda resistir el casting, desparpajo y medios no le faltan. Pero con sus antecedentes, el viejo chiste del vendedor del caballo se nos queda corto a la hora encontrar alguien tan poco apto como para propiciar algún cambio en Andalucía, que no sea a la regresión de los tiempos que añoraba cuando se fotografiaba con esa imagen de señorito de casino, lustrándole el calzado.
El Gobierno de Rajoy se queja, que no le han dado los cien días de cortesía debida a todo gobierno entrante, pero no está en los records de otros gobiernos haber actuado peor contra la mayoría de los ciudadanos y trabajadores, y en menos tiempo, no está el horno para pedirnos delicadezas. Lo que nos ocultaban se va conociendo en forma de decretos, y aún les quedan los presupuestos, que estratégicamente los guardan para después de las elecciones andaluces. Imaginemos por un instante los primeros cien días de Arenas.
Las encuestas van cambiando su inercia, y que conforme se acerque el día 25 de marzo, los sacos de arena, pueden blanquearse con los cubos de cal de una victoria progresista, para seguir profundizando en el cambio permanente y de verdad que se hace en Andalucía y no en el descarado “cambiazo” que la derecha propone, tan nostálgica como cicatera.
Arenas está servido. Quién lo conozca que lo venda.