La aprobación por el consejo de ministros del anteproyecto de una nueva ley de Memoria Democrática, que atiende las recomendaciones de Naciones Unidas, el Consejo de Europa y el Parlamento europeo me ha hecho recordar algunas cosas que me demuestran que pese al tiempo transcurrido sigue siendo necesario continuar legislando sobre una materia insuficientemente abordada por los gobiernos españoles, a diferencia de lo sucedido en otros países, como Alemania, que han tenido que superar un pasado tanto o más trágico que el nuestro. Todos debemos afrontar de una vez nuestro pasado, incluso dentro de las familias quedan muchas historias sin aclarar relacionadas con la guerra civil y la dictadura, luego contaré uno de los casos familiares. No puede seguir habiendo cadáveres sin identificar en fosas ocultadas, ni criminales enterrados con honores, ni  herederos disfrutando de bienes que provienien del expolio al que se sometió a una parte de los españoles, hay que aclarar los hechos de una vez y restituir con justicia lo que se pueda si es que se puede; al menos el honor de los mancillados.

Que a estas alturas no haya un  censo único de víctimas sonroja y debería avergonzar a nuestros gobernantes de la democracia que en 42 años no han tenido el coraje de resolverlo, como si hubiera algún peligro de algo. No ha habido ningún caso en los últimos 42 años de que alguna víctima, y han sido miles, al conocer al fin el asesinato de algún antepasado se haya tomado venganza contra sus victimarios o sus herederos,  aunque alguno de estos continúan disfrutando de bienes que provienen del expolio de los perseguidos.

Os voy a contar una pequeña historia familiar  dentro de esta inmensa tragedia. La familia de mi padre se caracterizaba según mi madre por no contar nada, sobre todo a los “extraños” como ella. En las largas charlas que tuvimos los fines de semana que pasábamos juntos, me comentó que nadie le había contado que mi padre, su marido, tenía una tía, hermana menor de su madre, que era Carmela Cuesta Baena. Llevaba cinco años casada cuando recién parida, creo que de mí o sea que a mediados de 1952, y recibiendo visitas en su casa como era costumbre, alguien preguntó si había venido la tía Carmela. Seguramente ella no se hubiera percatado del asunto si no es porque estaba también su hermana Nati, la tía Nati, que curiosa preguntó: ¿quién es la tía Carmela? y entonces se lo explicaron, lo justo para que no hiciera más preguntas, pero lo que entendió fue que era una mujer un poco rara y que tenía una hija sin tener marido y que además no se llevaba bien con su suegra, mi abuela Pilar y ella pensó que era por motivos religiosos. Como era muy discreta no preguntó más.

Mi madre recordaba que desde entonces invitaba a  la tía Carmela a algunas celebraciones familiares y estuvo en nuestra casa de la calle La Plata cuando vino de Argentina su hermano Miguel con su segunda esposa a principios de los años sesenta. También recordaba que Carmela tenía una hija, llamada Trinidad, prima hermana de mi padre, y aunque era cinco años más joven enseguida congeniaron . Mi hermano Enrique  recordaba que el 22 de septiembre de 1972, mi padre le encargó que avisara a la tía Carmela del fallecimiento de su sobrino, su hermano Baldomero, para lo que le dio en un papel la dirección de una casa modesta en el Alcázar Viejo. Estaba claro que mi padre y su hermano mantenían relación habitual con la tía Carmela y su hija y seguramente le ayudaban, en la medida que se lo permitían sus familias numerosas. Finalmente la tía Carmela enfermó, le tuvieron que amputar una pierna y murió en Córdoba el 7 de marzo de 1981. Esto era lo que sabíamos el 18 de enero de 2014 cuando decidí que, tras 16 meses de investigaciones familiares ya estaba preparado para desentrañar la historia de mi tía-abuela y si era posible encontrar a sus descendientes si los había y restablecer el contacto familiar.

Podía haber empezado por otro sitio, pero como acababa de descubrir la potencialidad de la web de los mormones(myheritage.com) para explorar los padrones domiciliarios de la ciudad de Córdoba busqué a mi tía-abuela Carmela y en los padrones anteriores a 1930, era soltera y  vivía con sus padres, en el de 1930 vivía con su marido Ginés Dalama Muñoz y su hija en otro domicilio, así como en el de 1935, en el de 1940 era viuda y vivía con su hija en otro lugar y finalmente en el de 1945 figuraba como soltera. Como en 1936 ocurrió lo que ocurrió, inmediatamente pensé que el que era su marido había muerto en la Guerra Civil pues en 1940 ya no aparece con su familia, así que pasé a investigar al tío Ginés y en el padrón de 1924, figura con 40 años y natural de Villanueva de las Minas(Sevilla) , vivía en la Barriada Nueva de las Margaritas y era jornalero, sabía leer y escribir. Al día siguiente y sabiendo su nombre y dos apellidos, lo busqué primero en la web de los cementerios de Córdoba pero nada y al ponerlo en Google directamente me salió lo que buscaba, una sucinta ficha de fusilado en la web (laguerracivilencordoba.es) que mantiene Patricio Hidalgo Luque y que siempre me ha ayudado en las pesquisas.

No había duda, lo oculto había aparecido claro como el agua en solo dos días. La tía Carmela parecía rara, pero es que tenía motivo para serlo y qué duro debió de ser su vida para preferir ser madre soltera a viuda  de “rojo”. Se había casado con un trabajador instruido, seguramente en contra de la opinión de su familia y vivió con él hasta que fue detenido en julio de 1936, por ser del Socorro Rojo Internacional.(La “cruz roja” creada por la internacional comunista en 1922 y que en España se despliega a raíz  de la revolución de Asturias en 1934). El 16 de septiembre de 1936 fue fusilado y no se sabe dónde lo enterraron, aunque su muerte si está anotada, figurando el nombre de su viuda, en el Registro Civil de Córdoba con diez años de retraso en la inscripción: I-191-375 y pone que murió a consecuencia de “los hechos ocurridos”, que manda bemoles el eufemismo.

Que la tía Carmela se casó porque quiso, lo prueba el que no se divorció, cuando pudo hacerlo al entrar en vigor la Ley de Divorcio publicada el 11 de marzo de 1932 y continuó con su marido hasta que se lo llevaron detenido tras el golpe del 18 de julio de 1936, en la terrible ola de represión contra los republicanos que hubo en Córdoba, por el único delito de ser miembros de cualquier organización hasta entonces legal y que fue considerada peligrosa para la nueva España que a sangre y fuego implantaron. Quizá sea Córdoba el sitio de toda España donde la represión fue más intensa y alcanzó sin duda el carácter de un genocidio.

En los días siguientes y ya sabiendo el nombre completo exploré la prensa de la época en el portal de prensa histórica y encontré la referencia a su detención en la página primera del periódico “Guión” del 28 de julio de 1936, tal como figura en la ficha de fusilado, es la última referencia que hemos encontrado de él. Ginés Dalama Muñoz era obrero metalúrgico en la Electro-Mecánica y pertenecía a un sindicato, pues fue detenido en mayo del 32 a raiz de los trágicos sucesos del uno de mayo. La represión violenta de una manifestación con mujeres y niños produjo dos muertos por disparos. Días después detuvieron a sindicalistas metalúrgicos, entre ellos a Ginés, y clausuraron el sindicato. En septiembre levantaron la clausura del sindicato y fueron puestos en libertad… Sin duda mi padre sabía todo esto pues tenía 21 años en julio del 36, pero visto lo que ocurrió en Córdoba en esos meses, uno entiende el silencio, aunque a mi madre le costó trabajo entender que también se lo hubiera ocultado a ella toda la vida.

Conmovido por el drama que acababa de descubrir inicié la búsqueda de los descendientes de la tía Carmela, si es que los había. Y que serían primos o sobrinos míos. Centré la búsqueda en el apellido Dalama a través de Google, Facebook y las páginas blancas de Córdoba y Sevilla y encontré muchas referencias que tuve que ir descartando con mensajes y cartas, porque las llamadas telefónicas para un asunto tan delicado no son convenientes, hasta que finalmente localicé en Sevilla a descendientes de un hermano del tío Ginés y luego más tarde conseguí localizar a uno de sus biznietos en Córdoba que tiene una hermana y un hermano. Ginés tuvo solo una hija que tuvo un solo hijo y este tuvo tres que son  sus descendientes genéticos. Me contaba el sobrino biznieto de Sevilla que su abuelo recordaba que de pequeño tenía un tío en Córdoba que le escribía y le enviaba dibujos y que un día dejó de escribir y ya nunca más se supo. Con Curro que así se llama el biznieto con el que mantengo relación como sobrino tercero mío que es, he compartido una comida con charla larga y él no tenía ni la más ligera idea de esta triste historia porque su abuela no quería hablar de eso, ha recuperado parte de su familia y de su historia y seguro que prestará su adn para que puedan reconocerse los restos de su bisabuelo que seguramente estén en la fosa del cementerio de San Rafael de Córdoba para que reposen donde diga su familia.

Cuando hace 7 años empecé a investigar la historia de mi familia no pude encontrar a ningún familiar en el buscador especializado de víctimas de la guerra civil y represaliados del franquismo del ministerio de Cultura (pares.mcu.es/victimasGCFPortal/)  pero si en las fuentes  privadas mucho más completas al menos para la provincia de Córdoba, una local (laguerracivilencordoba.es) obra de D. Patricio Hidalgo con 2.401 asesinados y otra más amplia (todoslosnombres.org), incluye asesinados y represaliados de Andalucía, Extremadura y del protectorado de Marruecos, con 104.559 y  que coordina admirablemente D. Cecilio Gordillo de la CGT con muchos colaboradores  y escasa subvención pública y últimamente ninguna. Cecilio merecería ser nombrado hijo predilecto de Andalucía, por su animosa lucha sin desaliento contra el olvido,

Ginés Dalama Muñoz fue asesinado por formar parte de una organización legal en cualquier democracia,  dentro de una estrategia para destruir toda resistencia a  un golpe fascista, pero sus asesinos no solo lo mataron sino que lo hicieron desaparecer de la memoria colectiva sepultándolo, junto con otros miles, en fosas sin sus nombres, sin que sus familiares pudieran despedirse de ellos y luego con el terror que implantaron sus verdugos para mantener su régimen dictatorial los hicieron desaparecer hasta de la memoria de sus familias. Restaurar  la verdad, la memoria y la justicia es la obligación de cualquier demócrata que ahora …al fin, ojalá, acepta el estado español como propia.

(*) Juan María Casado es profesor jubilado de la Universidad de Córdoba.