Del mismo modo que hace tiempo que el fútbol dejó de ser un deporte de once contra once donde al final siempre ganaba Alemania, los congresos del PP han dejado de ser unos fraternales encuentros donde al final siempre ganaba Javier Arenas.

Esta vez, el hasta ahora incombustible líder andaluz parece que entrará en combustión al contacto con la atmósfera letal que desde hoy reina en la calle Génova: el nuevo presidente del partido, Pablo Casado, lo es en buena medida gracias a los votos de compromisarios afines a María Dolores de Cospedal, enemiga histórica del de Olvera pero también del presidente regional Juanma Moreno.

Malos augurios

La derrota de la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ‘mata’ a Javier Arenas y pone fecha de caducidad a Juanma Moreno, salvo que este sea capaz de darle la vuelta a todas las encuestas y detenga la sangría de diputados que todas ellas pronostican para las próximas elecciones andaluzas y que se sumaría dramáticamente a la sufrida por el partido en 2015.

Hace tres años, ya con Moreno al frente pero casi recién llegado al cargo, el PP andaluz pasó de 47 diputados a su mínimo histórico de 33; un nuevo retroceso electoral lo dejaría a los pies de los caballos, pero esta vez no habría una mano milagrosa salida de la Moncloa capaz en el último momento sacarlo de la pista antes de ser arrollado.

Un buen comienzo

Los tardíos llamamientos de Moreno y las tenaces gestiones de Arenas movilizaron eficazmente a los afiliados andaluces en la votación de hace dos semanas a favor de Soraya Sáenz de Santamaría, que sumó más de 54 por ciento de los sufragios (5.581), frente al 28 por ciento de Cospedal (2.907) y el 16,2 (1.650) de quien ya es el nuevo presidente nacional del partido.

En política, los desafectos orgánicos se pagan muy caros salvo que se disponga de blindaje propio: no es el caso de Moreno, cuyo liderazgo, urdido artificialmente en lejanos despachos, nunca ha levantado grandes pasiones ni entre las bases ni entre los cuadros del partido. De ahí que sea tan improbable que la virtual postergación de Moreno desatara revuelta alguna en la organización andaluza.

Las primarias se quedan

No es probable, en cualquier caso, que esté en riesgo la candidatura de Moreno como cabeza de lista en las andaluzas, que se celebrarían a más tardar en marzo de 2019 pero que un persistente runrún mediático y político adelanta a octubre o noviembre próximos. Si el PP-A ha de perder de nuevo, lo lógico es que lo haga con Moreno, que además tiene el mandato de sus compañeros para disputar la presidencia de la Junta a Susana Díaz.

Lo que sí parece seguro es que el formato vertical de designación del presidente de una organización tan potente como la andaluza no volverá a repetirse. Como en otros partidos, las primarias han llegado al PP para quedarse: el próximo líder del PP andaluz tendrá que ganarse el puesto, como ha hecho Casado y nunca hizo Moreno. Si este quiere revalidar su título, podrá intentarlo: pero habrá de ser en el césped, no en los despachos.

¿Un prejubilado de oro?

El caso de Javier Arenas es distinto. Aunque su tiempo político parece haber terminado, con alguien con tal capacidad de supervivencia nunca se sabe. Recuérdese que pese a haber estado durante tanto tiempo cerca del fuego abrasador que desprendía un personaje como Luis Bárcenas, Arenas ha conseguido milagrosamente no quemarse. Pocos pueden decir lo mismo.

Esta vez, sin embargo, parece difícil que logre conservar un puesto de relevancia en el sanedrín de Casado. Su previsible defunción orgánica no tiene por qué ir acompañada del destierro absoluto: a fin de cuentas es un hombre que ha dedicado toda su vida al Partido Popular y no es inverosímil que Génova le encuentre un destino institucional lo bastante dorado para sobrellevar dignamente su tantas veces anunciada pero nunca materializada prejubilación.