Para otro día más piano, seguramente después de la olas y cuando el recuento de los muertos sea definitivo, dedicaré mis cruzadas emociones a Javier Arenas. Se me antoja imposible no verlo ahí donde siempre, bendiciéndonos con su sonrisa de dos siglos. Cuesta trabajo imaginar la geografía humana de la derecha andaluza sin el patriarca de las gaviotas. No veo al propio Javier como el hombre de Samuel Beckett, el hombre que vive solo al final de las cosas, sin esperanza y lamiendo un guijarro. Nada me extrañaría que en una de sus magias potagias se nos aparezca tatachán como el yayo político de Casado y lo nombren no presidente de honor sino presidente interminable, que es lo que se merece y es.

Pero hoy la cosa es que ha ganado Casado con una suerte de impulso vigoroso hacia el pasado, aterrizando justo el día de la boda de la hija de Aznar y ofreciéndole como regalo esa cosa tan española de la derecha sin complejos orgullosa de su tradición, incluida la franquista.

Y si ha ganado Casado es que ha perdido Bonilla; y si ha perdido Bonilla quiere decirse que muchos y hasta muchísimos compromisarios andaluces le han hecho un corte de mangas a su presidente regional. Y si muchos y hasta muchísimos compromisarios andaluces le han hecho un corte de mangas a su presidente provincial, quiere decirse que el gentil Huanma, tiene más negro el provenir que esas noches ciegas de invierno en las que sólo se oye soplar el viento y dan ganas de llorar.

La breve historia de reinado de Bonilla dirá que el delicuescente Huanma Moreno, se nos presentó en el sur por limpio dedazo de Soraya y padrinazgo de Arenas, con una dudosa titulación de azafato de congresos y con un concepto pandillero de la política, sin cuajo para fajarse en los terrenos comprometidos y un discurso simplón de parvulario.

Tuvo una presidencia orgánica de mentirijilla; tan de mentirijilla que las encuestas le pillaron pronto las vueltas. Y cuando más apoyo interno que nunca necesitaba para escalar la montaña imposible de las autonómicas andaluzas que se le vienen encima, se queda desnudo y con todos sus muchos enemigos deseando que se consuma su derrota, que será allá en los últimos días de octubre. Y con la derrota la soledad, la nada del hombre que lame guijarros.

Se oyen cohetes en el Aljarafe Sevillano. Y en Córdoba. Estuve por allí no hace mucho escondiéndome del sol y tuve unas pláticas con la gente pepera del lugar y llegué a una doble conclusión: a) que a Bonilla por allí no lo podían ni de ver: b) que son muchas y muchos los que no pronuncian el nombre de Nieto en vano para la que alguna vez deberá ser una opción real de disputarle la victoria al susanismo de costumbre.

Mi altocargo, con su regomeyo, dice también dos cosas: a) que le preocupa este tardoderechismo reinventado para conjurar el hundimiento provocado por la corrupción; b) que la que de verdad de verdad ha ganado este congreso no ha sido Casado; ha sido Susana.