Viernes, 7.35.- Cumpleaños del pequeño. Habrá tarta casera y velas caseras y vídeos caseros y cava (lo siento) catalán. Habrá (supongo) un día de tregua sobre fregar, cocinar, planchar y otros reproches cotidianos. Habrá que ir promoviendo el día de la chacha con dos másteres y una dirección general con delantal.
Viernes, 7.36.- Hace un siglo, Duchamp inventó el dadaísmo casero colocando la rueda de una bicicleta sobre un taburete. El llamado ready-made trata de convertir en arte objetos de uso cotidiano. Esta casa es un museo: libros de cuentos sobre el tostador, todos los Pijamaks flotando en el cubo de la fregona, tres donetes entre las obras completas de Proust...
Viernes, 8.05.- Mi altocargo se considera a sí mismo una actividad esencial. ¿es eso el micromachismo?
Viernes, 8.10.- La empresa de seguridad me manda detalle de la información mensual de la alarma de la casa de la playa: cero actividad. Delincuencia cero, aire puro, tráfico seguro. Malos datos para seguir siendo muy de derechas.
Viernes, 8.30.- Voy a por el periódico. Nueva gran bronca: menos yo, todos creen que es un agente contaminante de alto riesgo, que para eso está Internet. Me niego. Lo considero una traición a mi propia vida. Yo soy papel, huelo papel, esta casa está hecha de papel de periódico, los colegios los pagamos con papel de periódico, los viajes aquellos, una cena en París, con papel de periódico. Mi memoria es papel, mis manos son papel. Obtengo silencio positivo.
Viernes, 8.35.- Llevaba años sin levitar así: mi altocargo me dice que he conseguido ser elegante bajo una tremenda presión emocional. Los cursis también lo llaman chantaje.
Viernes, 8.40.- Hoy viene más grueso porque mañana no se edita. Descanso santificado, paradoja de periodistas, muy de nuestro ateísmo santero.
Viernes, 9.40.- Lo cuido con mimo de amante. No soporto ver las páginas dobladas, revueltas, manchadas. Como estos ancianos de ahora, se está muriendo. Son viejos los titulares, el lenguaje, las fotos, el diseño, Internet lo convierte en piedra, con un clic. El negocio viejo se muere, el negocio nuevo no aparece. Los viejos códigos deontológicos saltaron por los aires hace tiempo. Medran con éxito los mercenarios.
Viernes, 10.15.- En una esquina de mi memoria está registrada esta imagen: es madrugada, vuelvo a casa, un indigente duerme sobre periódicos en los soportales de una calle del centro. Alcanzo a ver que reposa su cabeza sobre mi artículo de la contraportada. Nunca volví a sentir que mi trabajo fuera tan útil como aquella noche. Nunca me dieron un premio de periodismo tan merecido.