Gema y Rocío comenzaron en 2012 a trabajar en el olivar de su padre sin haber cumplido los 30 años. En plena sierra jienense y tras la muerte repentina de éste, la familia Hinojosa Villegas tenía que tomar una decisión para dar un nuevo rumbo al negocio en medio de la crisis. Las dos hermanas, con apenas 26 años y 31 años, decidieron apostar por este sector primario, tradicional y con mucho futuro en la provincia, llenas de riesgo e ilusión. “Mi familia se echaba las manos a la cabeza. Creían que era una locura. Nadie entendía ni podía imaginar por qué queríamos meternos en ese negocio cuando la valía en el campo siempre ha sido atribuida a los hombres en esta tierra”, señala Gema. Con muchos esfuerzos, las dos hermanas comenzaron a interpretar conceptos, familiarizándose con el nuevo trabajo y con las más de diez hectáreas en propiedad de olivar tradicional. Gema destaca a andalucesdiario.es que “tras haber estudiado Derecho y Administración y Dirección de Empresas puedes tener una visión muy clara de cómo puedes crear una estrategia empresarial a largo plazo”. LLAMANDO A TODAS LAS PUERTAS Sin embargo, su formación agrícola era muy escasa. Gema sonríe cuando recuerda que su padre les “dio otros estudios para que pudiéramos dedicarnos a algo totalmente distinto y mi hermana y yo decidimos que queríamos levantar lo que mi padre había trabajado con mucho esfuerzo durante toda su vida”, aclara. La formación agrícola la fue adquiriendo poco a poco, como una esponja. “Aprendiendo muchísimo, dejándote enseñar por las personas que saben y llamando a puertas”. Cuando empezaron, ni Rocío ni Gema tenían idea alguna de lo que eran “ni los fitosanitarios ni los abonos y al final como soy muy preguntona la gente se volcó conmigo y me explicaba cada detalle”, apunta Gema. Recuerda cómo preparaba la primera campaña, revisando paso a poco la maquinaria pesada, poniendo a punto los suelos y soplando la hoja. “Es importante preparar las nóminas de los refuerzos porque siempre para la campaña faltan horas de las seis de la mañana a las once de la noche no paramos”. Han sido los primeros tres años y el camino no ha dejado de ser largo y duro, con una labor conjunta de trabajo entre la oficina y el campo. AYUDAS EUROPEAS, SÍ PERO MENOS Miguel Moral, miembro de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Jaén (ASAJA), destaca que “muchos jóvenes tienen la idea de incorporarse al campo, como el caso de Gem,a pero las oportunidades son pocas por parte de las administraciones”, apunta. La tasa de paro juvenil en la provincia de Jaén registra más de un 60% entre los menores de 29 años. Las subvenciones existentes en Andalucía para fomentar el llamado relevo generacional en el campo son escasas, mientras que, tal y como recuerda Gema, la menor de las hermanas, “las Ayudas a la Primera Instalación de Jóvenes Agricultores a nivel europeo no se han convocado ni en el año 2012 ni en 2014 y para colmo las últimas de las que se abrió el plazo, las de 2013, todavía no se han resuelto”, dejando sin cobrar al 89% de los agricultores solicitantes. La joven agricultora recalca que estas bonificaciones, que se han abierto de nuevo para 2015, están sometidas a una ejecución de cinco años y no se llevan a cabo si el dinero no llega. “¿Cómo pueden los jóvenes modernizar los cultivos y salir adelante sin tener ningún tipo de estabilidad financiera?” Gema habla del oxígeno que suponen estas ayudas, al “modernizar sistemas de riego y economizar el uso del agua para hacerla más sostenible”, ya que las facturas en los meses de sequía son muy elevadas, llegando a los mil euros en la época cálida. Para muchos jóvenes del campo, si no cuentan con estas ayudas públicas sus elevados gastos de la explotación (fitosanitarios, abonos, infraestructura etc…) les impiden lograr que la propiedad sea rentable a medio plazo. MODERNIZARSE O MALVIVIR Por otro lado, las subvenciones para el Cese Anticipado en la Actividad Agraria siguen sin abrirse desde el año 2011. Sin estas dos ayudas, las únicas destinadas a la incorporación de jóvenes y que, no hay que olvidar, están financiadas casi en su totalidad con fondos europeos (20% del Gobierno central y 5% de la Junta) no hay ningún incentivo para los jóvenes agricultores. Gema recuerda que la tarea no es fácil ya que los nuevos que llegan tienen claro que en “el campo o te modernizas o eres ineficaz por la fuerte competencia”. “La incorporación de los jóvenes permiten además que las zonas rurales sigan creciendo y que las explotaciones sean más competitivas”. La modernización es otra de las apuestas imprescindibles. “Mi hermana y yo hemos conseguido que parte de nuestra cosecha produzca aceite virgen extra y esto lo hemos conseguido gracias a una mejora del proceso y de la maquinaria que hemos incorporado”, apunta Gema. En cuanto a las dificultades como mujer en este sector, tradicionalmente masculino, Gema señala que “no ha tenido grandes barreras”, aunque recuerda que la mujer tiene que demostrar en todo momento “su valía y su conocimiento en el terreno para hacerse un hueco entre los proveedores”, un conocimiento que logra adquirir con cursos agrícolas que se realizan en la comunidad de forma periódica.