Odiadores y odiadoras anuncian millones de querellas contra el Gobierno de España por los miles de asesinatos cometidos durante la pandemia. Están dispuestos a todo para que la patria vuelva a ser suya y se acabe lo antes posible con la pesadilla socialcomunista vicepresidida por un demonio que tiene el rabo en la cabeza en forma de coleta.

Este primer párrafo no es ninguna exageración, es un resumen de lo último que circula por Whatsapp en forma de mensajes, comunicados, audios y reenviados. Son de los más patriotas, de los amantes de la patria con mayúscula, que abominan de la memoria histórica por querer reabrir las heridas del pasado y piden repetir los entierros del estado de alarma.

Mientras, en la tierra de la libertad, en los Estados Unidos de América, un grupo de patriotas como los de aquí y armados con fusiles de asalto se ha presentado en el Parlamento de Michigan para exigir que se dejen de tonterías y decreten sin más la vuelta a la normalidad de su patria tan querida.

Los amantes del todo por la patria siempre que sea mía acusan al Gobierno del Reino de España de aprovecharse del estado de alarma para implantar una dictadura chavista y bolivariana. A los nostálgicos de la dictadura franquista, que han pedido el estado de excepción y hasta el de sitio para Cataluña, les parece que la pandemia ha castigado más a España por haber sacado a Franco de Cuelgamuros.

El catálogo de barbaridades no es exclusivo de los integristas del patriotismo español. El partido de los Verdaderos Finlandeses, así se autodenomina la extrema derecha finesa, acaba de disolver a sus Juventudes por demasiado xenófobas, racistas y filonazis. Ha creado unas nuevas ante la expectativa de ser la lista más votada en las próximas elecciones.

En mi patria caben todos: los que piensan como yo y los que no, los que pagan sus impuestos y los que respetan a los gobiernos salidos de las urnas, sean rojos, azules, morados o naranjas. La patria en la que creo no es mía, es de todos y está muy repartida.