El aserto de “la realidad siempre supera a la ficción” se está quedando pequeño como frase coloquial y como constatación de lo asombroso e insólito que nos ocurre. Sumidos, como estamos, en un estado de ansiedad e incertidumbre permanente, no caemos en la cuenta de cómo las mentiras engordan a una velocidad enloquecida y las barbaridades se multiplican sin control en nuestro entorno más inmediato.

Por ejemplo, que un trabajador sanitario a bordo de una ambulancia escuche de una señora de mediana edad: “¿Qué?, hoy no vais con la sirena puesta y sin nadie para engañarnos por orden del Gobierno”. O que un amigo, en quien confías y tienes por sensato, te mande un video que anuncia que las futuras vacunas contra la Covid19 nos van a dejar deformes a todos. Son hechos que desbordan las peores pesadillas imaginables.

El negacionismo llama a la puerta y no podemos seguir por más tiempo pensando que son solo cosas que ocurren lejos, o fenómenos minoritarios. Igual que Trump propalaba que le iban a robar las elecciones y anunciaba que no iba a admitir una derrota, los antivacunas difunden ya la falsedad de los males que causarán las vacunas por venir.

Estamos inmersos en un proceso mucho más peligroso que la fabricación de noticias falsas o la creación de los llamados hechos alternativos (las patrañas de toda la vida), asistimos a la construcción de un mercado de futuros de las mentiras donde los conspiranoicos especulan a su antojo a costa de la erosión de los valores democráticos.

La subversión moral es tan estremecedora que la convergencia abierta de la extrema derecha y el integrismo religioso con negacionistas y conspiracionistas integran ya una coalición terrorífica que amenaza la convivencia cotidiana y deja en pañales las fantasías más alucinantes. Ahí están las afirmaciones del presidente de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), José Luis Mendoza, calificando las futuras vacunas de obra de los servidores de Satanás.

No es para tomarse a broma la resistencia del trumpismo a abandonar el poder en Estados Unidos, porque su dinero ha regado los cinco continentes y son muchos los países donde han florecido partidos y organizaciones que secundan sus malas prácticas al pie de la letra.