Domingo, 9.05.- Todos duermen la hora que le han robado. Salgo furtiva, una sensación familiar. Me fascina el asfalto vacío y ancho. Durante diez minutos conduzco y no me cruzo con nadie. Me siento culpablemente feliz. Me repito mis rollos como estos días iguales: o estoy muerta y todavía no lo sé o es un anuncio de automóviles eléctricos y soy la prota.

Domingo, 9.10.- Pan, periódico, vino blanco para el marmitaco de atún y aguacates para la tostada del desayuno. No hay nadie, no hay colas, el dependiente me espera a un kilómetro detrás de un precinto. Es una de esas tiendas pequeñas de proximidad (carísimas) que en estos pagos llaman con criterio  “desavío” y  con el mismo arte popular que nos explica que cerca del albero suele haber un torero.

Domingo, 9.12.- Muchos periódicos envuelven sus portadas dominicales con arrullos (pagados) solidarios de grandes compañías. El capitalismo amable se deja la pasta en sesiones de belleza: las contaminantes no contaminan, los bancos no son usureros, las aseguradoras no te engañan con la letra chica. Llega una señora, yo la veo fea y algo mayor, que me mira como a un piojo, colijo que porque no llevo mascarilla. Todavía no me entero muy bien si lo cosa es que yo me proteja de ella o que ella se proteja de mí.

Domingo, 9.15.- A la salida busco a la mujer que mendiga todos los domingos a la puerta desde años. Tenemos nuestra liturgia: yo le reservo el eurito con el que apagar la conciencia y ella me dice gracias, madre. Y así me siento libre de volver a pecar, empezando por un crianza. Pero hoy no está, no ha venido, no ha podido, igual se ha muerto fulminada por tres céntimos. Puta paradoja: muerta por caridad.

Domingo, 9,16.- Aparte de una vacuna urgente, ¿podrían por favor inventarse el datáfono para pobres y evitarnos estos contagios de conciencia?

Domingo, 16,45.- El papel salmón trae cuenta de los consejeros delegados que mantienen su liderazgo desde el confinamiento, gestionando videoconferencias de comités de crisis con pantalones atirantados y agobiados por el bonus de este año. Periodismo de investigación: “la hostelería sufre el primer golpe”. A mi altocargo le gusta hablar de solemnización de obviedades. Y de tontos.

Domingo, 17.45.- Desde Málaga, un colega de los aledaños de la Junta (el horario habitual de la nueva gestión de la Andalucía de Moreno es martes-jueves Sevilla, viernes-lunes Málaga) desliza unos datos amables de la evolución de, por así decirlo, nuestros muertos. Tuve un jefe que llevaba dos días en el cargo, pasó algo bueno para la compañía, me llamó al despacho: estaba henchido de felicidad: cómo se nota, Cristina, cómo se nota. El pobre no duró mucho. Ni vivo, lo cesaron pronto. Ni muerto, nadie se acuerda de él. Fumaba mucho. Como supe después, el humo perjudica a los muertos.

Domingo, 20.00.- Gran aplauso de barrio con una hora más de luz primavera. Escribo esto en mi pueblo y me nombran pregonera perpetua. Me alivia mucho la certeza de librarme, por ahora, de ripios con gomina y peanas.