Eran los finales de abril de 1979, 33 años atrás, ganábamos las primeras elecciones municipales, se acababan de repartir las delegaciones de gobierno del Ayuntamiento de Málaga. Mi pretensión de hacerme con Servicios Sociales se cumplió, aparejada llevaba la encomienda la Sanidad municipal.

El preámbulo nos ubica, pero la realidad era más desoladora,  yo acababa de entrar por la puerta del poder de los votos, joven y montaraz por el departamento de HUMILLANTES, como rezaba el cartel en la puerta, a diez metros del Salón de Plenos, debajo de los cuadros de la galería de alcaldes y a una puerta de cuarto de baño colectivo de los servicios de Protocolo municipal. Quiero decir que el terrorífico cartel estaba en el meollo de la planta noble del Ayuntamiento.

Humillantes, así figuraba nombrado el departamento por dónde entraban los ciudadanos para hacer cola en pos del carnet de beneficencia, más vulgarmente de pobre.

El relato de aquella situación, y, algunos  más que  nos encontramos y vivimos antes de empezar a cambiar su curso tesoneramente, será motivo de más memorias y pagineos. Pero la deriva de las políticas del Gobierno, en materias como sanidad, educación, leyes laborales, como a tantos otros  ciudadanos han hecho que salten mis alarmas, y que las memorias con moho me renazcan con fuerza.

Me gusta concederle el beneficio de la duda, por el éxito electoral, al adversario político; sinceramente me felicito con la democracia y sus resultados, que es la mejor inversión humana por la libertad y más cuando uno ha vivido una dictadura. Mis razones me han llevado a la izquierda desde hace muchos años, y maduro poco, porque dicen que uno es de izquierdas de joven para ir marchitándose con  el pensamiento de derechas.

Tras 33 años y algo más de democracia, recuerdo  aquellos días que pude conseguir la ayuda de unos asistentes sociales, no había trabajadores sociales en la plantilla, que voluntariamente baremaron el mazo de solicitudes  del carnet de beneficencia que dormían en los viejos archivos, al parecer, por ser la mayoría de madres solteras, es decir, de la vida.  Tras tantos años de democracia, no esperaba que un gobierno de pretenda sanear la crisis sin el menor atisbo de compasión, con la letra pequeña de un Decreto de recortes sanitarios, que nos pueda llevar a aquellas situaciones que humillaban a los seres humanos, hasta el punto de guiarse por el letrero de HUMILLANTES  a no menos de sesenta metros del de la ALCALDÍA de la dictadura malagueña.