La política siempre ha tenido y tendrá una parte de teatro. Por fortuna, pues sin algo de comedia toda cohabitación sería imposible. No obstante, saber cuándo el exceso de teatro y cuándo la falta de él son contraproducentes no es cosa fácil. Como diría el clásico, en política es complicado distinguir “lo que hay que rechazar con respeto y lo que hay que aplastar con desdén”.

Los coqueteos presupuestarios del Cs e Inés Arrimadas con el Gobierno de Pedro Sánchez y del PSOE y Susana Díaz con el de Juan Manuel Moreno son tiempo perdido, verduras de las eras. Ambos le tienden a los respectivos gobiernos de España y Andalucía una mano que estos, por definición, nunca podrán estrechar porque si lo hicieran perderían el favor de los socios que convirtieron a Sánchez y Moreno en presidentes.

La renuncia de Pablo

En España, Pablo Casado ni siquiera se ha molestado esta vez en representar la comedia de la mano tendida. Tras su encuentro con Pedro Sánchez en la Moncloa a principios de septiembre, el líder del PP dejó claro que el acuerdo era imposible. Ni él se lo podía permitir con Vox vigilándolo de cerca, ni Sánchez habría podido tomar en serio el ofrecimiento de haberse producido.

El papel protagonista en las filas de la derecha lo interpretó a partir de entonces Inés Arrimadas con un acercamiento explícito al presidente Sánchez que, por una parte, el vicepresidente Iglesias ha procurado dinamitar y, por otra, ha puesto en alerta a los socios independentistas de ERC.

La mano de Inés

Aun elogiando la calidad de su interpretación, la sinceridad de la mano tendida de Arrimadas es más que dudosa. De hecho, su impostura se ha evidenciado al poner una condición imposible para su apoyo a los PGE: que el Gobierno mantenga en la futura Ley de Educación el precepto de la ‘ley Wert’ que establecía que “el castellano es la lengua vehicular de la enseñanza en todo el Estado”.

La supresión de dicho precepto –más simbólico que efectivo puesto que el castellano no es lengua vehicular en Cataluña desde hace décadas– fue acordada por el Gobierno con ERC, para quien, al igual que para todo el catalanismo, sea soberanista o no, la lengua forma parte de las cosas de comer y con ellas no se juega.

Al poner Arrimadas esa condición imposible estaba en realidad proclamando a gritos que realmente no puede o no quiere apoyar los Presupuestos. Para Sánchez sería suicida pactar con Cs: incomodaría a Unidas Podemos, expulsaría del pacto de investidura a Esquerra y su Gobierno quedaría a la intemperie.

La oferta de Susana

Algo similar sucede en Andalucía. Los socialistas vienen reiterando desde hace al menos dos meses su sincera disposición al acuerdo presupuestario con Moreno. “Si la Junta quiere negociar en serio, sin Vox como socio preferente, aquí está el PSOE”, decía ayer mismo el portavoz de Hacienda en el grupo parlamentario, Antonio Ramírez de Arellano.

San Telmo, por su parte, hace como que toma en consideración el ofrecimiento del PSOE de Susana Díaz, pero es obvio que no puede hacerlo: expulsaría a Vox del pacto de investidura que hizo presidente a Moreno.

La propuesta socialista solo sería creíble, y aun viable, en el remoto escenario de una ultraderecha votando en contra de los Presupuestos. Es cierto que Vox lleva remoloneando no poco desde la humillación de Casado a Abascal en el Congreso, pero es muy improbable que inflija al ‘Gobierno del cambio’ una derrota de la envergadura de tumbarle 'las cuentas del Covid'.

Los socialistas, al igual que Adelante, no le han puesto al PP condiciones de imposible cumplimiento, pues a fin de cuentas solo están reclamando el blindaje presupuestario de los servicios públicos esenciales. Pero ni aun así es creíble una oferta que, de ser aceptada por Moreno, dejaría su mandato en manos de los adversarios que más enconadamente ambicionan arrebatarle el puesto.

Discursos paralelos

Por lo demás, la simetría entre España y Andalucía en el teatrillo presupuestario la completan los propios gobiernos, cuyos argumentos dirigidos a la oposición para que le apruebe las cuentas son prácticamente idénticos.

Moreno apelaba este viernes “al diálogo y la responsabilidad” de los grupos políticos para sacar adelante el proyecto de Presupuestos de Andalucía para 2021.

Dos días antes, la minnistra Montero hacía su propio llamamiento a la “responsabilidad” de Pablo Casado, cuyo voto favorable no supondría “adhesión ni cheque en blanco”.

En ambos casos: teatro, puro teatro.