La lectura de los titulares de prensa de la mañana postelectoral municipal, donde los verbos arrasar y barrer golpeaban al Partido Socialista, y después de haber seguido con atención los recuentos, te abrasa el sentimiento de estar viviendo el paso de un tornado que ha asolado la poca o mucha esperanza que se sitúa entre las encuestas duras, los deseos y las palabras de ánimo electoral.

Es una mañana de amigos, compañeros, de teléfonos solidarios, de rabia, de duda y para los de nuestra condición, de desafío ético.

En el otro lado veo al Alcalde de mi ciudad, reelegido con mejores resultados, al que felicito, ocupando con su equipo el ancho de la calle por dónde pasea, se oyen ¡enhorabuenas!; los concejales excluidos de la reelección apuran su móvil en la comitiva, los que continúan, hablan entre ellos y tratan de atraer la atención del Alcalde.

Antes, sin celular, como dicen los de allá, recuerdo esos paseos, tras las jornadas electorales, cuatro en número, y un pasillo de campeones que nos hicieron en el cuarto triunfo los concejales adversarios, divertidamente amables.

Recuerdo para estimularnos, no para vanagloria, porque lo mucho o poco que me concerniera en aquellos éxitos, más bien poco, los sitúo sólo en un trabajo extenuante y cargado de ilusión, con muchísimas dificultades, en equipo y con Partido. Tuvimos la suerte de poder abrir nuevos caminos y opciones para la ciudad, y de compartir muchas experiencias que siguen teniendo éxito.

Como no me imagino a personas que no pongan lo mejor de su condición y trabajo para conseguir poder administrar los recursos públicos a favor de sus ciudadanos, excepto algunos golfos; como no me imagino que en la condición de militante o simpatizante de los socialistas, exista una aviesa voluntad de perjudicar la causa colectiva, no puedo culpar, ni responsabilizar de la debacle a nadie, sino compartir y comprometernos con los que nos confían su voto y entusiasmo.

Sin embargo, si puedo y tengo la obligación de participar en el cambio político exigido, que obtenga de nuevo el apoyo de la ciudadanía.

Los miembros del Partido Popular, se encuentran orgullosos por el éxito. La verdad es que aunque en cuotas de poder autonómico y municipal ha sido así, no ha sido nada abrumador el número de votantes que han captado para su formación, sino todo lo contrario.

La pérdida numérica de votantes al Partido Socialista sí ha sido importante, es lo que de verdad ha tenido relevancia en estas elecciones. Los resultados por más que esperados, siempre superan lo previsto.

Aunque el camino que nos espera de aquí a las elecciones generales, no deja respiro ni para tomar carrera: irremediable el calendario electoral.

Urge la elección de un candidato del más amplio consenso, que despierte entusiasmo entre militantes y ciudadanos, pero si el candidato es importante, cambiar el rumbo de nuestra política es una exigencia absoluta.

Leibniz, nos definió la política como el arte de lo posible. Hacer política en este período de crisis y dificultades, da poco margen para ajustar ideas y realidad, pero las dos son inseparables, no hay principios sin su oficio. Los poderes económicos son potentes y muchos, pero los ciudadanos de a pie somos más.

Hay que recuperar la confianza de los vecinos, inmersos en dificilísimas circunstancias, con un proyecto claro, eficaz e inteligible; convencer a la mayoría del sentido ético de la acción pública, si no queremos hacer de nuestra política el arte de lo imposible.