Tiro de Nietzsche no fuera ser que la nombren a una ministra y me saquen plagio. Por cierto, que hasta bien mocica estuve convencida de que Plagio era un emperador romano. Me llevé un disgusto…Total que era como estar en un plató de Tele-5, era como chapotear en la basura de esas tardes en las que los nuevos intelectuales del milenio se despellejan a cuernos vivos y Jorge Javier es su profeta. Y tiene su punto eso de tirarse en la charca de la maledicencia, un punto viciosillo y canalla que engolfe la grifería corporal.

Fue que nos cruzamos mi altocargo y yo con una amiga que se mueve en ese mundo guay entre pijo y caballos y gominas y guitarras; folclórico-nacionalista-español a fuer de andaluz, dice mi altocargo que podría definirse. Esa gente que cuanto más quiere sol de Andalucía, más procesiones de noviembre, más romerías, a los toros, a las bullas de los bares y a las escapadas a Marbella, más patriotas españoles son de las entrañas y la palabra caudillo se le escapa sin querer.

Fue que yo sabía que nuestra amiga tiene a su vez otra amiga que anduvo unos cuantos años en las tripas de Génova 13, ese sitio donde se desguazan ordenadores a martillazos  (Nietzsche de nuevo) y los policías tipo Villarejo son invitados a escondidas para no ser vistos por el personal del servicio. Y yo sabía que mi amiga había hablado “del tema” con su amiga y se me escapaban las uñas de los pies de pura curiosidad.

--No me digas que tu amiga vio entrar a Villarejo en Génova.

--No te lo digo. Ella estaba creo en la planta tres más abajo, creo. Además ya se encargó María Dolores de explicarle a Villarejo y a toda España (eso sí, en diferido), que había subido del garaje a la planta noble y que allí solo estaban “Mariano y yo”, el pobre Mariano que nunca estaba en ninguna parte y nunca se enteraba de nada.

--Qué feo queda, le dije yo como si me produjera disgusto, eso de espiar a Arenas a buscarle las vueltas a ver si lo enganchaba en los maletines suizos de su amigo Bárcenas.

--Hombre, es que María Dolores (volvió a decir María Dolores como si le arrancara el nombre a tiras) sabía de suyo la amistad de Javier con Bárcenas y lo raro era que esa entrañable relación, masculina eso sí, se redujera a partiditas de pádel en Marbella.

--Hay que tener mucha bilis por ahí dentro. Como en la  copla, entre esa señora y Arenas había algo personal.

--Mucho muchísimo de personal. Hasta donde yo sé y lo sabe medio Partido Popular, si te remontas a los primeros años de Aznar y al pizpireta ministro Arenas, nuestra amiga María Dolores ya andaba digamos “en derredor”. Y puede que la cosa no saliera bien y que de aquella desafección vinieran ahora estos espionajes.

--Hay que tener el veneno dentro muchos años, o sea, veinte años de rencor, dije yo echando gasolina refina.

--Pues mira si quieres que te diga la verdad (y aquí se me vino arriba y se iluminó el plató de la luz de la malicia y dijo mirando a su cámara que eran mis desorbitados ojos), yo entiendo que le espirara, que llamara a Villarejo con escondido afán peliculero y que utilizara todas las artimañas a su alcance para perpetrar su anhelada venganza contra Javier Arenas. Todo eso lo entiendo.

--¿Entonces?

--Lo que me parece fatal, pero faaaaaaaaataaaaaaaal (así lo trascribo)  es que para estos menesteres utilizara a su marido. Pero fataaaaaaaaallllllll. Y aquí lo dejo.

Y, por vez primera en años, muchos años, mi altocargo dio paso a la publicidad. Más allá de bien y del mal.