Fue un valor en alza en la política andaluza pero no supo preservar las virtudes que lo habían catapultado al podio de líderes autonómicos mejor valorados. El hundimiento electoral de Cs en Andalucía no fue al cien por cien culpa de Juan Marín, pero no cabe desdeñar su tasa de responsabilidad en la debacle. La autoría principal del desastre sigue correspondiendo a Albert Rivera, que fue capaz de crear de la nada un pequeño imperio político pero también de sentar las bases de su destrucción.

En las elecciones autonómicas de junio de este año Cs se hundió irremisiblemente en Andalucía. Cero diputados. ¿Era inevitable el desastre? Nunca lo sabremos. Las hipótesis contrafácticas entretienen pero no iluminan. Lo cierto, sin embargo, es que tras el monumental batacazo de las legislativas de noviembre de 2019, en que Cs pasó en apenas seis meses de 57 a 10 diputados, Juan Marín tuvo por delante nada menos que dos años y medio, hasta la celebración de las andaluzas del 19-J, para ver la manera de revertir o al menos paliar la desesperada situación del partido.

No supo hacerlo. No pocos observadores consideran que no es que no supiera, sino que en realidad no quiso hacerlo, que prefirió abrirse un hueco a la sombra del frondoso árbol del Partido Popular antes que marcar distancias con la formación que, según todas las encuestas, se estaba quedando con sus votos. PP y Cs llegaron a diferenciarse tan poco dentro del Gobierno andaluz que los antiguos votantes naranjas se quedaron sin incentivo alguno para seguir respaldando a Cs: mejor pasarse al PP, que era lo mismo que Cs pero rentabilizaría el voto de forma mucho más eficiente.

Marín o la decepción. El político de Sanlúcar hundió a Cs pero se salvó a sí mismo. Aun estaban calientes los rescoldos del incendio electoral que destruyó a su partido cuando saltaba la noticia de que el exvicepresidente de la Junta era rescatado por el Partido Popular para ocupar el bien retribuido cargo de presidente del Consejo Económico y Social de Andalucía, una de esas piezas del entramado institucional autonómico que nació con grandes expectativas pero que a la postre ha resultado ser irrelevante.

Al aceptar un cargo político del Gobierno de otro partido, a la dirección nacional de Cs no le quedó más opción de abrirle expediente de expulsión. La debacle de Cs en Andalucía pudo deberse a errores estratégicos de la dirección regional del partido; la aceptación por Marín de un cargo institucional como la presidencia del CES era un asunto de otra naturaleza.

Si la derrota fue un error, el cargo fue un pecado. Difícilmente podrá Juan Marín borrar de su biografía el estigma de la deslealtad y el ventajismo. El hombre que había irrumpido en la política andaluza en el año 2015 trayendo bajo el brazo la promesa de otra manera de hacer las cosas y ejercer los cargos sucumbía siete años después a las mismas tentaciones que tanto y con tanta razón había denigrado.