Juan Manuel Moreno Bonilla nunca olvidará la noche del 19 de junio de 2022, cuando no mucho después de las 22 horas se confirmaba que el Partido Popular había obtenido mayoría absoluta en el territorio históricamente comanche de Andalucía.

El carisma que, incluso después de haber llegado a la Presidencia en 2019, tantos le negaban al presidente vino a esa noche a visitarlo: hay políticos que traen el carisma de fábrica, como Felipe González, mientras que otros, la mayoría, lo adquieren cuando conquistan el poder, como Moreno.

Aquella noche Moreno enterró a Cs con la ayuda inestimable de Juan Marín, desplazó a Vox a la cuneta de la oposición y sumió al Partido Socialista en una depresión de caballo. Con la izquierda no socialista no hizo falta que se ensañara: ya se ensañó ella lo suficiente consigo misma.

Su acceso al poder tras las elecciones de diciembre de 2018 obedeció más a deméritos ajenos que a méritos propios. En cambio, la renovación del cargo en 2022 se ha debido sobre todo a sus aciertos, entre ellos la habilidad para labrarse un perfil de político que no se mete en política, de gobernante prudente, moderado, transversal, posideológico, guay.

A los socialistas les gusta pensar que si los suyos hubieran ido a votar la derecha nunca habría ganado las elecciones en Andalucía. Pero lo que ocurrió el 19-J no fue solo eso: fue también que decenas de miles votantes hasta entonces socialistas se pasaron no tanto al PP como a Juanma. Ni mucho menos la mayoría absoluta obtenida entonces fue solamente demérito de sus adversarios.

En aquello que Elías Bendodo le dijo en cierta ocasión a Manuel Chaves, que lo que estaban haciendo en el gobierno del PP era copiar en un 70 por ciento las políticas socialistas, ha residido buena parte del éxito de Moreno, que supo desde el minuto uno que no había que descuidar la sanidad, que en educación se podía favorecer a la privada y la concertada pero no desatender a la pública y que convertirse a la fe andalucista lucía mucho y no comprometía a nada.

En la legislatura 2018-2022, Moreno estaba atado por Vox y Cs; al partido naranja le faltó tiempo para liberar al PP de sus ataduras, pero Vox las mantuvo hasta noviembre de 2021. Y tampoco fueron estas, por cierto, unas ataduras ni muy apretadas ni muy dolorosas: los ultras resultaron ser mucho más pardillos y pusilánimes de lo que las bravuconadas retóricas de Santiago Abascal habían dado a entender.

Los evidentes beneficios fiscales a las clases más acomodadas no han pasado factura alguna a Moreno. La oposición ha insistido mucho en ellos, pero -singularmente el Partido Socialista- no ha logrado armar un discurso alternativo al del Gobierno, ni tampoco ponerlo verdaderamente en apuros. Los momentos parlamentarios más comprometidos políticamente para Moreno han sido a cuenta a los millones que ha acumulado la alcaldesa de Marbella: un pecado, en todo caso, no del presidente; no por ahora, al menos.

La oposición tendrá que trabajar mucho más y mucho mejor que hasta ahora si quiere que la gente la tome en serio. No basta con decir que Moreno hace políticas muy de derechas: hace falta demostrarlo. La oposición necesita leerse más papeles, estudiarse con más ahínco las partidas presupuestarias, analizar con más detalle lo que se gasta, dónde se gasta y dónde no se gasta…

Moreno encara la nueva legislatura con las manos y los pies libres. Al contrario que en su primer mandato, en este segundo solo depende de sí mismo. Al término de este 2022 la impresión más generalizada es que en Andalucía habrá PP para rato.