El Gobierno andaluz ha convertido en un culebrón veraniego lo que su vicepresidente había anunciado inicialmente como un mero ajuste o remodelación gubernamental puramente orgánica y funcional, sin mayor calado político. No es que el Ejecutivo haya gestionado mal la comunicación de sus intenciones políticas: es que, cuando hay discrepancias dentro de un Gobierno, resulta materialmente imposible comunicarlas bien.

A mitad de camino entre la comedia de enredo y el drama de personajes, este lunes se conocía el último episodio de la miniserie que desde hace semanas viene rodándose en el palacio de San Telmo y alrededores. Su argumento lo avanzaba Diario de Sevilla en una información firmada por Carlos Rocha y Juan Manuel Marqués Perales: "Inés Arrimadas se reúne en San Telmo con Juan Marín para abordar los cambios de la Junta y desbloquear la situación".

"Mucha gente viene a mi despacho"

La reunión fue el lunes 3. Ayer, martes 4, el vicepresidente de la Junta fue preguntado al respecto en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno. Marín esquivó con éxito la primera pregunta sobre el tema, formulada por el redactor de ABC de Sevilla Antonio Vega: “Como se trató de una visita privada, yo le respondo a usted cuando termine esta rueda de prensa”.

La manoletina del vicepresidente no convenció, sin embargo, a la cronista política de El País Lourdes Lucio, que volvió hasta dos veces sobre el asunto para trasladarle al vicepresidente su perplejidad por haber calificado de privada una reunión en su despacho oficial de la Junta. Esto respondió Marín (minuto 56 de la rueda de prensa):

“En San Telmo hay muchas visitas que vienen a ver el edificio, es algo habitual… no es algo anómalo, fue una visita privada en la que nos vimos el vicepresidente de la Junta y la presidenta de Cs y portavoz en el Congreso; no sé si se le ocurre un sitio mejor para verse, ¿una estación de tren, un hotel? Aprovechando que ella estaba aquí en Sevilla le dije ‘acércate  y nos vemos en mi despacho’, no hay mayor justificación, yo me reúno en mi despacho con representantes de partidos, diputados que vienen a tomar un café o personas del mundo empresarial, ¿donde me voy a reunir si no, en la cafetería? Era una visita privada, no institucional, por eso no convocamos a los medios”.

San Telmo, tenemos un problema

Es sabido que el vicepresidente y líder regional de Cs pretendía haber dejado resuelta antes de las vacaciones esa remodelación que la oposición insiste en llamar crisis. Desde el Ejecutivo que preside Juan Manuel Moreno se repite que no cabe hablar de crisis cuando los dos partidos del Gobierno están de acuerdo: pero es que ahí reside justamente el problema, en que PP y Cs discrepan sobre cuál ha de ser la configuración y el alcance de los cambios.

Resumiendo mucho: Marín quiere ampliar el número de consejerías y Moreno solo se aviene a hacer cambios de segundo nivel. Ambos coinciden en que la estructura del Gobierno diseñada en enero de 2019 adolece de ciertas disfunciones, derivadas de la acumulación en un solo departamento de competencias que deberían desgajarse al menos en dos consejerías.

Los dos dirigentes y sus respectivos partidos están siendo, a la postre, víctimas de haber alimentado esa aplaudida corriente populista según la cual cuantas menos consejerías y menos cargos públicos haya, mejor para los ciudadanos.

Ese discurso sobre las muchas bondades de ahorrarse dinero en políticos se materializó en el caso de la Junta en la reducción de las consejerías a solo 11: hoy todos saben que ese número es insuficiente, pero les cuesta admitirlo, máxime estando como están sometidos a la estrecha vigilancia de Vox, que se opone rotundamente a gastar ni un céntimo más en cargos públicos.

El giro al centro

A ese problema de funcionamiento se suma, en el caso de Marín, su debilidad orgánica dentro de Cs. El giro hacia el centro que Inés Arrimadas ha decidido imprimir al partido no acaba de ser asumido por Juan Marín, cuya identificación sin matices con el discurso y las posiciones del Partido Popular lo han distanciado del ‘nuevo Cs’ que, no sin titubeos y contrariedades, impulsa Arrimadas.

Aunque el vicepresidente de la Junta querría aprovechar los cambios en el Gobierno para reforzar su posición dentro del partido, la visita ‘privada’ de la presidenta naranja parece sugerir que no podrá hacerlo sin el consentimiento de esta, necesitada a su vez de amarrar el liderazgo propio situando a sus leales en posiciones de poder. Nada nuevo, en todo caso, en la política.

Más allá del desahogo de Marín al calificar de privado su encuentro, parece, como él mismo diría, de sentido común que su despacho oficial en el palacio de San Telmo no es el sitio adecuado para una reunión de esa naturaleza, que debería haberse celebrado no en "un hotel o una estación de tren”, sino en una sede de Ciudadanos. El propio hecho de no haber sido así da pistas sobre la falta de sintonía y los problemas de comunicación entre Marín y su jefa de filas.

Aunque sus protagonistas se tomarán un descanso en agosto –ayer se celebró el último Consejo de Gobierno antes de las vacaciones–, todo indica que el culebrón ha echado el cierre a sus emisiones solo provisionalmente. En septiembre, continuará.