Desde que Teresa Rodríguez se medio cayó del caballo trotskista tras quedar deslumbrada por la luz andalucista, la izquierda neocomunista andaluza ha ampliado su oferta electoral pero también ha propiciado una dispersión del voto con efectos letales en el cómputo de escaños: los 17 conseguidos en 2018 bajo el pabellón electoral de Adelante Andalucía menguaron en 2022 hasta quedarse en siete, cuando sus huestes acudieron divididas a la batalla del 19 de junio.

Las izquierdas no socialistas se llamaron PCE hasta mitad de los ochenta, Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía hasta 2018, Adelante Andalucía desde ese año hasta 2022 y Por Andalucía y de nuevo Adelante Andalucía en la cita electoral de junio pasado.

Su mejor marca electoral la alcanzaron en 1994 con 690.000 votos, un capital que su líder de entonces, Luis Carlos Rejón, invirtió temerariamente en la 'pinza' con el PP para desbancar a los socialistas de Manuel Chaves; en la siguiente cita, en 1996, bajaron hasta los 600.000.

En las tres siguientes contiendas electorales de 2000, 2004 y 2008 quedaron siempre lejos de las 350.000 papeletas; no obstante, rozaron las 440.000 en 2012 merced al fuerte desgaste del PSOE y se dispararon hasta las 865.000 en 2015 merced a la irrupción de Podemos (590.000 los morados y 275.000 los rojiverdes).

En 2018 cayeron de nuevo al quedarse en 585.000 votos, ya con la nueva marca Adelante Andalucía, y en este 2022 acabaron por estrellarse al sumar 450.000 votos y solo siete escaños (cinco de Por Andalucía con 281.000 votos y dos -168.000 votos- del Adelante refundado por Teresa Rodríguez, que se apropió de la marca creada en 2018 por las federaciones andaluzas de Izquierda Unida y Podemos).

Desde la creación en 1986, de la mano de Julio Anguita, de IULV-CA, las izquierdas neocomunistas, alternativas, transformadoras o como se las quiera llamar vienen intentado una especie de cuadratura del círculo consistente en superar el concepto de partido para convertirlo en una plataforma o movimiento político-social en el que primero mandaron los comunistas, luego mandaron los morados y ahora no manda nadie.

La trayectoria errática de IULV-CA, Podemos, Unidas Podemos, Adelante Andalucía y Por Andalucía parece demostrar que, para competir en política, todavía no se ha inventado una herramienta más eficaz que los partidos. Teresa Rodríguez ha sabido hacerse cargo de esa circunstancia regresando de algún modo a los orígenes con la conversión de Por Andalucía en un partido político de hecho, un partido que su líder adjetiva como andalucista y soberanista pero no como nacionalista, imitando así la legendaria creatividad terminológica los teólogos de Bizancio.

Tras la traumática ruptura 2020 y la concurrencia a las autonómicas de 2022 en dos candidaturas opuestas, la división andaluza de Unidas Podemos está sumida en una profunda crisis en la que IU por una parte y Podemos por otra hacen cada uno la guerra por su cuenta.

No sucede lo mismo en la pequeña formación que lidera Teresa Rodríguez, que parece saber lo que quiere mucho mejor que sus antiguos camaradas. La dirigente gaditana considera viable electoramente un andalucismo nítidamente de izquierdas, de obediencia orgánica y política estrictamente andaluza, con voz propia en Madrid. Para Rodríguez, el PSOE o Podemos son en el sur meras colas de león; ella quiere ser cabeza de ratón. De hecho, con los dos escañitos logrados en junio ya lo es. 

La ‘voz propia’ en el Congreso o el Senado es por ahora solo una quimera; es poco probable que Adelante consiga a corto o medio plazo un escaño en alguna de las cámaras nacionales. Tampoco se le será fácil crecer electoralmente mucho más, salvo, claro está, que Unidas Podemos se rompa más de lo que ya lo está: todo es posible en una organización en la que nadie sabe muy bien quién diablos manda.

La próxima y más que incierta cita son las municipales de mayo de 2023, en las que la Izquierda Unida de siempre juega con mejores cartas que Podemos o Adelante. Aunque mejores no necesariamente significa buenas. Pero si la partida no sale bien, siempre les quedará la opción de hacerse un nuevo harakiri.