“Juan, tenemos un problema”. La literalidad de la frase es imaginaria, pero refleja lo que la dirección nacional de Ciudadanos debería haberle dicho al coordinador regional y vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, tras convencerse de que el mismo partido que gobierna la comunidad más poblada de España gracias a Cs estaba maniobrando para arrebatar a sus socios en la Junta la única Alcaldía vistosa que Cs tiene en el país.

El jueves 30 de junio fue para los naranjas un día para olvidar. Su alcalde en Granada, Luis Salvador, informaba de su dimisión, que él insiste en llamar renuncia, y anunciaba su intención de apoyar a la lista más votada cuando el próximo día 7 el Ayuntamiento celebre el pleno que habrá de elegir a su sucesor.

Un naufragio sin remedio

El problema para Cs es que la lista más votada es la encabezada por el socialista Francisco Cuenca, pero para Inés Arrimadas y los suyos el PSOE es ‘el partido de los indultos a los golpistas catalanes’. Tanto el número dos nacional Edmundo Bal como el número uno andaluz Juan Marín se apresuraron a desmentir a su alcalde: Cs, dijeron, no apoyará la candidatura socialista porque Cuenca está imputado por prevaricación.

Lo cierto, sin embargo, es que, al ser Cs un barco que está yéndose irremisiblemente a pique, las órdenes que parten del capitán y sus oficiales se pierden entre los rugidos de la galerna, mientras la marinería se muestra más atenta a salvarse a sí misma que a obedecer a quienes la han abocado a la apurada situación en que se ahora encuentra.

De hecho, horas después Marín rectificaba cautamente, dada la resistencia de Salvador a obedecer a sus superiores: para sacar adelante “proyectos que sean beneficiosos para todos los granadinos”, Cs sí que podría apoyar a los socialistas, reculaba oportunamente el vicepresidente de la Junta.

A Salvador y al único concejal -y alcalde provisional desde el viernes- que todavía le es fiel les basta con abstenerse o votarse a sí mismos en el pleno para que automáticamente Cuenca se convierta el próximo miércoles en alcalde de Granada al encabezar la lista más votada: de hecho, cuenta con sus 10 votos y los tres de Unidas Podemos, mientras que el candidato del PP tendría en el mejor de los casos 12.

¿Solo 12? Sí, pero siempre que en Génova no estén pensando en reeditar en Granada la exitosa operación que, capitaneada por Teodoro García Egea, truncó la moción de censura de Murcia, donde el PP compró con bien remunerados cargos a los diputados naranjas que iban a dar la Presidencia de la región a un socialista.

Cornudo y apaleado

Si Marín está abducido por el PP, no parece suceder lo mismo con la dirección nacional de su partido, cuyo comunicado sobre la crisis de Granada no se andaba con paños calientes: “La dirección nacional de Cs lamenta que la trama urdida en despachos desde Génova para atacar a Ciudadanos”.

El drama de la ‘princesa Inés’ es que no tiene armas ni aliados para contrarrestar la ofensiva del ‘monstruo azul’ que está decidido a zampársela. La tragedia del ‘príncipe Juan’ es que si rompe la coalición con el PP daría a Juan Manuel Moreno Bonilla la excusa perfecta para un adelanto de las elecciones que sería letal para la maltrecha ‘dinastía’ naranja, pero si se mantiene de perfil como ha hecho hasta ahora su liderazgo y su dignidad quedarán irreparablemente maltrechos.

Aunque lo hagan en un tono más conciliador que airado, Marín y Arrimadas tienen razón al culpar al PP de la crisis de Granada, dado que, con la connivencia Génova y San Fernando, sus seis ediles y dos tránsfugas naranjas se salieron del gobierno local, dejando a Salvador con un solo concejal como único apoyo para gobernar una ciudad de casi 240.000 habitantes.

En esa ópera bufa escrita a seis manos entre Granada, Madrid y Sevilla, a Juan Marín le ha tocado el deslucido papel de cornudo y apaleado: Cs pierde Granada por culpa del partido al que él le dio la Presidencia de la Junta, pero Marín sigue tratándolo como si todavía fuera un socio leal.

Al vicepresidente de la Junta no se le ve indignado por la conducta del PP, pero no porque oculte su indignación, sino porque realmente no le sale sentirse indignado. Moreno y su lugarteniente Elías Bendodo le vienen dando a Juan un trato personal e institucional exquisito y eso pesa en su ánimo más que el agravio a una siglas por las que cada vez debe de sentir menos apego, consciente de que los días de Cs están contados.