Han tenido que matarlo porque no quería suicidarse, pero la decapitación no ha sido un trabajo limpio. Lo ha dejado todo perdido de sangre. La cabeza de Pedro Sánchez ha rodado por el suelo de Ferraz, pero quienes han alzado la guadaña están exhaustos. Los magnicidios son siempre agotadores, particularmente si el tribunal sentenciador está dividido: 132 (+17) contra 109. Buenos números para ganar la guerra pero malos para administrar la paz.

Los críticos estimaban que los votantes vascos y gallegos del 25S eran la última instancia de apelación a la que recurría Pedro Sánchez tras sucesivas sentencias electorales condenatorias. Al confirmar vascos y gallegos la pena máxima, muchos pensaron que Pedro haría como aquellos tribunos romanos que, tras ser informados de que habían caído en desgracia ante el emperador, tomaban una espada y se atravesaban el corazón. Sánchez, al contrario que aquellos patricios, pensaba que no había caído tan bajo en el apoyo del pueblo soberano y que no había, por tanto, motivo alguno para suicidarse.

Vencedores y vencidos

La mortal sentencia es legítima y ajustada a derecho, sí, pero deja tras ella un fétido rastro de odios, reproches y resentimientos que tardará mucho tiempo en borrarse. ¿Cuánto tiempo? ¿Meses? ¿Años? ¿Lustros, como auguran los más pesimistas? Depende. Precisamente esa es la tarea primordial que debe afrontar la gestora presidida por el ‘hombre bueno’ Javier Fernández: fregar a fondo y perfumar debidamente el suelo ensangrentado del ‘Salón Ramón Rubial’ de la sede federal y, sobre todo y principal, lograr que vencedores y vencidos apliquen la máxima que el desventurado Manuel Azaña no pudo aplicar: ‘paz, piedad, perdón’. Cuanta más paz, más piedad y más perdón sea capaz de administrar el presidente asturiano, antes sanarán las profundas heridas que se ha infligido a sí mismo el socialismo español. 

Todo el mundo interpreta que Susana Díaz ha ganado esta guerra, y es cierto pero a condición de que rebajemos la palabra ‘guerra’ a la palabra ‘batalla’. Importante batalla, sin duda. La madre de todas las batallas, si se quiere, pero batalla al fin. Hay quien sostiene incluso que la presidenta andaluza se ha hecho con las riendas del partido. En absoluto: el cruento Comité Federal del PSOE ha decidido quién NO manda en el partido, no quién manda en él ni, por supuesto, quién lo hará cuando se convoquen esas primarias que tantos dirigentes alaban en público y desacreditan en privado.

Díaz, Madina y las primarias

¿Concurrirá a ellas Susana Díaz? No puede no concurrir. ¿Las ganará? Puede ganarlas, sin duda, pero también podría hacerlo Eduardo Madina si decidiera presentarse, pues a fin de cuentas él ha estado en el bando ganador pero no ha combatido cuerpo a cuerpo en primera línea ni ha acabado cubierto de heridas, como sí le ha sucedido a Susana. Antes de dar cualquier otro paso, la presidenta andaluza tendrá primero que curarse esas heridas de guerra que tanto afean hoy su imagen a los ojos de buena parte de la militancia. Y tendrá también que contrarrestar la estrategia que, legítimamente, pondrá en marcha Podemos y otras fuerzas para convertirla en ‘La Mala Díaz que entregó el PSOE a la Derecha Reaccionaria y a las Diabólicas Fuerzas del Ibex’.

En todo caso, lo que no puede volver a repetirse en el PSOE es unas falsas primarias como las que llevaron a Sánchez a Ferraz y que el vencedor se apresuró a interpretar como verdaderas. Era previsible que lo hiciera, pero un secretario general que vence en primarias debe hacerlo por sus propios medios, como lo hizo Borrell en los 90, no con medios ajenos, como hizo Sánchez en 2014. El Partido Socialista debería decidir de una maldita vez si apuesta lealmente por las primarias o no, si cree en ellas o no.