Los socialistas andaluces no olvidarán fácilmente el verano de 2022: en junio el PP obtenía mayoría absoluta en las elecciones y ellos sufrían el peor resultado de su historia; y en julio el Tribunal Supremo anticipaba el fallo de una sentencia demoledora que confirmaba las penas de prisión dictadas por la Audiencia de Sevilla contra el expresidente José Antonio Griñán y otros ocho ex altos cargos socialistas de la Junta de Andalucía.

La dirección que lidera Juan Espadas desde su victoria en las primarias del verano de 2021 pone el énfasis en el ninguneo de los medios de comunicación, y significadamente de Canal Sur, como variable principal que explicaría por qué los ciudadanos no perciben el buen trabajo que el grupo socialista está haciendo desde la oposición.

La versión clásica de esta explicación con hechuras de excusa solía ser: “Lo hacemos muy bien pero lo comunicamos muy mal”. La versión posmoderna afina y mejora la clásica: “Lo hacemos bien y lo comunicamos bien, pero los medios no reflejan ni una cosa ni la otra”.

Lo cierto, sea como fuere, es que el Partido Socialista de Andalucía no levanta cabeza ni logra dar con un tono de oposición capaz de inquietar al Gobierno de Juan Manuel Moreno. La impresión que se tiene con ellos desde fuera es la de esos equipos de fútbol que dan el encuentro por perdido porque en los veinte primeros minutos han encajado dos goles. Puede que Juan Espadas y los suyos crean en la remontada, pero no han logrado trasladar esa convicción a la grada.

La sentencia de los ERE vino a remachar el clavo que el 19-J había hundido en el ataúd socialista. Juan Espadas sigue vivo, desde luego, pero, a fin de cuentas, no es el mago Harry Houdini y le resulta imposible salir del féretro por sus propios medios. Y quienes podrían ayudarle a hacerlo parecen estar paralizados, ya por falta de fe en las virtudes de su jefe para el liderazgo, ya por falta de fe en sí mismos.

Ningún político, en realidad, es el mago Houdini, pero pocos habrán tenido tanta mala suerte como Espadas al estrenarse en un cargo en tan comprometida coyuntura como él lo hizo. Siempre cabe preguntarse si Susana Díaz habría logrado impedir la debacle socialista y la mayoría absoluta popular, seguramente no, pero sería un pregunta inútil y una respuesta con trampa.

El pecado original de Espadas es haber ganado unas primarias gracias menos a sus propios méritos que a la presencia del primo de Zumosol en su equipo. No es que el exalcalde fuera un mal candidato: es que en el partido y fuera de él el mundo sabía que las primarias del 2021 eran únicamente la última batalla de la guerra interminable que Pedro Sánchez y Susana Díaz habían venido librando al menos desde diciembre de 2015.

Pero es que, aun si las hubiera ganado por sus únicos méritos, en el verano de 2021 el pescado electoral estaba prácticamente vendido. La tosquedad de Vox, el entreguismo de Cs, el olfato de Moreno y la técnica de Bendodo, unido todo ello a una agenda judicial de infarto para los socialistas, propiciaron la victoria popular.

Espadas salió malherido de la contienda del 19-J y desde entonces no ha logrado curarse sus graves lesiones. En aquella jornada aciaga, muchos indios y jefes de la reserva socialista andaluza perdieron la fe en su comandante en jefe. No explicitaron públicamente su decepción era su obligación no explicitarla, pero Juan Espadas no puede no conocer el sentimiento de desánimo que cunde entre sus filas.

Aun así, cuando pierdes por dos cero en el minuto veinte no todo está perdido. La remontada es difícil, no imposible, pero la condición necesaria aunque no suficiente para que se produzca es que el entrenador sea capaz de convencer a sus chicos -y a sí mismo- de que todavía queda por delante el suficiente partido para revertir, o al menos paliar, el resultado.